Capítulo 33: Un corazón libre.

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La estancia en el palacio de hielo, a pesar de ser segura, era algo pesada. Muchas personas se encontraban allí y ahora el espacio se veía reducido, pero de momento tendrían que apañarse entre todos para poder llevar la calma.

Stella estaba paseando por aquel brillante, gélido, y resbaladizo castillo con Dicky entre sus brazos, como de costumbre. Elsa parecía estar dialogando con los reyes de Corona y los comandantes de las Islas del Norte, el Duque de Weselton también rondaba por allí, algo incómodo e intentando que su presencia pasara desapercibida, pero una fulminante y fría mirada de la reina le subió el nerviosismo hasta el punto de actuar como si no hubiera visto nada.

—¡El príncipe Hans ha soltado una maldición! Debemos detenerle, debéis ir a buscarle. —le ordenó a uno de sus hombres, el cual alzó la vista y se apartó lentamente al ver quién se encontraba tras el duque.

—Mi hermana mencionó un frase muy parecida en una anécdota que me contó no hace mucho... —dijo Elsa, con mirada serena y los brazos cruzados.

El duque, inquieto, miró de lado a lado para terminar haciendo una falsa reverencia.

—Saludos, Majestad.

—¿No tenéis algo que decirme? —la reina alzó una ceja y tornó su mirada en una mucho más seria.

—De acuerdo... Lamento lo sucedido la otra vez, supongo que me pudo el miedo a lo desconocido. —se excusó él, la verdad es que poco le importaba verse rebajado a ese nivel con tal de llegar a sus propios intereses, tenía un trato con el príncipe Hans, pero no parecía del todo seguro visto lo visto.

—Disculpas aceptadas. —respondió ella asintiendo. No sería bien visto por Anna, pero el duque no era una amenaza en comparación con lo que tenían alrededor.

—Entonces... ¿Se vuelve a abrir el trato comercial? —preguntó él, ansiando la respuesta positiva de la reina, pero ella se dedicó a dejarlo todo en el aire.

—Para que eso suceda, antes habrá que ver si este reino sigue siendo Arendelle cuando todos los acontecimientos hayan concluido. —tras eso, Elsa volvió a la conversación que estaba teniendo con los monarcas, dejando al anciano con la palabra en la boca y las ganas de manifestar su rabia.

Por otro lado, Stella se encontraba mirando a Olaf muy atenta y con Dicky en brazos; el perrito parecía querer jugar con él.

—Oh vaya, otro que quiere darme un besito en la nariz. —dijo Olaf mientras se acercaba.

Dicky se limitó a lamer su mejilla, y cuando comprobó que era nieve trató de degustarlo en su boca en busca de algo de sabor, pero no lo encontró, así que decidió seguir mirándole completamente atónico.

—Vaya, veo que os ha caído bien Olaf. —Anna se aproximó a Stella con una sonrisa, apreciando la sorpresa de la otra chica.

—¡Oh! Sí, es realmente bonita la magia de Arendelle —a los pocos segundos, la joven reparó en quién era Anna realmente—. ¡Alteza!

Stella hizo una exagerada y rápida reverencia ante ella, ocasionando una pequeña y amable risa en la pelirroja.

—Tranquila, no es necesario —aclaró ella—. A ver, si hubiera sido Elsa...

—¿Si hubiera sido Elsa, qué? —preguntó la reina, acercándose a las dos mientras Dicky continuaba observando a Olaf y extendía una de sus patitas para tocarle.

—Nada, nada. Solamente le aclaraba una cosa —al instante, Anna reparó en un detalle importante—. Perdona, ¿cuál es tu nombre?

—Mi nombre es Stella Scarlet, provengo de Weselton.

Frozen: El príncipe de fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora