Capítulo 27: La llama que ilumina tu oscuridad.

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Las Islas del Norte, dos veranos antes de la coronación de Elsa, los chicos más fiesteros del lugar se encontraban en la taberna más divertida y conocida entre la población de clase baja. Solían tener un gran éxito con las mujeres y un juego que ambos tenían aquella noche era comprobar quién de los dos lograba caerle mejor a la primera que mostrara algo de interés en hablar con ellos.

—¡Venga, Roy! Seguro que a esa le caes bien. —dijo un apuesto James Skins, muy seguro de sí mismo.

—¿Tan seguro estás? Entonces no creo que me haga caso —contestó su compañero. Roy también era un muchacho apuesto y de la misma edad que James, sus ojos eran azules y su cabello rojizo, algo despeinado pero dentro de lo normal—. Aunque si es así, te demostraré de lo que soy capaz.

James se cruzó de brazos y observó con media sonrisa a su compañero, el cual parecía apurado cuando la chica a la que intentaba cortejar le miró algo molesta. No tardó en rechazarle y James ya se estaba riendo cuando Roy caminaba derrotado hacia él.

—Vaya, que entusiasmo. —dijo el joven Skins.

—Demasiado, tanto que ahora quiero verte a ti intentarlo. —Roy le dio un empujón a James, que tropezó pero logró reincorporarse con exagerada dignidad.

—Ahora verás —James caminó hacia la misma chica, que parecía sentirse incómoda con solo ver que el otro también se acercaba a ella. Antes de que el moreno llegase, la joven se levantó y exclamó una negativa tajante para después marcharse, haciendo que James arqueara una ceja y mirara a su compañero—. ¿Tan feo soy?

Así estuvieron toda la noche, no había ningún fin para ellos más allá de ver quién de los dos hacía que las chicas perdieran la mirada en sus ojos, pero aquella noche era distinta ya que ninguna estaba por la labor de aguantar sus tonterías.

—Pues no, hoy no es nuestro día.

—Normal, me ven contigo y se asustan. —dijo Roy, dándole un golpe amistoso en el hombro.

Los dos chicos se quedaron largo tiempo allí a ver si aparecía una mujer que quisiera charlar con ellos, pero no fue así, cada vez había menos gente en aquella taberna y decidieron marcharse; salieron y montaron en sus respectivos caballos. La noche había caído, el cielo estaba despierto y era hora de que los dos regresaran a sus casas.

—Bueno, James, mañana habrá más suerte. —le animó Roy antes de despedirse.

—Por favor, yo no necesito a la suerte...

—Ya lo veo, ya... —tras una última risa de amigos, se despidieron y ambos galoparon con sus caballos en direcciones opuestas.

Estaba bastante oscuro y James había bebido bastante, que sumado con el cansancio, hizo que empezara a desvariar un poco.

—¿Qué te parece colega, crees que soy feo? —le preguntó a su propio caballo, el cual soltó un bufido y siguió su camino—. Me lo tomaré como un no.

Sin previo aviso, la montura pareció chocar con algo, a lo que James se despejó un poco para ver de qué se trataba; una chica yacía en el suelo, justo en un charco de agua que la empapó por completo.

—¡Oh, lo siento! ¿Os habéis hecho daño? —preguntó James, alterado y bajando de su caballo.

Aquella persona le dirigió una mirada bastante molesta, pero una vez si fijó en su rostro no recordó el choque ni donde había caído, se había perdido en su mirada. Ella era bastante apuesta también, llevaba un vestido verde y su cabello le caía a la altura de los hombros, tan oscuro como el cielo que se encontraba sobre ellos.

Frozen: El príncipe de fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora