↺ 2 - Ángel ↺

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— ¿Y donde estas viviendo?

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— ¿Y donde estas viviendo?

— Es un condominio en la esquina de Boulevard y Carrera.

Guillermo y Rubén caminaban por la acera, hace solo unos minutos que salieron de la universidad. La charla había fluido como agua de rio, congeniaron muy bien.

— Esta de camino a donde yo vivo, si quieres te acompaño.

— Pues no estaría mal.

Realmente se estaban llevando bien, a Guille le llamaba la atención la personalidad del rubio. Su infantilidad se notaba a leguas, pero no llegaba a ser algo molesto, si no que, le daba un aire a juventud increíble. Considerando que esta estudiando Ingeniería Digital, le hubiera resultado más probable encontrarse a un muchacho con ganas de mandar la universidad a la Antártica. 

Un par de veces ha compartido algún trabajo o materia con cursantes de esa carrera debido a que estudia Fotografía y, por lo que percibió, si era bien pesada.

— ¿Dices que lo tomabas todo online?

— Si, me facilitaba el ir a trabajar. — Eso explica cosas.

No tardaron mucho en llegar al lugar, entre frases y frases, chistes y risas, sintieron que el tiempo hizo como arena entre los dedos.

— Y... Aquí es. — Presentó Rubén cuando llegaron, haciendo manos de jazz. Sin demasiado animo. Después de todo, seguro que por ahí anda la fastidiosa señora. — Bueno, yo tendré que ir entrando. Este, si quieres te paso mi numero para no perder contacto. — Olvido rápido su desilusión, tampoco tendría que soportar golpeteos en su puerta mucho tiempo más.

— Claro, déjame tomo nota.

Todo bien, todo perfecto, y mucho que llegó la dichosa mujer a interrumpir. Doblas se sintió aterrado, mientras que el albino no entendía nada en lo absoluto.

¿A cosas como esas se refería cuando le escucho decir "estoy en problemas, otra vez"? ¿A señoras furiosas, hablando tan rápido que no le entiendes nada y que sientes que en cualquier momento de matará y te tirara al mar? Debía admitir que se le hizo cómico, pues Rubén, a pesar de verse asustado, se encontraba controlando sus expresiones y es que un poquito se le notaba lo fastidiado que también estaba con la actitud de la casera.

Lo malo. No sabe en que punto ella lo incluyó en la riña. Díaz apenas y pudo refutar a las insinuaciones de la fémina, que alzaba la voz acusándolo de convivir con el noruego en alguna especie de acuerdo ilegal. No tenia el mínimo de sentido y, estando en la calle, ya estaban llamando la atención de forma indeseada.

— ¡Pero cállese señora por dios!

Los golpes no cesaban y Rubén ya no se molestaba en ocultar las muecas de enojo que la actitud de la mujer le provocaba

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Los golpes no cesaban y Rubén ya no se molestaba en ocultar las muecas de enojo que la actitud de la mujer le provocaba. Se arrastro por la primera pared contra la que pudo apoyarse y se arrodillo, así, en el suelo, tapándose la cara con las manos mientras suspiraba frustrado.

Ya liberado un mínimo de tensión, se destapo los ojos y observó al visitante. Guillermo le miraba, sereno, desde el sofá. Sofá bien feo, ahora que se fija.

— Lo siento. — Dijo, genuinamente avergonzado. — Se me ha liado y de paso te he metido a ti también. Perdón.

— No hay problema.

— Si que lo hay, que esto es barullo mío, no tuyo. Y yo fastidiando así. — Se levantó. — De paso, la vieja no se va a ir hasta en media hora más... quizá una hora. Joder, ¡Que te he encerrado conmigo aquí! — ¿Entró en crisis? Un poco. Igual ya esta bastante cansado de todo. Si sigue escuchando aquella voz chillona podría explotar. — ¿Qué va a pensar tu novio de mi? 

— Rubén, cálmate. — La voz del albino detuvo su entrada en locura. — Para empezar, mi novio debe estar de cabeza en los libros. Te he dicho que a los de medicina les pasan las semestrales una semana antes. No tengo problema con esperar a que ella deje de golpear la puerta.

Rub frunció el ceño y observo durante largos segundos al más bajo. Guillermo pensó que le hizo enojar. — ¿Te dije ya que eres un ángel?

¿Cómo dijo? 

Díaz se sorprendió, Doblas se mostro increíblemente serio al soltar sus palabras. Si no se hubiera dado cuenta, antes, de lo fácil que se le hace al teñido soltar halagos o piropos a cualquiera con quien se lleve bien, podría pensar fácilmente que le coqueteaba.

— Joder tio, dices esas cosas como si nada.

— Es que si me has caído del cielo.

— Vale, vale. Lo he entendido ya.

Pasaron un par de minutos en silencio antes de que retomaran conversa. Así surgió la idea, del albino, de comenzar a empacar. Después de todo, ya estará ahí su par de horas. ¿Por qué no ayudar a Rubén a mudarse de una? El más alto no se negó, encantado una vez más, con la ayuda que estaba recibiendo.

— Llamare a un amigo que nos puede ayudar a llevar las cajas cuando tengamos todo listo. ¿Te parece si le pido que pase por una pizza?

— Dale.

Dicho y hecho, se retiro a su habitación y marco un conocido numero.

— ¡Lely!

— ¿Qué quieres? Es la segunda vez que me llamas.

— Te quiero avisar algo. — Le tomo poco explicar los acontecimientos, hablo sin cortes pues Alejandro guardo silencio en todo momento. — ... Entonces si traes tu carro me ayudaría mucho, no me llevaré muchas cosas.

— Acabas de conocerlo, ósea, no lo conoces. — Respondió, al fin, el chico al otro lado de la linea. — Y no te has hecho problema con mudarte a su depa, donde hay otro chico que tampoco conoces.

— En resumidas cuentas. — Se rio, sabia que todo se escuchaba absurdo.

— Es una mala idea.

— Oh, vamos, Alex. ¡Hasta tendré trabajo!

— Rubius, es una mala idea. ¿Por qué siempre se te ocurren estas cosas?

— ...

— Joder, esta bien. No puedo hacer nada para que evites hacer el gilipollas, de todas formas.

— Gracias, ¿Te traerías una pizza?

— Vale, en treinta iré saliendo.

Cortó con una sonrisa, realmente pensaba que el azabache estaba exagerado.

Después de todo, ¿Qué podría malir sal?

Después de todo, ¿Qué podría malir sal?

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Malas ideas /ruwigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora