Capítulo 8

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Irene se estaba mareando, no podía con tanta información.
-¡Pero si no tenéis ninguna prueba! -protestó la chica.
-Es lo mejor que se puede hacer, no queremos que suceda ningún asesinato más -respondió la funcionaria.
Irene salió de la sala principal sin despedirse, eran muchas cosas para asimilar.

La joven se pasó el siguiente día entero sin ver a Dani. No podía hablar con él después de lo que le habían dicho en la sala principal. Se pasó las veinticuatro horas en su habitación y estuvo reflexionando sobre todo lo que había escuchado. La mejor tendera del reino había muerto y eso le causaba un gran dolor, y saber que su mejor amigo podía morir por algo que no había hecho... Por la noche, la chica no quiso pensar más y decidió dormir pronto para poder madrugar al día siguiente e ir al bosque a tranquilizarse.

Por la mañana, decidió bajar al sótano para recoger a Luna y llevársela consigo al bosque. Al abrir la puerta, Dani le saludó:
-Buenos días, ¿cómo te has levantado tan temprano?
-He venido a recoger a Luna, voy a ir al bosque y me apetece pasearla conmigo para que respire un poco de aire fresco -respondió Irene con seriedad y sin mirar a Dani a la cara.
-¿Estás bien? -preguntó Dani.
-Sí, solo estoy un poco cansada -mintió la reina.
Poco después, Irene cogió a la potrilla y salió del sótano.

No se fue al bosque directamente, primero pasó por su habitación para ponerse ropa cómoda y zapatillas deportivas y fue al gran salón para recoger a su loro Pitxi, quien se posó sobre su hombro como de costumbre. Entonces, salió por la gran puerta de su palacio.

Cruzó el reino andando, Luna todavía era muy pequeña para que alguien montara encima de ella, por lo tanto, Irene la llevaba con una correa como si fuera un perro. Al ir con unas gafas de sol y una visera nadie la reconoció y eso le agradó mucho. Al llegar al bosque decidió caminar hacia el río para descubrir si Luna reaccionaba al igual que River. Dejó que Pitxi volara en libertad y se dirigieron al río. Irene decidió soltar a Luna y esta echó a correr con un relincho de alegría. Irene sonrió, una de las cosas que más le gustaba, era ver libres a los animales. Irene llegó al río un tanto cansada, se le hacía difícil seguir el ritmo de la pequeña yegua. Allí descubrió que a Luna le gustaba tanto el río como a River y eso le hizo feliz. Después de eso, decidió volver al palacio.

Al llegar lo primero que hizo fue ir a su habitación para ponerse un vestido y a continuación, bajó al sótano, ya era hora de hablar con Dani.

-Hola -saludó Irene al llegar al sótano.
-Hola -respondió Dani.
Irene se acomodó en un par de cojines que hacía ya un tiempo, había robado Dani.
-Tengo que decirte algo -dijo la joven.
Dani iba a comentar algo pero se calló al ver la seriedad que había en sus palabras.
-Quieren matarte -dijo Irene sin rodeos- , creen que has matado a una tendera y a una yegua porque mataste a otra mujer.
Dani empezó a preocuparse.
-Pero... -arrepentido de la frase que había empezado, calló.
-¿Pero qué?
Dani resopló.
-En realidad no maté a nadie, no aposté con ninguna mujer. Al salir de la tienda de mascotas, me encontré con un hombre que me amenazó con la muerte si decía algo a alguien.
-¿Si decías qué? -preguntó Irene con intriga.
-Ese mismo hombre mató a la mujer y me cedió el cuchillo ensangrentado que había utilizado para que yo pareciera el asesino.

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