Capítulo 14

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-¡¿Otra muerte?! -gritó Irene desesperada.
-Sí, de un mercader llamado José.
-No le conozco.
-Se encargaba del puesto de legumbres -explicó el funcionario.
Irene se hundió el rostro entre las manos y fue corriendo al puesto de legumbres.

Ahí estaba, el mercader, en el suelo con una gran herida en el pecho. Irene empezó a llorar y toda la gente le estuvo mirando hasta que se fue al palacio.

Allí encontró a Dani que había llegado antes y ambos estuvieron hablando de los recientes hechos.
-No me puedo creer que haya habido otro asesinato -dijo la reina.
-Sí, aunque la verdad es que la última vez estaba mucho más nervioso, estaba en peligro de muerte.
-¿Seguro que no recuerdas nada más del asesino? -preguntó la chica.
-Hay algo... -estuvo pensando el príncipe hasta dar con lo que quería decir- Sí, recuerdo que tenía una cicatriz en el brazo.
-¿En qué brazo?
-Eso no lo recuerdo bien.
-Bien, no pasa nada, está bien tener más información -dijo la joven.
-¿Vamos a cenar? -preguntó Dani.
-Por supuesto, vamos.

Irene y Dani cenaron juntos y enseguida se fueron a la cama. Los dos, sobre todo Irene, estaban preocupados por el reciente asesinato, el asesino no pararía. Tenían que encontrarlo cuanto antes.

Irene se despertó a las diez y se estuvo preparando para salir con Emma a intentar encontrar al criminal. Estaba todavía cansada por lo que había sucedido el día anterior, necesitaba quitárselo de la cabeza, la prioridad era encontrar al asesino. A continuación, se fue al gran salón a desayunar y a alimentar a su loro y se dirigió a la puerta de salida del palacio.

Irene se quedó esperando en la puerta y tres minutos después, justamente a las once, llegó Emma. La reina notó que la detective lucía diferente, esta vez llevaba un vestido rojo que solo le tapaba hasta las rodillas y en su pelo se formaba una coleta de mechones pelirrojos.
-Hola Emma -saludó Irene.
-Buenas Irene, ¿preparada para comenzar con nuestra búsqueda?
-Por supuesto -dijo la reina colocando sus manos en las caderas.
Las chicas abrieron la puerta y salieron al exterior.
Estuvieron buscando a gente alta pero tenían un problema, la mitad de la población era de ese tamaño.
-¿Sabes de algún rasgo más? -preguntó Emma.
-Sí, antes Dani me ha dicho que el asesino tenía una cicatriz en un brazo.
-Bien, eso nos facilitará la búsqueda.
Siguieron buscando pero no encontraban a nadie alto que tuviera una cicatriz en el brazo. Al terminar, llegaron al palacio con las manos vacías y decidieron verse el día siguiente por la mañana.

Irene estuvo comiendo con Dani y él le dijo que iba a dar una vuelta por el bosque. Ella decidió volver a pasear por el mercado.

Estuvo dando vueltas y por si acaso, llevaba encima el monedero. Estuvo pasando todos los puestos. Los que más rápido pasaba eran los de joyas, no le gustaban un pelo. La única joya que tenía en el palacio era su corona. De pronto, le entró hambre y por suerte llegó a un puesto de fruta. Cogió unas manzanas y se fijó en que la tendera le había reconocido.
-Hola, reina Irene.
-Hola, no le digas a nadie que me has visto, por favor.
Entonces Irene se fijó con más detalle en cómo era la tendera. No era flaca pero tampoco tenía sobrepeso, tenía los ojos marrones al igual que su castaño largo y liso pelo. Su piel era muy clara y unas pecas adornaban su cara.
-No te preocupes.
-Una cosa, ¿cómo te llamas?
-Soy Helena.
-Y no quiero ser muy curiosa pero, ¿cuál es tu edad?
-Tengo dieciocho años, me alegro mucho de conocerte.
-Igualmente.
Irene se arrepintió de lo siguiente que hizo pero se marchó sin añadir nada más.

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