Hans se quedó observando a su hermano mayor durante unos segundos apreciando la sorpresa y admiración en su cara, desvió la mirada del rey Klaus y fue examinando a algunos de los invitados; sus hermanos se encontraban a su izquierda y sabía perfectamente que estaban allí, pero decidió ignorarlos por completo; observó a los reyes de Corona, el símbolo de su traje con forma de sol le parecía familiar pero no le dio mayor importancia; su vista se detuvo en el Duque de Weselton, cuya mirada de sorpresa era extremadamente ridícula. El pelirrojo abrió un poco los párpados de sus brillantes ojos carmesí intentando infundir temor en el anciano duque con aquella sonrisa macabra, haciendo que se juntara un poco más a sus hombres con cierto apuro.
—Hans... —la voz del rey hizo que el joven volviera la mirada hacia él, lentamente y con indiferencia.
—Klaus. —la voz del contrario llevaba un tono parecido al de su hermano, solo que con completo desprecio.
—Pensé que estabas muerto... —el rey miró a sus hermanos, con un gesto que señalaba a todos los presentes mientras se notaba el nerviosismo en su cuerpo debido al impacto emocional—. Todos lo pensábamos.
—El último que dijo eso acabó mal parado. —contestó con tono desafiante, refiriéndose al hombre que intentó socorrerlo en la isla.
—¿Cómo? —Klaus examinó a Hans de arriba abajo, con mucho detenimiento y extrañez—. Te veo diferente; tu pelo, tus ojos y tu forma de dirigirte hacia mí. Además, tu ropa está completamente estropeada.
—Vaya, menuda lástima.
—Hans, dinos qué te ha sucedido, cuéntanos el porqué todos han acudido hoy aquí cuando no era necesario.
—¿Y si me niego? —preguntó de forma amenazante desviando los rojizos ojos hacia su mano desnuda, arqueando una ceja.
—No puedes negarte, soy tu hermano mayor, y lo que es aún más importante, soy tu rey. Te lo ordeno. —contestó Klaus claramente ofendido, frunciendo el ceño y apretando su puño derecho, haciendo que Hans por su parte se limitara a poner los ojos en blanco.
—Como desees, será un placer ver el miedo reflejado en vuestros ojos... —Hans aceptó aquella orden, pero iba a tornarla a su favor haciendo que su hermano se extrañara aún más de la situación—. Había una vez, en un lindo bosque de las montañas rocosas, un principito que...
—¡Hans, haz el favor de mantener la seriedad, esto no es una broma!
—De acuerdo, lo lamento —se disculpó falsamente mientras alzaba las manos en señal de inocencia—. Como bien sabréis, fui expulsado del reino de Arendelle por intento de usurpación al trono. Después de esto me encarcelaron en un barco con el objetivo de enviarme de vuelta a esta isla, una noche dicho navío fue asaltado por piratas... Uno de ellos hizo saltar ambos barcos por los aires, me lancé al agua y pude llegar hasta una isla.
Hans no mintió en la historia, pero omitió a Fedrick, prefería no irse mucho por las ramas y no perder aquel semblante de superioridad.
—¿Una isla? —preguntó Klaus—. ¿De nuestros dominios?
—Estaba lloviendo y necesitaba encontrar refugio; allí conocí a alguien que pudo ayudarme, su nombre era Dragnor o algo por el estilo, no lo recuerdo exactamente. —continuó Hans con su resumen, haciendo caso omiso a su hermano y restándole importancia a la coherencia que pudiera tener el relato para oídos ajenos.
Durante el discurso de Hans, Linus se quedó paralizado al escuchar las palabras de su hermano y le prestó suma atención.
—Una cueva con una gran concentración de energía sofocante me otorgó un don —el príncipe iba revisando uno a uno a todos los invitados de su funeral, hasta que su vista se clavó en la de un robusto muchacho de cabello rubio situado en una esquina; Hans se quedó unos segundos mirando a Kristoff provocando en él un gran nerviosismo, el pelirrojo creía haber visto su rostro antes, pero no le conocía ni sabía nada de él, así que continuó con su charla caminando por la sala—. Sentí el poder de la llama ardiente en mi interior, soy capaz de controlar el fuego a voluntad así como en cierto reino una persona controla el hielo, gracias a este recurso pude hacerme con un barco que pasaba cerca del lugar, y finalmente llegué hasta aquí.
Todas las personas que allí se encontraban estaban estupefactas ante las palabras del príncipe, hasta que alguien rompió el silencio.
—¿Poderes? ¿Estás soñando? —dijo Robert, uno de sus hermanos, mientras empezaba a reír–. Si ya de por sí suena disparatado, ¿quién iba a permanecer en aquella isla como si nada esperando tu llegada?
