19. Venganza

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-La verdad es que no esperaba que las cosas terminaran de esta manera, - le dije, refugiándome en las mantas grises -realmente pensaba que... No sé que pensaba en ése momento.

Su mirada reconfortante me alejó de mis perturbadas ideas.
Siempre me apoyaba, estaba ahí en las buenas y en las malas, por sobre todo en las malas; nos habíamos peleado en el pasado, pero eso es algo normal entre amistades.

-Eres un buen amigo. - sonreí al igual que él.

Me froté el cuerpo y dejé escapar un suspiro, el vaho se extendió por la habitación como humo.

-Hace frío, ¿No crees? - me miró tranquilo, asintiendo.

Las velas que nos iluminaban se iban acabando, y el frío nocturno en el ático me calaba los huesos a pesar de los cojines y las mantas a mi alrededor.

Los días como estos, -o noches, en este caso- me hacían recordar una calidez que nunca experimenté con éste cuerpo.
La chica de pelo violeta casi parecía estar sentada a un extremo dónde la luz de la luna hacia ver las motas de polvo volando, me sonreía en su forma fantasmal y traslúcida.

La vela amenazaba con apagarse a cada pequeña corriente de aire, la cera caliente se deslizaba por la madera y cada vez se hacía más y más pequeña.

Cuando empecé a castañar los dientes supe que ya era hora de despedirme.

-Creo que ya me voy a ir yendo...

Miró suplicando a qué me quedara con él un rato más.

-Lo siento, prometo volver más seguido, ahora que estás instalado aquí. - acaricié el portaretratos con cariño.

-Adiós, Sunan.

Y con eso, apagué las últimas velas de su altar.

[...]

Desayuné en la intranquilidad del comedor, comida volando por los aires y salpicando a inocentes en medio del fuego cruzado, gritos y peleas resonando en mis oídos con un dolor de cabeza asegurado.

Todo por levantarme tarde.

Hasta Aston -el chico alce que va a la secundaria superior- se me había adelantado y ya estaba en camino a la escuela.

Esto era un especie de embotellamiento, sólo que cambiando los autos con niños llorones y malcriados.

Temía que mi uniforme blanco no tan pulcro, por distintas razones relacionadas a mi en la tierra, se manchase. Ya me habían citado varias veces a dirección por el código de vestimenta que la escuela dictaba, y no quería una advertencia más en mi expediente.

-Recuerda que tu cita al psicólogo pasó a ser la próxima semana. - me dijo Fukuda "acomodando" las arrugas de mi uniforme, aunque lo único que hacía era pegarle pelos.

-Ajá.

Troté, porque llegar tarde implicaba ser propenso al bullying.

Cómo siempre, las calles de Tokyo estaban bastante concurridas por distintos animales apresurados. Acostumbrarme a tantos animales y enormes edificios por todas partes con casi ningún árbol cerca fue difícil, más al fijarme de no pisar a nadie y no ser pisada en medio del caos.

En el vagón mixto me encontré al mismo lobo de todas las mañanas, me miraba atentamente. Vi que abrió la boca con intención de hablar, pero me alejé cuánto pude.

No quiero que note lo que hice esta mañana, ya fue pura suerte haberlo ocultado con éxito de Fukuda y otros caninos.

Simplemente me avergüenzo de mis actos.

HajinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora