12.- Forbidden Gate

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"Doko e yukeba wasurerareru? Habataku toritachi yo
Kono omoi ga mienai mirai e to yukou
Ochite yukeba tadori tsukeru?"

El primer nivel de la cordillera había sido superado.

— Mamá, ¿cuándo vamos a salir de aquí?— dijo la niña—. Tengo miedo.
— Pronto, Maomao, pronto saldremos de aquí— dijo su madre tratando de consolarla.

La niña miró a Wu Ming, que se encontraba un poco alejado del grupo. El fantasma tenía la mirada fija en el lugar donde se encontraba: a todas luces parecía ser una ciudad en ruinas, un lugar que mucho tiempo atrás había sido habitable... un momento. Una construcción extrañamente familiar llamó la atención de Wu Ming, que se dirigió hacia allá en un santiamén para observar más de cerca y confirmar su apreciación. Un escalofrío recorrió su cuerpo a pesar de estar muerto con la comprensión de lo que estaba viendo: ¡era un templo de adoración!

¿De qué se trata todo esto?

El joven deseaba inspeccionar más a fondo, pero con un grupo de humanos a su cuidado no podía alejarse demasiado o de lo contrario, con solo perderlos de vista un momento, cualquier otro fantasma que ronde por ahí los va a devorar, así que dio media vuelta para volver a su lado pero apenas volteó vio a esa pequeña niña mirarlo fijamente. Wu Ming dio un paso atrás, esperando alguna palabra hiriente de esa pequeña mocosa, pero todo lo que ella dijo fue:

— ¡Bonito!

Wu Ming se paralizó de golpe.

— ¿Qué?— soltó, desconcertado.
— Bonito— repitió la pequeña señalando su propio ojo derecho—. Como una mariposa.

Con un llamado de su madre, la niña regresó con su familia dejando solo a un desconcertado y confundido Wu Ming.

°°°°°

Conforme el grupo avanzaba, era más difícil para Wu Ming mantener a la familia a salvo. El fantasma comprendió en ese momento lo que aquel fantasma había querido decir: mientras más se acercaba a aquel volcán, los fantasmas con los que se encontraba eran más poderosos, y aunque había notado que su propio poder aumentaba conforme más asesinaba, era patente que no podría sobrevivir si avanzaba más allá de donde se encontraban en ese momentos. Poco a poco, la desesperación comenzó a apoderarse de Wu Ming mientras se preguntaba qué iba a hacer. No iba a sucumbir aquí.

No sobreviví a la maldición de diez mil fantasmas para morir en este sitio

Él simplemente no iba a desaparecer. ¡Tenía una promesa que cumplir! ¡Tenía que vivir por Su Alteza! Quería verlo de nuevo aunque fuera una sola vez, decirle que no tenía nada de qué preocuparse y que seguía creyendo en él, que lo seguía adorando como el dios que fue y que, en su corazón, siempre sería. Quería hacerle saber cómo su fe no había flaqueado a pesar de haberlo visto sumido en la desesperación del abandono.

Que sin importar el tiempo transcurrido, él sería por siempre su creyente más leal.

Así que, por su fe, estaba decidido a salir de la ciudad de Gu por su propio pie y abandonaría el monte TongLu de una sola pieza así tuviera que romper la tierra y destrozar el lugar entero. Mientras más caminaba, encontraba amenazas más fuertes, algunos incluso capaces de romper su frágil forma de un solo golpe. Si tan solo pudiera seguir sin el estorbo de los mortales que había acogido bajo su protección...

Una idea pasó por su mente. ¿Y si los usaba como sacrificio para forjar un arma por medio de un pacto de sangre? Catorce humanos eran una buena ofrenda para tener un arma decente. De todas formas a nadie le importaría si estos mortales desaparecían aquí, es su culpa por ser idiotas y caer aquí en el momento menos indicado, sus vidas eran el precio a pagar por su estupidez.

La estrella de la soledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora