"Let me take the noose from our necks and carry us home
Still so alive, even after you die, transcending with time"Habían pasado dos años.
El reino de Xian Le había desaparecido, los sobrevivientes tanto de la guerra como de la enfermedad se habían unido a las filas de los habitantes de Yong An renegando de su antiguo reino y sus antiguos gobernantes, arrasando con todo lo que tuviera que ver con la monarquía caída, eliminando todo rastro de lo que una vez fue un próspero reino orgulloso de sus artes.
Habían saqueado todo, menos el Pabellón Dorado de Xian Le.
La construcción había perdido su esplendor, pero seguía en pie gracias a un joven que permanecía allí como su único guardián, cuidando del sitio con un recelo casi enfermizo, como si fuera todo lo que tuviera. Esa apreciación no era muy equivocada, ya que ese pabellón era todo lo que le quedaba a Hong'er: su familia había muerto durante la guerra, y el santuario que había adoptado como su hogar fue destruido. Su creencia era todo lo que tenía, la única cosa a la que se aferraba: aún si el Príncipe Heredero no creía en sí mismo, Hong'er creería en él hasta el fin de sus días: para el joven no habría nunca en el cielo un dios como él, y sería fiel a su gracia y a su imagen sin importar el tiempo transcurrido.
— Su Alteza, he pintado un nuevo cuadro para usted.
A lo largo de esos años, Hong'er había practicado para pulir sus habilidades de dibujo, pintando y dibujando sin cesar hasta que estuvo satisfecho con su más reciente creación: una nueva imagen del Dios Marcial Flor Coronada que suplantaría el dibujo principiante que había hecho dos años atrás. Quitó el cuadro antiguo y colocó el nuevo, observando su creación con ojo crítico: no estaba mal para el nivel de su talento, pero podía mejorar. Era su deber mejorar.
Hong'er se recargó en el altar, cerrando los ojos. Las últimas palabras del Príncipe Heredero se superponían a las primeras dichas por él, la alegría de "úsame como el significado de tu vida" contrastando duramente con la tristeza de "olvídame, déjalo ir". De forma instintiva su mano recorrió el dorso de su otro brazo, siguiendo los trazos grabados en su piel, un tatuaje hecho por él mismo como una muestra de su devoción, marcando en su carne el nombre de la persona que fue su luz en sus momentos más oscuros, que era su guía a pesar de no haberlo visto nuevamente. Una prueba de que no estaba dispuesto a olvidar.
— Es por aquí, estoy seguro.
Hong'er abrió los ojos bruscamente al escuchar aquella voz. Rápidamente se puso de pie buscando la espada que había recuperado del campo de batalla para defenderse, pero un brazo rodeó su cuello antes de que pudiera avanzar más.
— ¡Lo encontré!— gritó su captor.
Hong'er tomó aquel brazo con sus manos, respiró hondo y haciendo acopio de sus fuerzas se agachó lanzando a aquel sujeto sobre su hombro, estrellando su cuerpo en el suelo con estrépito. El joven sintió su corazón latiendo aceleradamente y su ojo negro brilló con una furia salvaje.
Quien quiera profanar este lugar morirá. Los mataré a todos con mis propias manos
Se escuchó el sonido de pasos apresurados, y pronto Hong'er se vio rodeado por un grupo de hombres. Uno de ellos sonrió mirando al muchacho y dijo:
— Te dije que conseguiría más hombres y volvería.
— Y yo te dije que te mataría si te atrevías a regresar— replicó Hong'er apretando los puños.
— Veamos si eres capaz.
La lucha comenzó. Hong'er no había alcanzado a tomar un arma, pero aún así se defendía lo mejor que podía, esquivando los ataques, golpeando salvajemente a todo aquel que se ponía enfrente hasta que finalmente logró atrapar al líder del grupo, golpeando su rostro sin parar, una y otra vez, hasta que dejó de moverse; su cabeza se había convertido en una masa sanguinolenta irreconocible. En ese momento, Hong'er cometió un error: bajó la guardia y dejó de prestar atención a su entorno, sin preocuparse por los otros tipos que habían subido, creyendo que los había amedrentado lo suficiente para que huyeran. El joven se puso de pie con la respiración entrecortada, apenas había dado un paso alejándose de aquel cuerpo cuando algo pesado le cayó encima: era otro cuerpo.
Y comprendió lo estúpido que había sido. Se había distraído tanto que dio tiempo a los demás de reagruparse y atacar conjuntamente.
— ¡Atrápenlo!
— ¡No dejen que escape!
