↺ 6 - Territorial ↺

967 123 17
                                    

— ¿Hablaras con él?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

— ¿Hablaras con él?

— Lo haré... Cuando encuentre el momento, pero lo haré.

Guillermo sonrió, se acerco a Samuel, que yacía sentado en la cama, y se montó en su regazo. Rodeo su cuello abrazándolo despacio.

Se dedico a acariciar su cabello desde la nuca, con parsimonia. Dando consuelo en silencio, besando sus mejillas, sus labios y su cuello también. Sam se dejo hacer, disfrutando de la atención con los ojos cerrados, el por su parte recorriendo las caderas de su novio con las manos. No tardó mucho en estar con la cabeza apoyada en el pecho del albino, arrullado por los latidos de su corazón.

— Te amo, ¿Lo sabes?

— Lo sé, yo te amo a ti también.

La cafetera silbó cuando el café estuvo listo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La cafetera silbó cuando el café estuvo listo. Samuel se apresuro a apagar la llama y tomar el objeto, con cuidado de no quemarse. Sirvió en dos preciosas tazas de porcelana y preparo todo lo demás dejando que enfriara un poco. Con ese cuidado único y la dedicación que solo él sabe poner al hacer el desayuno para su novio.

— Buenos días chiqui. — Murmuro, cuando un adormilado Guillermo hizo acto de presencia. Se acerco a estrecharlo entre los brazos y lo lleno de besos por toda la cara para quitarle el sueño. El albino rio bajito, correspondiendo a los besos que pasaban fugaces por su labios.

— Buenos días.

De Luque sonrió, recordando las primeras semanas que vivió con su novio después de mudarse juntos. Poco después de que ambos comenzaran la universidad. Recordó lo difícil que fue tomar la decisión, lo difícil que fue arrebatar las riendas de su vida a sus padres.

Y entonces rememoró todas las veces que ha visto a su pareja con sus camisetas, todos los desayunos que han pasado, todas las veces que se tomaron las manos debajo de la mesa, o las salidas a caminar, o las tardes viendo películas.

Se dio cuenta, una vez más, de que tomo el camino correcto.

Porque hay algo único en compartir tu vida con esa persona especial, y Sam jamás se arrepentirá de haber aceptado a Guillermo con todo lo que eso conllevaba.

— ¿Rub no está?

— Su cuarto esta vacío, debe estar todavía con su... con ese chico.

— Ah, si. Ese chico.

Ambos se sumieron en un corto silencio.

Y, bueno, si hay algo que esos dos tienen es común ahora... es...

— ¿Por qué no nos lo dijo antes?

— Ah, dios. Me pregunto lo mismo.

— ¿Le habrá dado vergüenza?

— No lo creo, Sam. El no es así.

— Cierto... Supongo que tendremos que esperar.

— Si, esperar a que llegue... de pasar... la noche... fuera.

— Te mata la duda.

— Joder, si.

— A mi igual.

Están seguros de que nunca se habían sentido tan juzgados desde la ultima vez que vieron a los padres de Samuel

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Están seguros de que nunca se habían sentido tan juzgados desde la ultima vez que vieron a los padres de Samuel. Les sorprende un poco mucho que Mateo les mire así, hasta asusta un poco.

El chico no es más alto que Rubén, es moreno, de cabello rizado color chocolate. Una belleza de hombre. Con porte serio y elegante, ciertamente altanero. Y es esa actitud lo que los deja fuera de lugar, porque Doblas es, a simple vista, todo lo contrario.

Suspiran aliviados cuando se retira al baño.

Rub, por su parte, solo se rio. — Lo siento chicos, mi chikistrikis es... algo territorial.

— ¿Territorial? — Jadeo Guillermo. — ¿Por eso me miro como si fuera la cosa más horrible del mundo?

— Siéntete alagado, rata. Significa que te ve guapo.

— ¡Significa que me ve como una amenaza!

— Eso te agrada también, ¿No?

— Oh, por favor.

Esta vez le toco a Samuel reírse. — A mi me alegra. — Murmuro, ignorando a propósito mencionar que el moreno le miro todavía peor. — Te ves feliz con el.

— Soy feliz con el. — Rubén tarareo, sonrojándose un poco. Contento. No solo con reconocer que se siente bien estando con Mateo, si no que, también, con que el azabache este ahí. Porque no paso desapercibido el cambio en la actitud del de ojos violetas. Sabe que de ser lo mismo, se habría ido a esconder en su cuarto.

Pero esta ahí. No parece querer alejarlo un kilometro y eso es... un alivio.

Dos seguidos, pum

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Dos seguidos, pum.

Malas ideas /ruwigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora