Capítulo 7: Rumbo a las Islas del Sur.

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Pasaron varios días desde que ambos barcos zarparon de Arendelle, uno con destino a Corona en el cual se encontraba la reina Elsa, mientras que el otro se dirigía a las Islas del Sur a causa del supuesto fallecimiento del príncipe Hans, con Kristoff como representante del reino.

El destino del muchacho se encontraba más próximo que el de la reina, por lo que llegó antes a los dominios sureños, siendo una pequeña isla lo primero que avistó; no parecía muy interesante y tenía toda la pinta de estar deshabitada.

—Este debe ser el lugar donde murió Hans —dedujo Kristoff, al ver unos restos de madera quemada en la orilla y el mástil de una vela destrozada. No quiso seguir mirando la escena, pese a ser la muerte de alguien por quien no sentía el más mínimo afecto, era la muerte de una persona y aquello no era agradable, por lo que optó en dirigirse hacia el capitán de la embarcación y hacerle una pregunta—. ¿Cuánto tiempo tardaremos en llegar a nuestro destino?

—No mucho, Señor Björgman —respondió el navegante—. Calculo que en pocas horas estaremos en tierra.

—Bien, gracias. —Kristoff suspiró con alivio al saber que no tardaría mucho en bajar de aquel barco. En un movimiento involuntario volvió a observar aquella isla con una extraña curiosidad.

Hans se encontraba dormido bajo un árbol, cerca de la orilla pero fuera de la vista de viajeros como los que acababan de pasar. Había pasado los últimos días cazando comida gracias a sus nuevos poderes y bebiendo agua de un pequeño riachuelo que descendía de lo que parecía ser un viejo monte, su ropa estaba sucia igual que su pelo, y se podía apreciar el vello facial descuidado en su rostro.

Se despertó apresurado y corrió hasta que sus botas entraron en contacto con el agua del mar. El príncipe había perdido la oportunidad de hacerse con ese barco y llegar hasta la Isla del rey Klaus, su hermano mayor.

—Malditos, pagarán por no haber reparado en mi presencia. —se dijo Hans a sí mismo cargado de rabia, pensando que sí estaba a la vista de los diferentes barcos.

El príncipe alzó una mano en dirección al barco y unas pequeñas chispas rojizas empezaron a surgir en su palma; estaba a punto de lanzar aquella llamarada al barco en el que se encontraba Kristoff con intención de hundirlo y acabar con sus tripulantes, pero algo le detuvo; se giró y apreció una cancioncilla que provenía del mar, pasados unos segundos pudo visualizar un barco que se dirigía hacia su isla en la misma dirección, probablemente aquella canción se debiera a los tripulantes. El príncipe ladeó una sonrisa y su mano dejó de brillar, aquel segundo navío había salvado la vida de los que iban en el otro, Kristoff entre ellos.

Hans se quedó sentado en una roca de la orilla, esperando impaciente al transporte y asegurándose de que esta vez era completamente visible. Cuando este llegó no tuvo más que incorporarse, aquella gente le reconocería de un momento a otro.

—¡Príncipe Hans! —exclamó uno de los hombres, a lo que todos los demás dejaron lo que estaban haciendo para poner su atención en el náufrago—. Deprisa, subid. Los demás id a por una manta, comida y bebida.

Cuando se posicionaron correctamente y era posible subir a bordo, Hans accedió al barco decidido y rechazó todo lo que le ofrecieron, con gesto serio y tajante.

—Alteza ¿os encontráis bien?

—¿Hacia dónde se dirige este barco? —preguntó con un tono demasiado tenso.

—Pues a la isla de vuestro hermano, por supuesto. Iba a tener lugar su funeral, creyeron que habíais fallecido, todos lo creímos —el hombre empezó a sonreír de alivio y satisfacción—. Pero no es así, que alegría, menos mal que os hemos encontrado.

—Llevadme a la Isla de Klaus de inmediato.

—Pero Alteza, antes debemos ir a la isla más próxima para que reciba atención médica. —aconsejó el hombre, claramente preocupado.

