Capítulo veinticuatro. Viejos amigos.

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Esta reunión, convención o como queráis llamarlo es distinta, se nota en el ambiente, ya los niños no están correteando por las esquinas, y las personas tienen una actitud más pretenciosa. Irwin aprieta suavemente mis dedos, haciendo que lo mire, él sonríe y yo me relajo. Ahora mismo estamos hablando con un conde, o algo de eso, la verdad es que la conversación dejó de importarme hace tiempo.

-... Entonces, señorita Hayes, ¿qué opina usted de la utilización de dinero para conseguir puestos más altos en la política?—él hombre medio calvo, canoso y orondo me pregunta.

-Me parece algo despreciable, se supone que todos deberíamos tener las mismas posibilidades y que fuese el pueblo el que decidiese por quien quiere ser gobernado, triste es que esto no se cumpla—respondo lo más tranquila que puedo. Veo como un brillo surca los ojos del conde Greenwood y es cuando Ashton decide actuar.

-Ha sido un placer conde, esperamos encontrarnos con usted en la siguiente reunión—él se despide y pone rumbo a la barra. — ¿Cómo estás?—pregunta abrazándome desde atrás.

-Agotada la verdad—digo y él se ríe en mi oreja. –Y eso que aún no hemos llegado a la cena—murmuro fastidiada. Le doy las gracias a la camarera que amablemente nos ha servido cocteles sin alcohol.

-Y aún no has conocido ni a la mitad—Irwin murmura alentadoramente. Yo suelto un quejido y él se ríe. — ¿Te apetece un poco de aire libre?—él inquiere tendiéndome su mano libre.

-¿Dónde firmo?—respondo sonriente entrelazando nuestros dedos, nos dirigimos al patio trasero de esta mansión, aunque lo de patio es más bien un eufemismo, esto es un bosque en toda regla. La brisa otoñal me reaviva, apoyo mis caderas en una pequeña barandilla, observando el jardín laberíntico que se extiende a unos pocos metros de donde me encuentro. Irwin apoya sus codos y yo lo observo, mientras él mira al frente.

-¿Qué?—él pregunta percatándose de mi escrutinio.

-Me pones en traje—susurro acercándome a su cuerpo, como si le estuviese diciendo cualquier otra cosa, él sonríe y lleva sus manos a mi cintura. He llegado a la conclusión que los dos somos muy de tocar al otro.

-No tienes ni idea de cuánto—él murmura a un soplo de mis labios, nuestros ojos están unidos y sé todo lo que no se atreven a decirme. –Dentro de un par de meses...—él habla en mi oído, colocando un tirabuzón tras mi oreja. —Podremos escaparnos a una de las habitaciones de invitados...—su aliento choca contra mi cuello haciendo que un escalofrío me recorra—y te aseguro que no va a haber nada que me detenga—él besa mi mejilla tras esa confesión que me hace sonreír.

-Me encuentro ansiosa, león —respondo acariciando su mejilla suavemente.

-Eres mi perdición—él susurra antes de unir nuestros labios, el encuentro, se nota a la legua que no es ni dulce ni suave, más bien todo lo contrario y no tengo ninguna queja con esto. Llevo escuchando hablar a hombres cuya única preocupación es analizar a las jóvenes sin que sus mujeres se den cuenta, y a mujeres cuyo único propósito es irse de vacaciones a un lugar más lujoso, con playas más grandes y en el que haga mejor tiempo que las demás. Sí, es tan espantoso como suena. Escuchamos como alguien se aclara la garganta lo que hace que nos tengamos que separar. Ambos giramos nuestras cabezas y observamos a la persona, me sorprende ver que es el chico de ojos grises de la otra vez.

-Irwin—el chico dice.

-Smith—Ashton responde.

-Parece que va a ser verdad lo que dicen... ¿Sabes? Me resulta raro ver que por fin has sentado cabeza—el habla y yo me quedo callada, acariciando la espalda de Irwin sin que el tal Smith se percate.

Unpredictable ☯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora