Capitulo 19 Rey Jan

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Nota: este capitulo puede contener mucha violencia y al lector se le recomienda discreción.... Este capitulo esta dedicado al pasado de Jan.


Haciendo que su hermano que se ocultara en el estante y haciendo que viera a la pared y que se tapara los oídos, repitiéndolo desde hacían durante muchos años.

- Hola hermano - es lo que decía luego de que su padre se iba y le extendía la mano para sacarlo del armario.

- ¿Estas bien? - no te preocupes, Los brebajes no pueden hacer mucho.

No se dio cuenta hasta que cumplió doce años cuando su padre intento darle lo mismo y su hermano se interpuso.

- Como te atreves! - dice el Rey.

- ¡Jamás le darás eso a Jan! - respondió alterado - no le aras lo que le hiciste a mamá y a mi durante años!

Golpeándole y lanzándolo lejos, sale de la habitación.

En esa época los jóvenes príncipes no confiaban en nadie, no tenían sirvientes ni caballeros por orden del Rey.

El Rey ordeno a uno de sus guardias más fieles y que no discutía decisiones que enceraran a sus hijos en las mazmorras y los encadenaran.

Sin falta el caballero cumplió sin hacer pregunta alguna, encerrándolos en la más fría y oscura mazmorra, con las cadenas recién reparadas para que sean firmes y no los dejen escapar.

- Mi Rey, esta listo, sus hijos están encerrados firmemente en la mas ocurra y fría celda.

- Bien hecho, prepara el látigo y los venenos.

- Si señor.

Y ya en unos minutos que quedo listo se dirigieron por los pasillos subterráneos húmedos que habían, hasta llegar a la celda y abrirla, dirigiéndose dentro, el Rey tomo el látigo y lo azotó contra la espalda del joven, por primera vez, sin decir ni una sola palabra, y el le respondió con su silencio, sin gritar ni llorar, haciendo que el rey se enojara más si lo siguió golpeando. La espalda del joven príncipe estaba derramando cada ves más sangre de esas heridas abiertas, hasta que el Rey se canso de él, y se dirigió al más joven, ya que el otro se desmayo.

Los latigazos eran tan duros para el pequeño que sus gritos le retumbaban los oídos al Rey mientras que este reía en el sufrimiento de su hijo, y dice:

- ¿Qué prefieres, más azotes o esto? - mostrándole las botellas con líquidos de color.

- Esta bien - responde asustado - beberé eso.

Lo bebe y se siente em agonía, queriendo desgarrarse la garganta y rodar por el suelo, pero las cadenas y las heridas abiertas de sus espalda se lo impide, dándole un ultimo latigazo, que le marca desde la cara asta la espalda que lo hace sangran.

- ¡Bébelo todo! - le ordena el Rey.

Obedeciéndole, este se desmaya al no soportar el dolor de su espalda y el veneno, así es como el Rey se retira, mientras que sus hijos están inconscientes, y por orden del Rey el caballero los desata y los deja en la paja, ya que en las celdas no habían camas, si no paja.

La sangre escurrían por sus espaldas y las celdas estaban fétidas con el olor de la sangre, ya que su padre todos los días les visitaba con el regalo del látigo y el veneno, el cual hacia que sus heridas cicatrizaran más lento, y se veían mucho mas delgados ya que su alimentación era nula, las heridas aun abiertas se habrían más cuando les daba más latigazos.

Los días transcurrían y se hacían más fríos, sin saber cuanto tiempo había pasado de que fueron encerrados, cada vez que volvía el rey los látigos y los venenos eran peores, las marcas de las esposas no desaparecían y sus recuperación tardía por tanto veneno y golpes, era tanto el agotamiento que se agotaron de llorar y hablar, mientras que la sangre bañaba sus cuerpos jóvenes.

- Ya hace dos meses que están aquí, esto se a convertido en su habitación - dice el Rey riéndose de los jóvenes, y se retira.

Esa noche una mujer, con dos hombres aparece mirando a los niños, y abriendo las celdas.

- Dos años estuve en esta prisión, después de casarme con este bastardo, y luego de dar a luz pude escapar - dice susurrando - tomen a los niños - gracias por cuidar de Jan todos estos años, joven príncipe.

Los hombres toman a los niños, en sus brazos, mientras que la mujer, levanta, la linterna para iluminar el camino de la salida.

- Mi Reina, súbase al carruaje - dice un hombre cuando ya están en el bosque.

- En el pueblo encontraremos a un curandero - dice el hombre que maneja el carruaje, mientras que los otros dos, suben a los niños en el carruaje.

- La emperatriz murió hace un mes, y el príncipe, no apareció, según los rumores, ya sabemos la razón - dice uno de los hombres, mientras subían a un caballo y perseguían el carruaje, logrando escapar con éxito.

- ¿Cómo están los príncipes, mi Reina? - pregunta el que conduce el carruaje.

- Están cansados, yo logre escapar hace doce años, y estos niños, están pasaron por lo mismo.

- Ahora estarán mejor mi Reina, es su madre después de todo - le dice alegre - destronaremos al Rey y usted podrá proteger al hijo de la emperatriz fallecida y a su hijo.

En ese momento despierta.

- Hace años que no tenia ese sueño - sonrió y recordó que cuando despertó su madre estaba a su lado luego de vivir años alejado de ella.

- Feliz cumpleaños padre - entran Eric y Sofia abriendo la puerta con sus hermanos en los brazos y la sirvienta junto al mayordomo traían el pastel y los obsequios.

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