—Está bien, si no obedecéis mis órdenes... —Hans le dirigió una mirada feroz a él y a todos los demás, sin darles una segunda oportunidad para cambiar de opinión—. Tendré que hacerlo yo mismo.

—¿Qué?

—No me pongáis las cosas más fáciles de lo que ya son —el príncipe desprendió un aura rojiza y sofocante que provocó la caída al mar de la mayoría de los tripulantes que se encontraban en el navío, y los que no, se lanzaran aterrorizados—. Tranquilos, ya vendrá otro barco a buscaros, o no, depende de vuestra fortuna.

Aquel barco era bastante similar al que había naufragado hace varios días, así que empezó a observar cada detalle del mismo. El chico hizo lo apropiado para que nadie pudiera subir al navío y caminó hacia donde estaban los recursos y la comida que aquellos hombres le habían traído para abastecerse de ello, y cuando tuvo curiosidad de mirar hacia la celda, exactamente igual a la suya, pudo apreciar cómo alguien se encontraba en su interior. Se acercó y apreció a una joven de ojos azules, cabello oscuro y liso como el firmamento, aspecto físico bastante similar a la reina de Arendelle, aunque el tono de su piel era mucho más parecido al de la princesa, y un vestido marrón bastante pordiosero. La chica se encontraba en un rincón de la prisión, mirando asustada a Hans.

El príncipe agarró uno de los barrotes de la celda y rompió su cerrojo de un potente impulso, esta vez ya no le hacía falta un arma para hacerlo, y acto seguido se dirigió a la joven.

—Tú, ¿quién eres?

—Mi nombre es Stella —se podía apreciar cómo la morena aún tenía el miedo en el cuerpo gracias a su temblorosa voz—. Vengo de...

—No me importa tu procedencia, no te he preguntado eso.

—¿Vas a abandonarme también en esta isla desierta? —quiso saber Stella, temiendo correr la misma suerte que los otros hombres.

—¿Sabes manejar un barco? —preguntó Hans, después de haber estado unos segundos valorando la situación.

—Si digo que sí, ¿no me harás nada? —la joven se estaba empezando a asustar, aquel destello ardiente que había emanado del pelirrojo hace unos minutos no era para nada normal, estaba realmente confusa y empezaba a temer por su vida.

—¡Te he hecho una pregunta! —gritó el príncipe al límite de su paciencia, saliendo de la pequeña celda y propinándole un golpe con el puño a la puerta.

—Yo he preguntado antes. —Stella descartaba en ese momento cualquier opción de salvarse, así que decidió adquirir una actitud más digna y desafiante, que no duró mucho debido a la respuesta del pelirrojo.

—Mira... —Hans se acercó a ella, conteniendo la poca paciencia que tenía y mirando a la chica fijamente de forma amenazante—. Como no tomes el timón, me encargaré yo mismo de abandonarte pero en mitad del océano.

—De acuerdo, disculpad... —Stella se levantó con el miedo en el cuerpo y se dirigió a la zona del timón pese a no tener muchos conocimientos de navegación, y confiando en que el viento estuviera a su favor el mayor tiempo posible, no sin antes hacerle una pregunta al príncipe—. Sois Hans, el príncipe de las Islas del Sur, ¿verdad?

—¿Y a ti qué demonios te importa?

—Perdón, yo no quería... —Stella bajó la mirada y subió las escaleras, era mejor no discutir por el momento. Había oído hablar de él pero nadie mencionó nunca su arisca actitud.

—Deberás obedecer mis órdenes sin cuestionarme si quieres seguir sobre este barco. —amenazó Hans dirigiendo una feroz mirada con sus ojos carmesí, detalle que había confundido a Stella desde el primer momento que le vio dado que aquel color de ojos no era común.

—Está bien, lo siento. —la misteriosa muchacha se hizo con el control del barco y mantuvo el rumbo previsto, mientras su corazón latía nervioso y sus manos temblaban a causa del miedo en el timón.

Hans sonreía triunfante al dirigirse al otro extremo del navío, cruzando los brazos y deseando visualizar la gran isla del rey Klaus. El último de los hermanos en la línea de sucesión estaba llegando por fin, iba a acudir a su propio funeral.

Frozen: El príncipe de fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora