El barco se aproximó lentamente al puerto pasada la medianoche, y justo antes de pisar tierra firme Hans se percató de algo; al tratarse del príncipe sería fácilmente reconocible en aquel lugar, por lo que comenzó a pensar en una opción excepto la de volver al castillo con su despreciable familia.
El pelirrojo se dirigió hacia unas cajas donde previamente había visto a los navegantes del barco sacar la capa que portaba en aquellos momentos Stella, consiguiendo así otra algo más oscura y con capucha, que le escondería gran parte del rostro. Hans se dirigió a Stella cuando llegaron al puerto, estaba dormida con los brazos cruzados y apoyada en la madera.
—Estrella, levanta, hemos llegado. —al ver que no lograba despertarla con sus palabras decidió zarandear sus piernas con el pie, haciendo que perdiera el equilibrio y terminase su sueño.
—¿Hm? —la chica se frotó los ojos adormilada y reconoció al príncipe en la oscuridad de la noche.
—Hemos llegado Estrella, levántate. —suspiró Hans, dirigiéndose a la joven con cierta impaciencia mientras ella se levantaba como bien podía sacudiendo su ropa por la parte trasera.
—De acuerdo Alteza, pero mi nombre es Stella.
—Yo te llamaré como me plazca —dijo el pelirrojo, tratando de pronunciar siempre la última palabra—. Ahora sígueme, debemos buscar un lugar donde pasar la noche.
—Oh, claro ¿pero me necesitáis para ello? —Stella arrugó la nariz mientras miraba hacia otra parte con algo de resignación—. Pensaba que lo único que sabía hacer era manejar un timón.
—No lo has manejado durante todo el trayecto, así que todavía te queda trabajo por hacer.
—De todas formas tenemos un problema —la joven agarró uno de los mechones de su pelo para acariciarlo mientras seguía hablando, temía que el príncipe quisiera deshacerse de ella violentamente por lo que le iba a decir—. Yo no conozco este lugar, no sé dónde están las posadas.
—No hay problema con eso, no necesito que pienses por mí —el príncipe le dio la espalda y se cruzó de brazos mirando al castillo fijamente, iluminado por la luz de la Luna—. Yo sé la localización de las posadas, pero necesito que tú pidas alojamiento, yo debo mantenerme en las sombras hasta mañana.
La morena no comprendía el motivo que lo impulsaba a ocultarse de aquella manera, pero pensó que lo mejor era no cuestionar su autoridad y seguirle la corriente.
Una vez bajaron del barco caminaron durante un rato por las calles de la isla tratando de esquivar a cualquier persona que rondara aún despierta por el lugar, hasta que llegaron a una posada algo alejada del centro, no era muy grande y recibía el nombre de La gaviota; Hans pensó que aquel era el sitio ideal.
Una vez accedieron al interior, pudieron comprobar cómo la estancia era silenciosa y estaba poco iluminada con una cansada anciana que se encontraba en la entrada, el príncipe intentó no cruzar ninguna mirada con aquella persona y le hizo un gesto a Stella para que pidiera habitación por él.
—Buenas noches, disculpe... Venía a pedir habitación para una noche.
—Claro jovencita, ¿quiere pasar la noche con su amigo o dormirán por separado? —atendió la mujer.
—No, una individual.
—Como quieras, niña —la anciana se dispuso a abrir un cajón cercano para hacer entrega de la llave, tendiéndosela a Stella con una sonrisa bastante amigable—. Son cincuenta monedas doradas.
—Es para mi compañero... —empezó confesando la morena bajando la mirada y sintiéndose algo inútil, fue entonces cuando Hans intervino rápidamente con un saco lleno de monedas, depositándolo en la mesa frente a la anciana. Stella no pudo evitar sonreír ante ese gesto, aunque pensó que aquel momento era el de la separación, había cumplido lo que Hans le había pedido—. Bueno, pues yo pasaré la noche aquí en recepción y mañana me iré.
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Frozen: El príncipe de fuego.
FanfictionEl príncipe de las Islas del Sur se encuentra en una cueva a la que llegó por casualidad, una cueva que parece "mágica". Descubre lo que ocurrió justamente después de la coronación de la Reina Elsa.