Capítulo 28: Una visita inesperada.

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Mientras que por el ancho mar el barco que salió de Weselton se dirigía hacia Arendelle, en tierras no muy lejanas la reina Elsa estaba a punto de realizar otro viaje con el mismo destino.

—¿Ya nos vamos?

—Sí, Olaf —contestó ella seriamente—. Debimos habernos ido hace tiempo.

—¿Tan urgente crees que puede ser? —Rapunzel intentó frenar aquella preocupación, pero el cúmulo de indicios hacía que fuese inútil.

—Cuando tu hermana, tus amigos, y tu reino corren el riesgo de cualquier amenaza, la palabra urgente es poca —Elsa miró a su prima poco antes de subirse al barco que en breves instantes zarparía de vuelta hacia su hogar—. Desgraciadamente, no os estoy descubriendo esos sentimientos.

Rapunzel no quiso hacer más preguntas sobre el tema y decidió que lo mejor sería dejar que Elsa valorara la situación por sí misma. No quería que se marchase, pero tampoco quedaba otra opción.

—Adiós Rapunzel, Eugene, y adiós a vosotros también tía Arianna y tío Frederic. Hasta que nuestros destinos se vuelvan a cruzar. —dijo Elsa a modo de despedida, mientras subía al barco con una sonrisa.

—¡Adiós! —Olaf también se despidió de los príncipes y los reyes de Corona, habiendo llegado estos últimos hace ya más de una semana.

El barco zarpó y allí permanecieron los cuatro observando el océano, junto a Pascal y Maximus.

—Ya iremos nosotros a Arendelle dentro de poco; el cumpleaños de Anna no tardará en llegar —dijo Arianna, la reina—. Ahora vamos al castillo, el otoño ha llegado y empieza a hacer algo de frío.

El rey le dio la razón a su mujer y se dirigieron al interior del pueblo que les conduciría al palacio; mientras Rapunzel les seguía se giró para observar a su marido, que se encontraba distraído con el mar.

—¿No vienes, Eugene? —preguntó.

No obtuvo respuesta, Eugene parecía estar completamente confuso por algo, razonando lo irracional. Aquella luz de fuego que surcó el cielo reforzaba la misteriosa leyenda, y por tanto hizo que su propia vivencia hubiera sido muchísimo más peligrosa de lo que él quería creer.

"Si esa persona es decidida y fuerte de corazón, Dragnor lo matará ya que lo vería como una amenaza; pero si por el contrario ve un espíritu indeciso y débil, lo manipulará hasta el punto de controlar los actos de esa persona en su beneficio, provocando una gran venganza en Arendelle desde el interior."

—Tenemos que ir... —dijo con la voz temblorosa.

—¿A qué te refieres? —la chica arqueó una ceja sin comprender.

—Tenemos que ir a Arendelle. Corren peligro y no es una suposición, es una certeza. —Eugene había dejado de mirar el mar para desviar su mirada hacia la morena con una seriedad muy característica en su persona cuando la situación lo requería.

—¿Por qué? Entre Elsa y tú me estáis asustando...

—¿Quieres volver a ver a tus primas e ir a Arendelle? —preguntó el príncipe, a lo que Rapunzel asintió sin dudar—. Pues si quieres que eso pueda ocurrir en alguna ocasión, lo mejor será poner de nuestra parte e ir allí.

El navío que provenía de Weselton con rumbo a Arendelle se encontraba en una neblina, propia del frío que empezaba a hacerse notar en el clima. Hans estaba sentado en una caja de madera mientras se miraba las manos, de vez en cuando soltaba alguna que otra chispa pues estaba nervioso, muy nervioso; dentro de él había una persona riendo macabramente de alegría y triunfo, al mismo tiempo que otra voz más pequeña le hacía estar preocupado.

Frozen: El príncipe de fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora