10. Desaparecer.

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Cada día me preocupaba más la ausencia de Sunan en el orfanato, lo que me llevó a preguntarle a la encargada si sabía dónde estaba.

—¿Sunan? — pensó un rato antes de responder —oh, hablas de un niño ardilla, ¿no?

—Sí.

—Hay varios niños ardilla aquí, tendrás que ser un poco más específica...

—Es literalmente el único que mide treinta centímetros y es muy colorido.

Sí que es estúpida o me está tomando el pelo.

—Así que no lo has visto por una semana, mm... — fue a preguntar a la directora.

Yo la seguí, aunque hubiéramos peleado la última vez, no podía dejar de preocuparme por él.
Llegamos a la oficina y pasamos, le preguntó dónde estaba Sunan y ella le respondió que hace como dos días no se sabía nada de él ¿Cómo puede ser que dejen pasar esto así como así?

—Pero tranquilas, ya hemos tenido de estos casos. — dijo calmada —Los niños se van y deambulan por las calles o la casa de algún amigo, si ya pasan más de cuatro días, damos aviso a la policía.

Un sistema ineficiente, eso es lo que es esta institución, una verdadera mierda.

—Pero no se preocupen, les aseguro que lo encontraremos tarde o temprano, siempre vuelven.

Tuvo el descaro de decir eso mientras abría una botella de whisky barato.

—Si es que no está muerto.

Respondí furiosa, di media vuelta y me fuí al ático.

[...]

Se me había caído un diente.

—Creo que le voy tomando el gusto a esto.

Me golpearon otra vez, sus duras escamas raspaban la piel y se sentía como si te golpearan con una tabla.

Contexto: tan frustrada estaba que no me fijé en el camino y choqué con uno de los niños que me habían golpeado, final: se lo tomaron personal.

—A estos siempre se les va la chaveta, — uno que estaba sentado en un balde habló —se creen que pueden pasarse de listos y terminan así.

Me agarraron los zapatos y los tiraron a los inodoros. Muy antihigiénico. Los tendré que lavar después.

—¿No se sienten, no se, mal por hacerle esto a una niña tres años más pequeña?

Comento otro que nunca participaba de las golpizas. Todos los miraron mal.

—Cállate idiota — dijo el lagarto mientras me tiraba el pelo —¿Quieres que te haga lo mismo?

—Sólo decía.

Dieron por zanjado el tema y me volteó a ver.

—Espero que esto no se vuelva a repetir, — me miró de arriba a abajo —por tu propio bien.

Se fueron y saqué mis zapatos del inodoro, tenían pegado papel higiénico.
Me lave la cara y junté el diente, lo metí en un bolsillo pequeño de la mochila.

El suelo estaba pegajoso con alguna sustancia que no quería saber.

Un chico entró y me vió confundido.

—Ey, sabes que estás en el baño de hombres?

Lo ignore con la cabeza gacha y salí del baño, con los zapatos chorreando agua.

[...]

No tenía ganas de llegar todavía a casa, así que deambule por las calles un rato.

Me había puesto los zapatos a pesar del asco, tenía que ponerme algo para caminar.
El sonido de agua en mis zapatos ponía curiosos a algunos transeúntes que volvían del trabajo.

HajinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora