"suri yoseru hoho ga tsumetakute toiki mo sagasenai
sabishisa ni nare teta hazunanoni naze namida afureru?
hitotsuzutsu kiete ku omoide hohoemu boku wa inai"— ¿Qué mierda es esto, Agua Negra?— increpó Hua Cheng al ver a He Xuan.
Para estas alturas, incluso ellos habían comenzado a usar los títulos por los que se les conocía en el cielo para dirigirse uno al otro. Tras establecer su dominio en el mar del Sur, He Xuan había ganado el título de Agua Negra inundando embarcaciones gracias a su mandato de hacer que todo navío que llegara a sus aguas se hundiera irremediablemente. Muchos de estos barcos tenían consigo innumerables tesoros, pero todos y cada uno de ellos habían terminado en Mansión Paraíso entregados personalmente por He Xuan para paliar la cada vez más grande deuda que tenía con Hua Cheng debido a su insaciable apetito.
— No tendrías estos problemas si supieras controlarte— le había reclamado el Supremo de rojo una vez.
La respuesta que recibió le impresionó: He Xuan lo miró con acritud mientras terminaba su plato de arroz y dijo sucintamente:
— No puedo controlar mi hambre.
Resulta ser que, durante su tiempo en prisión, los guardias lo habían torturado dejándolo pasar hambre por varios días para alimentarlo con comida para cerdos. Esto había arruinado su hambre, y cuando murió se dedicó a devorar otros fantasmas, la gran mayoría espíritus de agua; abriéndose paso de ese modo por la ciudad de Gu hasta llegar al monte TongLu. Como resultado, al convertirse en rey fantasma su hambre se había vuelto incontrolable y errática: durante un cierto periodo de tiempo se dedicaría a comer incansablemente, sin detenerse, para después caer en un sueño de hibernación de varios años para digerir todo lo que había comido.
Era muy lamentable, pero eso solo aumentaba la cantidad de dinero que debía conseguir de Hua Cheng, algo que al Supremo no le importaba en absoluto… al menos hasta este momento, cuando el fantasma de los mares llegó de buenas a primeras a Mansión Paraíso con un tipo inconsciente que dejó en el piso como si se tratara de un costal de arroz.
— Te dije que averiguaría si Shi WuDu tenía algo que ver con mi muerte— dijo He Xuan, y añadió señalando al hombre—. Él será mi pase al cielo.
— ¿Vas a hacerte pasar por un oficial celestial?La incredulidad y la admiración se colaron a partes iguales en la voz de Hua Cheng. No sabía si He Xuan estaba absolutamente decidido, o absolutamente loco; si alguien descubría que un fantasma se había infiltrado en su preciada corte celestial sería el fin del Supremo y sería borrado de la faz de la tierra de un plumazo, aún sin importar que podría regenerar un cuerpo nuevo.
La idea de exigirle a He Xuan que le entregara sus cenizas como garantía comenzó a ser extremadamente tentadora.
— ¿Quién es este tipo?— preguntó Hua Cheng señalando al idiota en el suelo.
— Ming Yi, Señor de la Tierra— respondió He Xuan—. Acaba de ascender y no es muy conocido. Me haré pasar por él e investigaré el cielo.Con esta nueva información, la idea de un Supremo Rey Fantasma en el tribunal superior de la corte celestial ya no era tan descabellada. De hecho, podía ser un plan factible si lo pensaba con detenimiento.
— Esto aumentará tu deuda exponencialmente.
— Tengo una forma de pagarlo.Hua Cheng arqueó una ceja con escepticismo y se cruzó de brazos esperando una respuesta. Cuando He Xuan se la dio, tuvo que admitir que era un trato provechoso que podría funcionar.
— Tendrás información de primera mano sobre todo lo que ocurre en la corte celestial. Incluso, es posible que pueda usar sus recursos para encontrar más pistas que te ayuden a encontrar a Su Alteza Xian Le.
Tendré mi propio espía en el cielo
— De acuerdo. Me encargaré de él, Señor de la Tierra— dijo Hua Cheng, imprimiendo un deje de burla en las últimas palabras.
De ese modo, Ming Yi fue encerrado en una de las habitaciones de Mansión Paraíso, sin posibilidad de salir, y He Xuan se dirigió al cielo para tomar su lugar como oficial celestial, dispuesto a encontrar la verdad sobre su muerte.
Y además, listo para ser los ojos y oídos de Hua Cheng dentro del engañoso paraíso que era el cielo.
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La estrella de la soledad
Hayran KurguMuchas cosas se dicen sobre el rey demonio Lluvia Sangrienta que busca la flor. Existen cientos de leyendas y rumores alrededor de su figura, siendo una cosa algo constante e innegable: el reino celestial le teme, el reino mortal lo adora y el reino...