Capítulo 26

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Clara se despertó y saludó a Emma, que ya estaba despierta. Entonces, la detective le hizo la siguiente pregunta:
-¿Me haces un favor?
-Claro -respondió la chica educadamente.
-¿Podrías despertar a mi hermano? Es un dormilón y no le gusta que yo le despierte, pero seguro que a ti te hace más caso.
Clara asintió y se marchó en dirección a la habitación de Dani.

En la habitación de Helena solo Irene estaba despierta. No había dormido muy bien, había estado pensando en demasiadas cosas. Decidió marcharse lo antes posible, debía dejarle intimidad y espacio a Helena. Pero antes de eso, subió a la litera de arriba y le dio un beso en la frente. Se dirigió a la puerta de la casa y salió sin hacer ningún tipo de ruido.

-Daniel, despierta -susrró Clara entre la oscuridad de la habitación de Dani.
Este, no se movía y la chica decidió alzar la voz.
-Daniel, despierta -repitió con un tono de voz neutro.
Dani solo se movió entre las sábanas y Clara optó por la opción más sencilla para despertarle.
-¡Daniel, despierta!
El chico se levantó de golpe y lo primero que dijo fue:
-¿Quién es Daniel?
Clara suspiró fuertemente y le dijo:
-Tú, tú eres Daniel.
A Dani se le veía confuso.
-Es cierto, yo soy Daniel. Aunque todo el mundo me llama Dani. Tú eres... Clara, ¿verdad?
-Sí, es hora de levantarse, tu hermana me ha mandado despertarte.
-¿Emma? -preguntó Dani.
-¿A caso tienes otra hermana? -dijo Clara sarcástica.
Dani negó con la cabeza y se levantó.
-Ha sido un placer que me despiertes -dijo el joven.
La chica no añadió nada más, giró la cabeza y se marchó de la habitación.

Irene necesitaba recapacitar todo, estaba de camino al palacio. No le apetecía estar con nadie en ese momento. Debía estar sola, y aunque sentía que le iba a explotar la cabeza si no le decía a nadie el problema de Helena, le respetaba y debía ser leal a ella. 《Necesito encontrar un sitio en el que nadie sepa que estoy》pensó la joven. Decidió ir al sótano, casi nadie sabía de la existencia de ese lugar y Dani no había entrado durante meses. Y allí fue.

Helena se despertó y vio que Irene no estaba allí. Eso le causó tristeza pero decidió ignorar ese sentimiento y se dirigió al comedor. Toda esa situación era difícil pero sabía que con la reina Irene todo se arreglaría. Iba a la cocina para prepararse el desayuno pero de pronto, vio un papel sobre la mesa del comedor que no estaba la noche anterior. Se fijó mejor, era una nota. La leyó para sus adentros:

Hola, cuando me he despertado, he visto que seguías dormida. He decidido marcharme para dejarte intimidad. Si quieres buscarme, estoy en el palacio.

La reina Irene.

Helena, por un lado, se sentía apenada porque Irene se había marchado. Por otro lado, estaba contenta porque la reina había decidido dejarle intimidad para ordenar sus sentimientos en esa situación que estaba sufriendo. La chica no dijo nada y se llevó la nota consigo a la cocina.

Dani ya estaba preparado, estaba deseando desayunar. El día anterior había acordado con la cocinera que habría gofres. Lo mejor de se ser un príncipe era que nadie, salvo su madre Irene y su hermana, podía hacer caso omiso a una orden suya. Pero antes de ir a la cocina, decidió buscar a su mejor amiga. En primer lugar, pensó en ir al bosque, ya que no le encontraba por el palacio. Pero sin ningún resultado, tuvo que volver. Estaba hambriento y no podía aguantar más, tuvo que coger unos deliciosos gofres, y tras un breve descanso, continuó con su búsqueda. De repente, tras pensar un poco, descubrió que Irene podía estar en el sótano. Bajó por las escaleras, abrió la puerta, y en efecto, allí estaba.

-¡Traigo gofres! -gritó Dani- Se han enfriado un poco, pero siguen estando deliciosos.
Irene no dijo nada y sonrió.
-¿Qué haces aquí? -preguntó el príncipe.
-Estoy recapacitando.
Dani se puso serio.
-¿Sobre qué?
Irene no pudo aguantar más y lo soltó todo.
-Fue Helena quien mató al mercader, fue por una confusión, pero no deja de ser una asesina.
-¿Vas a condenarla?
Irene no respondió y los ojos se le llenaron de lágrimas.
-Sabes que eso va contra la ley, ¿no? -dijo Dani.
Irene asintió llorando.
-¿Y qué vas a hacer?

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