16.- Lagertha

322 67 2
                                    

“And I yearn to burn your wretched kind and be rid of the scum that you breed”

Un resplandor tenue se hizo presente en la oscuridad de la noche. Una pequeña mariposa plateada aleteaba alegremente ante los azorados ojos de los pocos que permanecían despiertos a pesar de la hora. Algunos incluso se acercaron para admirar tal belleza antes de seguir su camino y hubo algunos cuantos que siguieron a la mariposa con curiosidad para adivinar hacia dónde se dirigía. Su sorpresa fue enorme cuando la vieron entrar a un templo y detuvieron sus pasos en la entrada del mismo, viendo cómo aquella pequeña belleza de plata se posaba delicadamente sobre el altar.

Un segundo después, con un aleteo, el templo se prendió en llamas.

— ¡Traigan agua!— exclamó uno de los presentes, corriendo—. ¡Pronto! ¡El templo se incendia!

Sin embargo, de nada sirvieron sus esfuerzos, ya que el fuego fue difícil de apagar hasta que todo el templo ardió por completo dejando una estructura insalvable que se cayó a pedazos a la primera. Los pobladores no podían explicarse lo sucedido, no podían entender cómo era posible que un incendio fuera así de destructivo y poderoso.

— Es una pena— dijo uno de los pobladores—. ¡No quedó nada!
— ¡Tonterías!— exclamó alguien más—. Comstruiremos un nuevo templo para suplantar este, ahora.

Pero aquellas buenas personas se llevarían una sorpresa cuando los cimientos que habían construido se derrumbaron volviéndose inservibles, y en los días posteriores se llevarían una gran sorpresa cuando las noticias llegaran, descubriendo que cientos de templos, sin distinción, habían ardido en una sola noche.

Cientos de santuarios repartidos a lo largo y ancho del territorio, todos destruidos sin posibilidad de recuperarse.

°°°°°

— ¡Una noche! ¿Cómo ese maldito fantasma pudo arrasar con todo en una sola noche?

Hua Cheng escuchaba con interés la conversación de la corte celestial a través de un desafortunado oficial del Cielo Medio que había caído en sus manos. Podía imaginar el escenario en el cielo: 33 dioses desesperados por su inevitable caída al olvido, tratando con todas sus fuerzas de evitar el destierro que eventualmente llegaría. Pensó en Jun Wu, el Emperador Celestial, viéndose obligado a echar fuera a gran parte de su corte por la falta de méritos y oraciones. Pensó en como esos idiotas envidiarían el buen tino de los únicos que no aceptaron el desafío.

Ojalá pudiera estar ahí para ver las expresiones de esos dos traidores.

No importa ahora. Ajustaré cuentas con ellos después

— Gran Señor, ¡tiene que hacer algo!
— Lamentablemente no hay nada que pueda hacer.

Fue en ese momento que el rey fantasma decidió intervenir alegremente.

— ¿Qué esperan que haga? ¿Arreglar el problema que ustedes mismos crearon? ¡Por favor!

Hua Cheng sonrió con el silencio que siguió a sus palabras. Imaginó los rostros orgullosos de todos esos dioses arrogantes retorcidos en muecas de horror y gestos desesperados de abandono. Tal vez algunos estuvieran molestos, pero le daba igual: nada cambiaría el hecho de que había conseguido lo que quería: humillar a esos oficiales que habían pisoteado a su persona amada.

— Para estas alturas ya deben saber de dónde provengo, pero en caso de que no, déjenme aclarar sus pequeñas mentes— dijo el fantasma—. Yo emergí del monte TongLu. Así que, mis señores, ya que ustedes no tienen palabra, me he tomado la molestia de cumplir lo que ustedes prometieron ante mí y ante cientos de mortales. Espero que hayan disfrutado sus años de gloria, porque no los volverán a tener.

Tras decir esto, Hua Cheng cortó la comunicación con la corte celestial y dejó ir al oficial. Aún tenía trabajo por hacer. No descansaría hasta que esos dioses fueran echados definitivamente, lo cual, eventualmente, pasó: cada construcción dedicada a alguno de esos dioses fue destruida y la gente dejó de tener interés por desperdiciar materiales en templos que caerían sobre sí mismos sin estar terminados, sumando eso a la decepción de sus creyentes por haberlos visto ser derrotados por un fantasma.

El declive y posterior desaparición de esos 33 oficiales celestiales era algo inevitable.

°°°°°

Durante años posteriores se hablaría de este y los días siguientes. La leyenda hablaría de un fantasma con ropas rojas como el arce, de pie frente a un gran incendio, se hablaría de cómo logró pisotear la dignidad del cielo asestando un duro golpe a los dioses y a la fe de los mortales, se hablaría de como muchos de estos mortales dejaron de orar a esos dioses caídos y depositaron sus méritos en ese Supremo Rey Fantasma, quien respondería a sus plegarias siempre y cuando lo quisiera.

La leyenda del misterioso fantasma de rojo que sería temido en los tres reinos comenzaba a escribirse.

La estrella de la soledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora