↺ 25 - No es mi culpa. ↺

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Cuando Samuel abrió los ojos, solo Guillermo se encontraba a su lado

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Cuando Samuel abrió los ojos, solo Guillermo se encontraba a su lado. Con cansancio miro el reloj en su mesa de noche.

Despertó más temprano de lo normal.

Teniendo la sensación de que no podría volver a dormir, se levantó con cuidado y se dirigió a la cocina. Pretendía tomarse un vaso de agua para volver a la cama de inmediato.

Sin embargo, su simple y perfecto plan se vio truncado. Rubén estaba ahí. Sentado en la mesa con la vista perdida en la nada y un vaso vacío entre las manos.

Se sintió incómodo, no había tenido tiempo para hablar con él y en el momento en que sintió preparado se lo encontró besándose con su amigo. Eso último no hizo más que alborotar su ya confundida mente.

Se repitió que no tenía sentido preocuparse por algo así. Porque Rubén no haría eso sabiendo que Mangel tiene pareja, supuso que algo más pasaba y, por suerte, solo él lo noto. No está seguro de cómo habría reaccionado su novio de haber visto ese beso.

Por la cara se paso las manos y suspiró bajito con frustración. Suficiente para que el castaño reaccionara y advirtiera su presencia.

— Sam. — Rub se encontraba sorprendido, no había sido su intención despertar a nadie cuando se levantó por no poder conciliar el sueño. — ¿No es muy temprano para ti? Creí que seguías dormido.

— Yo.. — Ignorarlo no era una opción y hace mucho que se obligó a entender que no debe tener miedo a hablar las cosas. — Me desperté de la nada.

— Ya veo.

Hizo una mueca, encogiéndose en su lugar. Respiró profundo para tomar valentía y terminar por sentarse a un lado del noruego.

— ¿Podemos hablar?

Doblas le miró ilegible antes de suspirar con alivio. — Eso me gustaría mucho.

Ambos sonrieron con empatía.

— Bien yo... bueno.. entre Miguel y tú...

— Nada. No pasa absolutamente nada. — Rubén se mostró ligeramente molesto. — Fue solo una.. especie de estrategia tonta de su parte.

— Oh bueno. — Eso tuvo más sentido de lo que espero. — Yo.. creo que me lo imaginaba.

— ¿Si? Supongo que Mangel siempre ha sido.. extremista.

— Algo... Y nunca le cai muy bien que digamos.

El más alto negó al instante. — Eso fue.. algo posterior. Y no era nada bueno tampoco porque tú nunca tuviste la culpa.

De quedaron callados un momento. Samuel se mordió el labio antes de decidirse a preguntar. — ¿Tu intentaste...?

— Si. — No hay caso con ocultarlo. — Y como dije, nunca tuviste la culpa Sam. — Le observó, el azabache cerraba los puños con fuerza y miraba el suelo con expresión dolida. — Samu...

— Te vi por lo menos cinco veces después de que lo nuestro terminara... Y nunca lo pensé, realmente no...

Casi al instante sintió como su ex le hizo levantar el rostro. Percibió la sinceridad en esos ojos verdes. — No lo pensaste, ni Alex, ni Mangel... Nadie lo pensó realmente. Por favor no te culpes, no fue tu culpa.

— Pero Rubén...

— La decisión fue mía, Samuel. — Guardo silencio, tomándose un par de segundos para limpiar las lágrimas que cayeron solitarias por el rostro de De Luque. — No fue por nada ni nadie en especial. Simplemente me rendí y eso iba por mi cuenta, dependía de mi.

Sollozo bajito. — ¿Qué.. qué te detuvo?

— Nada lo hizo. — Hablo con verdad. Hasta ese día sigue sin saber quién lo encontró. Solo recuerda haber despertado en el hospital, con las crudas palabras del doctor: cinco minutos más y se habría muerto.

Sam respiró complicado y miro con susto al castaño. — Pero, pero ya no quieres ¿Verdad?

— No Samu, recibí ayuda. — Y antes de poder agregar alguna cosa, el azabache lo abrazó. Se quedaron así. — Debes creer lo que te digo. No es tu culpa.. por favor.. repitelo, no es tu culpa.

...

— No es mi culpa.

Para cuando Díaz despertó, se encontraba rodeado por sus compañeros

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Para cuando Díaz despertó, se encontraba rodeado por sus compañeros. Se fijó en la hora. Debian levantarse ya, pero algo le hizo tomar otro camino.

El ambiente era tan cálido e íntimo. El ligero pesar de la noche anterior se había esfumado por completo y ante eso, no le quedó más que disfrutar.

Se acomodó una vez más y gozó caprichoso de los abrazos protectores que Rubén y Samuel le daban. Se sentía distinto. Se sentía el amor.

 Se sentía el amor

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Malas ideas /ruwigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora