22.- Invisible

318 56 20
                                    

"Invisible no one seems to care
A silent ghost, an innocent
Invisible, nonexistent
A smothered spark damned in this farce"

La noticia de que un dios había sido desterrado del cielo corrió como pólvora a lo largo y ancho del reino fantasmal.

No era para menos: muchos fantasmas habían sufrido a manos de los dioses, ya sea por haber sido expulsados de sitios que habían adoptado como su hogar, o por haber desvanecido a amigos o compatriotas. Incluso había algunos que sobrevivieron por los pelos luego de enfrentarse a alguno de esos pavorreales que solo estuvieron buscando pelea cuando ninguno había causado problemas a los mortales. Era por eso que cuando un dios era expulsado todos los fantasmas se abalanzaban en tropel contra el pobre tipo que tendría que pagar por afrentas que ni siquiera eran suyas.

A Hua Cheng le tenía sin cuidado el destino del infortunado mientras no se tratara del imbécil de He Xuan.

Como nadie se dignó a decir quién había sido desterrado, el Supremo de rojo tuvo que ponerse en contacto con su compañero por medio de su matriz espiritual. Habían intercambiado contraseñas, pero solo Hua Cheng había utilizado la de He Xuan para molestarlo de vez en cuando.

"Oye. No fuiste tú el imbécil desterrado, ¿verdad?"

Por lo general, He Xuan respondía las provocaciones de Hua Cheng con un seco "vete a la mierda" antes de pasar a las cuestiones importantes, pero esta vez no fue así: el rey fantasma tardó en responder, y cuando lo hizo dijo solamente una frase:

"No. El desterrado fue un dios marcial"
"Dime que el idiota fue Mu Qing"
"No, para tu desgracia"
"¿Feng Xin?"
"No es alguien a quien conozcas. Jamás te hablé de él"

Hua Cheng frunció el ceño con algo de molestia.

"¿Te atreves a guardarme secretos? Podría aumentar tu deuda por esto"

He Xuan no pareció afectado en absoluto por esta amenaza.

"Él es uno de los pocos dioses que valen la pena"

¡Ja! Tonterías

Su dios había dejado la vara muy alta en ese aspecto, pero decidió darle el beneficio de la duda en consideración a He Xuan, que con el tiempo transcurrido allá arriba había visto muchas cosas que demostraban el acierto de Hua Cheng al abandonar el cielo. Era un nido de víboras de lo más terrible.

"Entonces... ¿Quién es él?", preguntó casualmente, casi con descuido.

Las imágenes que He Xuan le mostró lo sacudieron de una forma que no habría podido anticipar. Antes siquiera de ser plenamente consciente de lo qué hacía, Hua Cheng salió de Mansión Paraíso lanzando mariposas en todas direcciones buscando a ese dios.

Tenía que encontrarlo antes que todos los demás fantasmas.

°°°°°

— Tu nombre es Yin Yu, ¿cierto?

El hombre frente a él tembló de miedo. Al igual que los otros dioses, había escuchado sobre aquel legendario desafío donde Hua Cheng ridiculizó a la corte celestial y se preguntó porqué de repente parecía tener interés en él. Después de todo, él ya no pertenecía a ellos: había sido expulsado por un error que no había pensado cometer. Era un fracaso incluso para sí mismo.

— Sí— respondió finalmente con resignación.

Hua Cheng sonrió con suficiencia. Ahora que lo pensaba con detenimiento, podía decir que la injusta situación de Yin Yu le había retorcido algo en su interior: ver como era acusado de intentar hacer daño a su shidi por causa de algo que no estaba bajo su control le hizo sentir pena por él, sobre todo por el hecho de que había intentado arreglarlo y le fue realmente peor. Era un caso totalmente desafortunado.

Se escuchó el sonido de cadenas acercándose con rapidez. La respiración de Yin Yu se volvió errática y sus pupilas se dilataron con terror mientras se ponía en pie, trastabillando hasta caer de nuevo al suelo.

— Por favor— musitó en una súplica—. No fue mi intención, lo lamento. Por favor, no me atormentes más, Jian Yu...

Un espectro apareció arrastrándose por el suelo pesadamente, lo que causaba el sonido de cadenas. Era un fantasma feroz, incansable en su objetivo, y sin importar nada se acercaba al antiguo dios, que tenía miedo tan solo de mirarlo. Hua Cheng dirigió una mariposa hacia él y, tomando suavemente a Yin Yu del hombro, dijo:

— Míralo.

Yin Yu se negó al principio, pero al cabo de un rato volteó lentamente para enfrentarse con su shidi, su oficial celestial desterrado con él, muerto al poco tiempo. Para su sorpresa, lejos de encontrarse cara a cara con el espectro demacrado que lo había perseguido, vio al joven shidi que lo había seguido desde temprana edad, sonriente y lleno de esperanza.

— Shixiong— dijo con la voz enérgica que lo había caracterizado.

Yin Yu pronunció su nombre con la voz quebrada, quedando de rodillas frente a él.

— Jian Yu... lo siento.
— No tienes por qué. Fue mi error— dijo Jian Yu—. No debí entregarle el Brocado Inmortal a Quan YiZhen, pero me molestó tanto todo lo sucedido. No quería que nadie te olvidara.
— Ya no importa. Me olvidarán de todos modos.
— Yo no. Para mí tú siempre serás un dios. Aunque no esté más, pensaré en ti como la gloriosa Alteza guardiana del oeste.

Con un suave aleteo, el fantasma de Jian Yu se desvaneció y finalmente Yin Yu rompió a llorar, desconsolado. Sintió como el rey fantasma volvía a poner una mano en su hombro, y al levantar la vista vio su otra mano extendida hacia él.

— Ven conmigo.

Hua Cheng sabía que ya no le quedaba nada, por lo que estaba dispuesto a acogerlo, y sin pensarlo demasiado Yin Yu tomó su mano.

°°°°°

— Este es Xianxian Yue Shi, y será mi oficial. Cualquiera que llegue a faltarle el respeto se las verá conmigo.

Los fantasmas de la ciudad lo recibieron cálidamente, entre exclamaciones y afirmaciones de que no pasaría nada. Solo un idiota se metería con aquellos a quienes Hua Cheng decide proteger. Luego del breve anuncio, ambos vuelven a Mansión Paraíso y, después de indicarle cómo funciona el lugar, Hua Cheng decidió dejar a solas a Yin Yu.

Xianxian Yue Shi. El oficial de la luna menguante.

Sin duda era un título apropiado para un dios en decadencia. Yin Yu no pudo evitar echar un vistazo a Hua Cheng conforme éste se alejaba, para después mirar la máscara que sostenía en sus manos: una máscara blanca con una sonrisa de media luna, a la que se le habían pintado algunas lágrimas.

— Será mejor que la uses- le había dicho Hua Cheng al entregársela—. Mientras menos gente sepa quién eres, será mejor para tí.

Yin Yu no sentía que hubiera acumulado un gran reconocimiento, pero aún así decidió usar la máscara al considerarla un gesto de buena voluntad de parte de su nuevo señor. Sin embargo, no pudo evitar notar la leve melancólica que nubló las facciones de Hua Cheng al ver el objeto.

Era como si se estuviera desprendiendo de algo importante y doloroso para él.

La estrella de la soledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora