XXIII

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La oscuridad de la noche reinaba por todo el alrededor; fiera, poderosa e inmutable a su dolor y agonía. La espera atormentaba sus corazones que agonizantes latían en sus pechos asustados y muy preocupados al no saber absolutamente nada de sus parejas y familia. De sus compañeros de vida que estaban dando su vida para protegerlos y cuidarlos, de sus padres y madres que de que quedaron en la aldea para asegurarse de que aquellos que querían saquear su manada y de paso aprovecharse de los más débiles, no lo consiguieran.

Probablemente seguían en la lucha, ninguno de ellos lo sabía con exactitud pero podían asegurar que continuaban peleando y evitando que aquellos invasores siguieran sus rastros, las huellas de sus pasos por la maleza y la tierra, era imposible no dejar huella de que pasaron por ahí, la poca nieve que quedaba en las raíces de los árboles dejaba cuenta de sus pasos, del rumbo que tomaba el camino a un refugio del que desconocían si era seguro o no, o sí de trataba de un espejismo del que solo conocían rumores.

Sus aromas a Omega podían ser percibidos desde la distancia por cualquier cambiaforma, ahora más, dado el miedo y terror que emanan de sus cuerpos, el aroma a leche de aquellos que estaban con cachorros en brazos o estado de preñes, haciéndolos más vulnerables para los depredadores.

Circunstancia que los ponía aún más en peligro y exposición en su caminar, rogaban para que nadie se atravesara en sus caminos y les quisiera hacer daño, porque estaban indefensos y asustados hasta de las sombras de la noche que se alzaban sobre ellos y los rodean con imponencia y peligro que alejarse entre ellos mismos era una agonía.

No estaban en condiciones físicas ni emociones para enfrentarse a lo que les fuese a ocurrir, algo que les llenaba de desconfianza a los sonidos de la noche.

— ¿Cuánto más hace falta para llegar? — preguntó una de las omegas en un susurró sollozante y lleno de preocupación a su lado, algo a lo que no tenía una respuesta segura.

Antes de que la noche estuviera en su punto había perdido la noción del camino, no sabiendo a dónde los conducía ni muchos menos si era seguro o no. Los estaba guiando por un camino equivocó y de fin desconocido, a la perdición probablemente, al desamparo de un lugar que no sabía nada y que probablemente era más inseguro que la aldea.

Pero no podía decirle eso a sus demás compañeros y compañeras de viaje, por nada del mundo podía asustarlos más de lo que ya estaban, alterarlos de manera enloquecedora por qué no era bueno para ninguno de ellos, ni para los pequeños cachorritos que dormitaban en los brazos de sus madres y padres omegas, aunque el miedo y el pánico carcomiera su Omega y corazón.

Se sentía fatal por mentir les y ocultarles un  asunto extremadamente importante para todos pero no hacerlo, no podía decirles que estaban perdidos y a la deriva porqué no sería correcto, aunque fuera por un par de horas más y cuando el sol saliera les diría pero ahora no. Era demasiado noche para decirles la verdad.

— Un poco más... Pero por ahora solo debemos descansar.— susurro de igual manera, tratando de que su voz fuera lo menos temblorosa y temerosa posible, debía dar soporte aunque fuera por ahora. La Omega del alfa le había pedido encarecidamente cuidar de las omegas en estado de preñes porque eran las más vulnerables en esos momentos, porque necesitaban del cuidado y aroma de sus alfas y que por la situación no podían estar a su lado.

— Tengo miedo..— escucho a otro par de Omegas susurrar a unos cuentos pasos de ellos haciendo que su corazón latiera con culpabilidad, que un sentimiento de culpa y remordimiento azotara su mente con fuerza y dolor.

Sus ojos los sintió humedecerse ante el miedo y el remordimiento de sus actos y acciones, añorando estar al lado de Yoongi, de la única persona que le cuidaba y protegía de todos, la única persona en la que confiaba ciegamente y le seguiría sin preguntarse lo ni siquiera con el pensamiento.

Lo quería ahora mismo a su lado, que lo abrazada y lo cuidara como lo había estado haciendo desde aquella noche fría de invierno, casi un año desde que su camino se cruzó y del que Yoongi le juro protegerlo como el mayor tesoro del mundo. Lo quería demasiado y sentir que no lo estaba ahora junto a él sentía su miedo y temor crecer, quería escuchar su voz, sus palabras llenas de apoyo para con él. Ver su rostro perfilado y poder besar sus labios, si tan solo no hubieran atacado ahora estarían acurrucados bajo las pieles, besándose o estando juntos de manera íntima; momento que se vio interumpido horas antes.
Si tan solo aquellos invasores no hubiesen atacado la manada ahora mismo sería un Omega completó.

Un Omega con marca y al lado de su alfa.

Sus lágrimas bajaron de sus mejillas siendo ocultadas por la oscuridad de la noche evitando que alguien más las notará. Su Omega gimoteo en su interior con dolor ante el recuerdo de su abandono.

Pareciera que el destino no quería que fuera feliz, que no viviera una vida tranquila y calmada, como si buscará la forma de llevarse todo lo bueno que tenía a su lado y dejando solo el dolor del vacío y la perdida.

Con el llanto y el dolor en su corazón le pidió a la luna una oportunidad, una forma de ser feliz sin sufría tanto. Una oportunidad de amar y ser amado y que ese amor fuera correspondido y genuino como ninguno otro.

Y quizás eso había la causa de todo.

Del comienzo y del fin, de la luz y la oscuridad en sus caminos, de la agonía y del dolor que jamás se imagino sentir, mismo que el sentimiento de amor se reveló.
Un amor tan grande y genuino como ninguno otro, tan poderoso y doloroso que ninguno de ellos fue conciente de ello.

El único testigo fue la oscuridad, quien le entregaría cuentas a la luna cuando ella saliera y sellada ese destino, un designio marcado desde el comienzo de los siglos.

LUZ DE LUNA.   -YOONTAE-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora