Hans estaba sentado en su cama con las manos apoyadas en la frente mientras trataba de pensar profundamente, se le pasaba por la cabeza un montón de cosas, siendo la principal su deseo de volver a Arendelle y verse cara a cara con la reina y su antigua novia para demostrarles que ahora él tenía más poder que ellas juntas. También pensó en su viaje de regreso hasta las Islas del Sur y cómo había llegado hasta allí, se acordó de Stella y el mal momento que tuvo con sus hermanos la noche pasada.
Tras dejar de adentrarse en su conciencia, se levantó para ponerse un traje cuyo diseño se asemejaba mucho al que trajo consigo de Arendelle, solo que con unos colores rojizos y negros, para después dirigirse a la habitación de la chica y ver cómo se encontraba tras la amarga cena.
—Stella, ¿puedo pasar? —llamó a la puerta con los nudillos y se quedó en silencio para escuchar la respuesta, pero no llegó—. ¿Stella?
Al no recibir ninguna contestación, pensó que la muchacha aún seguía dormida y decidió marcharse justo cuando unos leves golpecitos se empezaron a sentir en la parte inferior de la puerta. El pelirrojo se extrañó y se agachó a la zona de la puerta de la que provenían aquellos ruidos, pero tras unos segundos sin comprender, se decidió a abrir.
—Ah, eres tú... —Hans miraba con gesto indiferente al pequeño Dicky que por el contrario le observaba con los ojos muy abiertos, sonriente mientras meneaba su pequeño rabito. Solamente se encontraba él en la habitación—. ¿Sabes dónde se encuentra tu dueña?
El pequeño labrador se le quedó mirando unos segundos con los ojos muy abiertos, como si estuviera contemplando un centenar de intensas luces. Pasados unos segundos el perrito comenzó a caminar con pequeños pasos por el pasillo, saliendo de la habitación entra las piernas de Hans.
El chico puso los ojos en blanco y suspiró cerrando la puerta, parecía que el animal trataba de conducirle hasta Stella; sin embargo la gran lentitud de sus cortas piernas ponía a prueba la paciencia de Hans, aún sin saber si le estaba conduciendo realmente hasta la joven.
Tras una media hora andando por el palacio, Hans se empezó a impacientar y a sentirse estúpido por tener a la cría de un labrador como guía en su propio castillo. Cuando ya se le estaba pasando por la cabeza lanzarle a Dicky una chispa de fuego, el perro empezó a arañar una puerta dando pequeños ladridos.
—¿En la cocina? —Hans se extrañó y pensó que Stella podría estar desayunando. Abrió la puerta y no halló a nadie en su interior, por su parte el pequeño animal se dirigía hacia un lugar de la estancia que tenía parte de la comida restante—. No me hagas darle a Stella un perrito chamuscado, pequeñajo.
El cachorro cogió un trozo de pan y no tardó en mostrar la intención de volver por el pasillo que le había conducido hasta ahí, pero justo en aquel preciso instante Hans escuchó unas voces que se dirigían hacia ellos.
—Solo quiero que sepas que, al margen de lo que hagan mis hermanos, a Hans yo siempre le he querido y respetado —mintió Andrew, el sexto hermano de Hans—. Lo que dije anoche solamente era un juego que tenemos entre él y yo.
Al oír aquello, Hans cogió en brazos a Dicky para evitar que siguiera andando y se quedó escuchando tras una puerta, escondido.
—Ya... —respondió Stella con cierto pasotismo, por algún motivo ambos se habían encontrado durante la mañana—. No comprendo el motivo de tratarle así, ¿qué os ha hecho él?
—A nosotros nada, pero en Arendelle sí hizo algo bastante impactante... —comentó el príncipe, pero Stella le interrumpió rápidamente.
—Sé perfectamente lo sucedido en el reino de Arendelle, ¿quién a lo largo de todos los reinos no está al tanto de los hechos? —respondió tajantemente y con gesto indiferente hacia las palabras del chico–. Sé que estaba de lado de la princesa y la reina, sé que la reina posee unos poderes dignos de mención y que ella misma no pudo controlar.
ESTÁS LEYENDO
Frozen: El príncipe de fuego.
Fiksi PenggemarEl príncipe de las Islas del Sur se encuentra en una cueva a la que llegó por casualidad, una cueva que parece "mágica". Descubre lo que ocurrió justamente después de la coronación de la Reina Elsa.