8.- Rivers

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"The coil in which we're living
Is more than another prison
The scheme of life became deranged"

El anciano vestido de negro observó su adquisición luego de recorrer los campos de batalla de lo que fue Xian Le y ahora era Yong An. Habían pasado algunos años desde la guerra y la epidemia de aquella horrorosa enfermedad que le hacía crecer rostros a uno, esa era una de las razones por las que el hombre se había negado a ir hacia allá. ¿Y si la enfermedad del rostro humano no había sido erradicada y se le contagiaba a él? Era un temor persistente, después de todo a Xian Le se le comenzaba a conocer como un reino maldito que había visto el nacimiento de un dios de la desgracia, una divinidad que había bajado de los cielos solo para poner los clavos en el ataúd de su tierra.

Sin embargo, el hombre había logrado reunir cerca de diez luces fantasmales, así que había terminado por ser un buen negocio. ¡Podría vender cada una de ellas como linternas festivas y nadie se daría cuenta! Rápidamente metió cada fantasma en una linterna y las selló todas con un hechizo, el cual mantuvo apresadas y confundidas a todas esas luces... excepto a una.

— ¿Ah?— soltó el hombre levantando la linterna, observando a aquel pequeño fantasma que se movía erráticamente de un lado a otro—. Eres muy insistente, lucecita. Seguro podré obtener un poco más de dinero por ti.

Es decir, nadie se negaría a tener una luz danzarina, ¿verdad? Sin duda, había sido un buen negocio para él, sí que sí. O por lo menos así lo era hasta que un joven que se quería hacer pasar por un príncipe heredero le regateó, casi obligándolo a venderle todas las lámparas por unas cuantas monedas. Pero era mejor eso a quedarse sin nada, porque ahora que ese mocoso impertinente había intervenido arruinando su negocio no encontraría a nadie que le comprara sus linternas así que se fue refunfuñando con el poco dinero que el joven llevaba encima.

Y aquella lucecita fantasmal reconoció a la persona frente a él con tan solo mirarlo.

— Su Alteza.

Ese fantasma sin nombre sintió la mayor alegría de este mundo cuando la persona volteó hacia él. No se había equivocado. ¿Cómo podría hacerlo? No olvidaría la gracia del Príncipe Heredero aun si terminara por desvanecerse.

— ¿Me estabas llamando? ¿Me reconoces?

La pequeña bola fantasmal se animó, moviéndose de arriba abajo como si estuviera asintiendo, feliz de que Su Alteza aceptara hablar con él.

— ¡Por supuesto que lo reconozco!

— ¿Por qué te has quedado aquí?— preguntó el Príncipe Heredero, confundido—. ¿Me he saltado un paso?

— No, usted no hizo nada mal. Soy yo quien no quiere irse.

Aun tengo alguien a quien proteger

— ¿Tienes un deseo incumplido o un afecto?

— Sí.

— Entonces... ¿por qué no me lo dices? Si puedo ayudarte haré lo que pueda.

— Tengo un ser querido que aún sigue en este mundo.

Su Alteza asintió, pensativo.

— ¿Es tu esposa?— preguntó.

— Jamás nos casamos. De hecho, nunca hablamos realmente, creo incluso que no me recuerda.

— Entonces... ¿Cuál es tu deseo?

— Quiero protegerla.

Quiero cuidarlo como él cuidó de mí. Me volveré fuerte, me volveré su igual para poder protegerlo

La estrella de la soledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora