Hajin

11. Azul y rojo

—¿En serio? — los miré feliz.

Ambos parecían incómodos, de seguro por mi apariencia, pero eso no importaba ahora ¡Ya habían encontrado a Sunan!

—Personalmente, quiero hacer una queja, — puse mi mano en mi pecho —este sistema de búsqueda después de los tres días es algo ingenuo ¿Quién les asegura que el niño o niña estará bien cuándo lo encuentren?

—Eso... Sora, no es-

Interrumpí a la directora ya un poco irritada.

—¡No puede ser que le tomen tan poca importancia a la desaparición de una persona! Huérfano o no, sigue teniendo sus derechos ¡No nos pueden dejar botados, como basura!

—Ya basta.

—¡No! Estoy harta que me traten como una molestia solo por ser diferente a ustedes, "razas puras" — grité —ya bastante evolucionados estamos como para etiquetar como menos a otros, — los tres mayores estaban incómodos —¡Debería darles vergüenza, a ustedes, a quienes asignaron como defensores de la gente!

—Lo encontramos muerto.

—Y yo... ¿Qué?

...

Tuve que apoyarme en el escritorio de la directora.

—¿P-puede repetirlo? — dije con un hilo de voz.

Se acomodaron en sus asientos, la habitación estaba sumida en el silencio.

—Lo... Estaba muerto cuando lo encontramos. — empezaron a sacar cosas de un sobre que no ví que llevaran antes.
Esparcieron unas fotos, cada una peor que la anterior.

Se veía a mi amigo en el suelo de algún callejón, con la mitad de su cuerpo faltante, como arrancaron de a poco la carne y la piel, sus ojos estaban blancos, su pelaje lleno de rojo.
Se veía un rastro de sangre, por lo que debió haberse arrastrado hasta morir.

No no no no no no no no no no no no no no no no no no no no no no...

—Ése no es Sunan, — negué frenéticamente mientras me alejaba de esas horribles fotos —no puede serlo, no, él no...

Ése no podía ser, ¡Podían haber muchas ardillas gigantes en la ciudad!

—Lo encontramos cerca de aquí, — abrí los ojos sorprendida —en un callejón aledaño a una lavandería 24hrs.

¿L-lavandería? Era una coincidencia, tenía que serlo.

—Aquí.

Deslizaron una última foto, la escena del crimen, dónde alguien desalmado le arrebató la vida a Sunan.
Me agarré el pelo, casi arrancándolo ¡Yo pasaba por ahí todos los días!

Mi cabeza se puso a maquinar, lavandería, a pocas cuadras...

—No...

Es mi culpa.

¡Es mi maldita culpa!

Lo único que podía hacer era llorar y gritar de furia.

—¡No!

Salí corriendo, fui a mi escondite.

Si tan solo no le hubiera mostrado ese lugar, si no hubiéramos peleado ¡El no estaría muerto! El no habría sufrido, no se habría ido de mi vida tan rápido como llegó.

Ya siquiera me importaba aguantar las lágrimas.

—Todo es mi culpa.

[...]

Varios policías estaban afuera y adentro, hablando con adultos y niños.

Yo los observaba desde el tobogán.