El amanecer se hacía presente en el reino de Arendelle; los pájaros cantaban, los rayos del sol iluminaban las estrechas y anchas calles del pueblo y los trabajadores se preparaban para un día más en su vida laboral. Todos excepto los niños, pues hoy las escuelas cerraban y podían pasar el día divirtiéndose como quisieran.
La reina Elsa se hallaba en sus aposentos, recién levantada y ya recuperada de aquel dolor de cabeza que había interrumpido su sueño hace escasas horas. Vestía un camisón cian y no llevaba su peculiar trenza tan característica; decidió que una buena manera de empezar el día era asomándose a la ventana y disfrutar de las vistas que le ofrecía su pueblo.
—Hoy va a ser un buen día. —se dijo entusiasmada mientras veía a un niño de unos ocho años jugando con su hermana pequeña, a lo que no pudo evitar sonreír; aquella joven parejita le recordaba mucho a la relación que su hermana y ella tenían en la infancia.
La pequeña alzó la vista y vio a la reina en los ventanales, poniéndose muy contenta y saludándola mientras pegaba pequeños saltitos. Elsa se quedó sorprendida, no sabía como una niña podía haberla distinguido desde tan lejos, la reina elevó un poco la mano derecha y mientras sonreía movió los dedos en señal de respuesta. Pasados unos pocos segundos, Elsa decidió que ya era hora de arreglarse y salir de la habitación.
Así lo hizo, al poco tiempo salió de sus aposentos ya arreglada, con su traje azul hielo y la trenza descansando sobre su hombro izquierdo, con la intención de ir a desayunar a las cocinas del palacio. Durante el camino se encontró con varios sirvientes, estaban ocupados limpiando y aireando las habitaciones pero no cesaron sus formalidades y de igual manera le dieron los buenos días a la reina. Elsa les devolvió el saludo a todos y cada uno de ellos mientras se disponía a entrar a la habitación de su hermana, pretendía ir a desayunar junto a ella.
—Buenos días. —saludó esperando encontrar a Anna en sus aposentos, pero para su sorpresa en su habitación solo se encontraba Gerda, una de las sirvientas más veteranas y fieles de la familia de Arendelle.
—Buenos días, Majestad, ¿en qué puedo ayudaros? —preguntó Gerda con total cordialidad.
—¿No habrás visto a mi hermana por casualidad?
—No Majestad, vine a preguntar si la habitación estaba lista para hacerse y ya no se encontraba aquí, vuestra hermana ha querido madrugar por lo que se ve.
—Comprendo. Gracias, Gerda. —agradeció Elsa con una sonrisa algo confusa, era muy raro que Anna madrugase.
—Si veo a vuestra hermana le informaré que preguntáis por ella, ¿puedo ayudaros en algo más? —preguntó la criada, justo después de responder con una pequeña reverencia los agradecimientos.
—No, tranquila, muchas gracias. —agradeció de nuevo la reina, marchándose de la habitación.
La monarca finalmente llegó a las cocinas con intención de desayunar o encontrar a su hermana; sin embargo allí solamente se encontraba Louis, el cocinero real.
—Bonjour, Majestad. ¿El café de todas las mañanas?
—Buenos días, Louis —devolvió el saludo la reina—. Creo que hoy me apetece algo más dulce, ¿nos queda algo de chocolate?
—Lo siento Majestad, vuestra hermana llegó hace un momento y ha acabado con el poco chocolate que quedaba en la despensa, pero no os preocupéis, hoy volveremos a reponer.
—De acuerdo, no hay prisa... —asimiló Elsa, mostrando un gesto de decepción—. Entonces sí, creo que tomaré el café de todas las mañanas.
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Frozen: El príncipe de fuego.
FanfictionEl príncipe de las Islas del Sur se encuentra en una cueva a la que llegó por casualidad, una cueva que parece "mágica". Descubre lo que ocurrió justamente después de la coronación de la Reina Elsa.