Capítulo 24

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Al despertar, Helena y Clara salieron de su casa. La hermana pequeña iba lentamente y temblando.
-¿Qué te pasa? -preguntó Helena.
-Estoy un poco nerviosa, nunca he ido al médico.
-No te preocupes, yo tampoco. Es solo una revisión. Tampoco te van a cortar la pierna.
Clara se rió y siguieron su camino al palacio.

Eduardo estaba junto a la puerta y vio que Helena y Clara se acercaban hacia él.
-¿Podemos ver a la reina Irene? -preguntó Helena.
-Necesito -explicó el guardia- el permiso de la reina y...
Al funcionario no le dio tiempo de terminar la frase porque la puerta se abrió desde dentro y apareció Irene.
-Entrad, el médico está esperando -comunicó la reina.
Eduardo puso una mirada confusa pero abrió más la puerta y Clara y Helena entraron.

Dani estaba al otro lado de la puerta.
-Hola chicas, por allí se va a la enfermería -explicó el joven.
-Gracias -respondió Clara.
Todos fueron hacia esa dirección y al llegar, Helena e Irene se dieron la vuelta y se marcharon por otro camino.
-¿Tú te quedas? -le preguntó la paciente a Dani.
-Sí, hace poco que me contrataron como el ayudante del médico.
-Oh, ¿te gusta la medicina?
-Sí, aún estoy estudiando para ser médico.
Clara sonrió, con uno de los amigos de la reina, le daba más confianza esa revisión. De repente llegó el médico y todos se metieron en la enfermería.

Helena y la reina estaban conversando en el gran salón.
-¿Ya estás mejor en cuanto a lo de Ariana? -preguntó la frutera.
-Sí, ayer fui al bosque con Emma y me despejé bastante.
-Me alegro -dijo Helena.
En el fondo, Helena tenía envidia de Emma. Muchas veces pasaba tiempo con Irene y pensar que la reina elegiría antes a la detective le causaba un dolor inexplicable.
-Ya que ayer no pudimos cenar juntas a causa del asesinato de tu funcionaria -dijo Helena- , podemos cenar en mi casa esta noche. Solamente si te apetece.
-Sí, me apetece mucho. Además el palacio es demasiado grande y está lleno de gente. Seguro que en tu casa nos molestarían menos -respondió Irene.
Helena asintió con la cabeza y acto seguido, sonrió. De pronto llegó Clara al gran salón.
-¿Qué te ha dicho el médico? -preguntó la hermana mayor inmediatamente.
-Solo son heridas y moratones, se sanan solos, no hace falta nada. Está claro que no sabes nada de medicina.
-Clarísimo. Pero cuando no sepas bien que ocurre, hay que ir a la enfermería -aconsejó Helena sonriente.

Dani y Emma estaban juntos en la habitación del príncipe. Hablaban de cómo les iba últimamente y Emma no pudo aguantarse más, le dijo a su hermano todo lo que sentía.
-Una pregunta, ¿alguna vez has sentido que tus pulsaciones van a mil solamente con mirar a una persona?
-Sí -respondió Dani- , ahora dime, ¿de quién estás enamorada?
Emma no esperaba que su hermano respondiera tan rápido y tras un suspiro, dijo:
-De la reina Irene.
Dani sonrió.
-Yo también tuve mi época.
-¿También estuviste enamorado de ella?
-Así es.
Emma se puso a reír.
-Y noto que tienes algún problema, yo también lo tuve.
-¿Cuál? -preguntó la detective todavía entre risas.
-Es lesbiana.
Emma se echó a reír más fuerte.
-Al menos tengo más posibilidades que tú.
Dani le dio un golpe en el brazo y Emma se quejó.
-Fue duro en su momento. ¿Cuál es tu problema? -preguntó el chico.
-El problema es que está claro que a ella le gusta Helena.
-Lo mejor es dejarle, todo puede estropearse. Haz lo mismo que hice yo, deja que pase el tiempo y ese sentimiento se te irá olvidando.
Emma sonrió y asintió.

Llegó la noche e Irene y Helena estaban en el comedor de la casa cenando tranquilamente.
-Que bonita es tu casa -comentó Irene.
-Lo admito, es demasiado pequeña.
-No, es cierto, es muy acogedora.
Ambas sonrieron.
-Que buena está la comida -añadió la reina.
-Gracias, en la familia siempre hemos sido buenos en la cocina.

Clara iba a ir al comedor pero vio a Helena y a la reina y decidió no pasar para dejarles intimidad.

Las dos chicas siguieron cenando y con el postre, Helena se manchó la boca. Irene cogió una servilleta y le limpió los labios. Inmediatamente, dejaron de cenar y se miraron fijamente a los ojos. Irene no pudo aguantar más y decidió dar el primer paso acercando su cabeza a la de Helena. La tendera repitió la acción y los labios de las dos jóvenes quedaron casi rozando. Irene iba a acercarse más pero de pronto, Helena se echó hacia atrás.
-No puedo hacerlo.
Y así salió corriendo del comedor e Irene se quedó en el comedor sin saber cómo reaccionar.

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