Tras estas conclusiones la sala se inundó de carcajadas y susurros; sin embargo los reyes de Corona y Kristoff se mantuvieron en silencio, ellos habían tenido muchas experiencias en cuanto a poderes misteriosos.
—Ha vuelto más loco de lo que se fue. —se escuchó entre el grupo de los hermanos.
—Hans, creo que deberías descansar. No sé qué te habrá pasado pero está claro que ese naufragio te ha afectado. —comentó Klaus, que a diferencia de la gran mayoría no se había sumado a las carcajadas, de hecho la situación le estaba poniendo nervioso.
—Sabía que aquí estaba pasando algo turbio... —mencionó el duque de Weselton entre susurros.
—¿Dragnor? —Linus se alzó entre los asistentes y miró fijamente a Hans—. ¿Ese del que hablas es Dragnor, la bestia alada de las Islas del Sur?
—¿Acaso es otra de tus mascotas? —el príncipe alzó una ceja y miró a su hermano con sarcasmo y repelencia.
—¿De qué estás hablando, Linus? —intervino el rey—. ¿Quién es Dragnor, qué está sucediendo aquí?
Linus pasó de observar a su hermano pequeño para hacerlo hacia el mayor de todos, y tras un leve suspiro, se dispuso a contestar.
—Dragnor es una bestia cuyo mito de su existencia lleva plasmada en los libros de historia desde hace varias generaciones, desconozco su origen, ni por qué habita en esa isla, pero sé que el que se topa con él obtiene algo que no anda buscando. Es tal su astucia y engaño que puede confundirte con sus palabras haciéndote creer que te va a dar algo que será en tu beneficio, cuando en realidad solo se está beneficiando a sí mismo, perjudicando a aquel que realiza la petición —explicó el príncipe—. No se sabe siquiera si existe, he leído leyendas sobre él en numerosos libros, no explican mas allá de lo que os he contado, y debido a esa escasez de información su existencia se pone en duda. Se transmite en forma de cuento desde hace muchos años.
—Ese cuento lleva existiendo desde antes que naciera ninguno de los aquí presentes. —explicó Alexander, que se había leído de arriba a abajo la biblioteca del palacio.
—Interesante —suspiró Hans con los ojos entrecerrados mientras desviaba su mirada al rey—. Creo que tras esta impecable explicación me veo en el interés de comunicaros que a partir de ahora tomaré yo las decisiones dentro de este reino, sea quien sea el rey.
—¡¿Cómo?! —Klaus se molestó por aquel comentario, fuera broma o no, esas cosas no le hacían ni la menor gracia—. No oses amenazar al reino con esa clase de comentarios, Hans.
La gente volvió a susurrar, y Derek, que estaba sentado cerca de la posición de Hans, le tiró de la chaqueta como si fuera un niño pequeño llamando a su madre.
—Pero Hansi, para dirigir un reino se debe ser listo, y tú eres tonto, ¿recuerdas?
—¿Lo repito? —Hans cogió a su molesto hermano del cuello, a la misma vez que de su mano emergió una llamarada que lo precipitó contra la pared más próxima, dejando a Derek en el suelo retorciéndose de dolor e intentando gritar sin éxito, solamente lograba producir un ruido afónico mientras se protegía tardíamente la garganta—. Ahora yo estoy al mando, mi poder es la autoridad suficiente para demostrarlo.
Los presentes se sobresaltaron de miedo hasta el punto de que esta vez ninguno se atrevió a susurrar nada; Linus se quedó asombrado al poder comprobar cómo las leyendas parecían ser ciertas; Viktor corrió a socorrer a su herido hermano; Kristoff por su parte se quedó paralizado, solamente pensaba en salir de allí y contarle todo a Elsa y Anna con urgencia; y Klaus, frente al temor y la sensación de estar viendo cómo su hermano parecía haberse convertido en una especie de monstruo, se retiró del altar con rapidez mientras su nerviosismo se tornaba en miedo, estaba más asombrado por la actitud de Hans que del dichoso poder.
El joven príncipe ladeó una sonrisa y ascendió al altar, como símbolo de superioridad y control.
—¿Todo esto para alcanzar qué final, Hans? —preguntó Klaus completamente confuso, en aquel momento los pensamientos del pelirrojo eran altamente imprevisibles
—Digamos que... —el príncipe puso una mano sobre el vacío ataúdque simulaba contener su cadáver, para posteriormente mirar al frente con eltono rojizo más intenso en sus ojos—. La venganza no se servirá fría esta vez.
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Frozen: El príncipe de fuego.
FanfictionEl príncipe de las Islas del Sur se encuentra en una cueva a la que llegó por casualidad, una cueva que parece "mágica". Descubre lo que ocurrió justamente después de la coronación de la Reina Elsa.