Cientos de golpes cayeron sobre Hong'er, que a pesar de todo se defendía, hasta que una espada le atravesó el abdomen. Uno de los hombres había conseguido una cuerda, y ataron a Hong'er a uno de los pilares del lugar. Una vez hecho esto, se regocijaron atormentando al joven, buscaron piedras y las lanzaron al muchacho, uno de los chicos se acercó retirando los vendajes de su rostro, retrocediendo con espanto al ver un ojo rojo observarlo con furia.
El grupo se quedó anonadado observando a aquel joven herido y maniatado. Uno de los chicos reaccionó señalando a Hong'er con burla.
— ¡Pero si es el monstruo feo de aquel santuario lamentable!— exclamó—. ¿Cómo es posible que no estés muerto?
— ¡Cállate!— gritó Hong'er, forcejeando con sus ataduras—. ¡Largo de aquí! ¡Voy a matarlos a todos!
— Ahora entiendo, es lógico. ¡Es totalmente lógico que un fenómeno desgraciado como tú siga a un dios de la desgracia como él!
— ¡No es un dios de la desgracia! ¡No te permito insultar a Su Alteza de ese modo!
El chico se cruzó de brazos arqueando una ceja.
— ¿No me permites?— dijo con sorna—. ¡Qué burla! ¿Qué vas a hacer, eh, monstruo feo? No puedes defenderte a ti mismo y te preocupas por defender a una deidad desterrada.
— ¡No fue desterrada!
Hong'er sintió sus ojos anegados en lágrimas, pero se tragó todas y cada una de ellas. No lloraría frente a estos bastardos, no les daría ese gusto.
— Oye— dijo otro de los chicos, mirando alrededor—. ¿No es este el único santuario en pie del Príncipe Heredero?
— Sí, es verdad— convino otro.
— Es cierto, cierto. No hay más.
Poco a poco el mismo pensamiento se filtró en cada uno de ellos: si Xian Le había caído, si los ciudadanos habían renegado de su reino, si la familia real era buscada para ser ejecutada, ¿por qué no destruir este sitio de una vez? Todo rastro de la existencia de Xian Le debía dejar de existir en pro de la naciente gloria de Yong An así que... ¿por qué debían dejar ese lugar de pie? Además, convinieron todos mirando a Hong'er, así matarían dos pájaros de un tiro.
— Quémenlo todo.
— ¡No! ¡NO SE ATREVAN! ¡LOS PERSEGUIRÉ Y LOS MATARÉ A TODOS!
La figura de Hong'er era lamentable: con cientos de cortes, moretones y golpes, atado a un pilar de roca como un cachorro desamparado que fue apaleado hasta la muerte, de tal suerte que solo sus ojos mostraban un destello de vida: un ojo rojo y uno negro que brillaban con una furia homicida, siendo testigos de como lo que apreciaba era destruido, y pronto se vio rodeado de fuego mientras aquellos hombres se alejaban, satisfechos con lo que habían hecho. El joven no perdió el tiempo pidiendo auxilio, sino que dedicó sus esfuerzos a tratar de liberarse con desesperación, mientras el fuego se propagaba acercándose a él cada vez más; tosió con el humo denso que lo rodeaba, las fuerzas comenzaron a abandonarlo...
Y la voz del Príncipe Heredero de sus recuerdos resonó en su mente.
"Vive por mí"
"Si no sabes cuál es el significado de tu vida, haz que yo sea ese significado"
"Úsame como una razón para vivir"
Debía vivir. ¡Él tenía que vivir! Era el único que recordaba a Su Alteza, no podía morir. Sus esfuerzos se duplicaron, torciendo sus brazos, lastimando sus muñecas, hasta que finalmente rompió sus ataduras... sólo para caer en el mar de fuego que devoraba el Sagrado Pabellón Dorado. Un grito desgarrador brotó de su garganta cuando las llamas se prendaron de sus ropas, quemando su piel sin piedad alguna, el dolor era insoportable, pero no había a donde ir, no había escapatoria de ese infierno por más que intentaba alejarse de allí, dando vueltas en busca de una salida hasta que sucumbió.
Así, la triste vida de Hong'er terminó de una forma terrible y dolorosa.
❁❁❁❁❁
Todos, por favor, un minuto de silencio por Hong'er :c
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La estrella de la soledad
Fiksi PenggemarMuchas cosas se dicen sobre el rey demonio Lluvia Sangrienta que busca la flor. Existen cientos de leyendas y rumores alrededor de su figura, siendo una cosa algo constante e innegable: el reino celestial le teme, el reino mortal lo adora y el reino...