Capítulo 8: Una infancia difícil.

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El silencio y la tristeza reinaban en el gran castillo de las Islas del Sur debido al fallecimiento de la reina, haciendo que los trece príncipes se quedaran sin padres; el rey había muerto justo un día antes del nacimiento del príncipe Hans, y su madre les cuidó a todos durante unos pocos años más hasta aquel fatídico día, el mismo en el que Klaus, mayor de todos ellos, fue coronado nuevo rey de las Islas del Sur.

Pasaron unas semanas hasta que parte del ambiente volvió a la normalidad, y un principito pelirrojo de unos seis años, ojos verdes y rostro inocente llamado Hans, se paseaba por los pasillos con el peluche de un caballo, al que había bautizado con un nombre original a pesar de su temprana edad.

—Galope, yo también estoy triste por la muerte de mami, pero tranquilo, vamos a buscar a alguien para jugar —dijo el pequeño príncipe al peluche, antes de ponerse a dar pequeños saltos hasta la puerta de una de las habitaciones para dar tres leves toques en ella con su diminuta mano—. ¿Robert?

Robert era el menor de los hermanos después de Hans, el décimo segundo.

—¿Qué quieres ahora, Hans? —preguntó con pasotismo y cierto hartazgo el hermano.

—¿Quieres jugar conmigo? —el príncipe empezó a sonreír, esperando una respuesta positiva.

—Lo siento, no juego con mocosos.

—Pero si solo me sacas un año... —A Hans se le borró la sonrisa de la boca y empezó a mirar a su muñeco mientras hacía pucheros completamente decepcionado—. Si tú eres mayor, yo también.

En aquel momento la puerta se abrió, Robert era físicamente bastante similar a Hans, con la diferencia de que tenía el pelo más largo y la cara y nariz algo más anchas.

—He dicho que no, mocoso. —y tras esto, la puerta volvió a cerrarse.

—Pues si yo soy un mocoso, tú eres un baboso —susurró el joven príncipe antes de irse rápidamente del lugar por miedo a que su hermano le hubiera escuchado, para dirigirse hacia otra puerta—.¿Grant, estás ahí?

Al otro lado de la puerta se empezaron a oír varias risas, lo que parecía indicar que había más de una persona en los aposentos.

—¿También están William y Andrew? qué bien, ¿venís a jugar conmigo? —por orden de edad, Andrew era el sexto, Grant el décimo y William el décimo primero. Las risas cesaron y el silencio reinó en la habitación, Hans pareció entender la respuesta pese a no haberla—. Jolín, gracias por ignorarme.

El pequeño príncipe se rindió y marchó hacia otra habitación con la esperanza de que esta vez las cosas fueran distintas, aún tenía varios hermanos para intentarlo.

—¿Linus, vienes a jugar? —y para su sorpresa, la puerta se abrió a la primera esta vez.

—Vaya Hans, lo siento ahora no puedo jugar contigo, pero si quieres entrar, adelante. —le invitó el mayor.

Linus era de entre todos los hermanos el séptimo y el que más se parecía al pequeño príncipe, vestía algo más desarreglado y tenía el pelo un poco descuidado debido a que prefería tener sus propias distracciones antes que seguir el estricto protocolo de la casa real, también era el hermano que mejor trataba Hans con diferencia.

—Vale. —aceptó Hans, pasando feliz con Galope al interior de la habitación mientas lo agarraba de una de sus patas.

—Mira —Linus le mostró un recipiente con arena y agua donde se encontraban tranquilamente dos tortugas—. Me encantan las tortugas, ver cómo se esconden en su caparazón y andan lentamente observando todo a su alrededor, son muy graciosas.

Frozen: El príncipe de fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora