PRÓLOGO

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Ciudad Paradiso, Italia. Año 2328.

Estamos en el año 2328, en una moderna ciudad llamada Paradiso; construida sobre las antiguas ruinas de Roma, Italia. Es el día 1 de enero, el cumpleaños de mi hija pequeña, y estamos disfrutando del parque en familia. Me llamo Sam. Tengo treinta y cuatro años, pareja y cuatro hijas.. Se llaman: Mica, Iris, Dae y Judith; tienen uno (recién cumplido), cuatro, ocho y nueve años, respectivamente. Son divertidas, inteligentes, preciosas... Son las personitas que más quiero de este mundo.

Y digo este mundo, porque vivimos en la Tierra; aún no hemos decidido mudarnos a Terra, el planeta que unos astrónomos descubrieron hace ya siete años en una constelación tan lejana que ni sabíamos que existía. Un nuevo mundo en los confines del universo, que invitaba a vivir en él, sin repetir los errores cometidos aquí. Era un planeta completamente deshabitado de cualquier tipo de fauna terrestre, pero tenía una riquísima flora y vida marítima. Una saludable atmósfera y una gravedad prácticamente idéntica a la nuestra. Parecía el paraíso del que tanto hemos oído hablar, pero sin haber sido perturbado por la sucia humanidad. Esperábamos que continuara imperturbable...Sin que dejáramos en él una huella errónea. Podrían haberlo llamado de alguna manera más "marítima" o nueva, pero decidieron nombrarlo Terra, para que la transferencia a él fuera más sencilla para todos y fuéramos conscientes de dónde veníamos, para ser mejores humanos en su superficie y no destruirlo, como hicimos con nuestro querido planeta.

Mucha gente se mudó allí para empezar una nueva vida, en un planeta nuevo. Pero nosotros nos quedamos aquí, donde tenemos todo nuestro propio mundo; en el que, como decía, nada hay más importante y valioso que mis hijas; ni mi pareja ocupa un hueco tan preciado en mi corazón. Como no, tengo miles de fotos y videos de ellas , de mis amigos y familia. Álbumes digitales con tantas imágenes toda una vida. Y lo tengo todo a buen recaudo en mi flamante DOT.

¿Qué es un DOT? ¿No lo conoces?

DOT es el acrónimo de: DIGITAL OCCIPITAL TECHNOLOGY. Un dispositivo digital de tecnología occipital, que utilizábamos en gran medida para la comunicación y que estaba insertado en mi sien izquierda; no por elección, si no por obligación. Y no sólo insertado en mí, o en alguna selección de personas, no. Todos, absolutamente todos, tenemos un DOT instalado.

Lo implantan en nuestros cuerpos nada más nacer y va evolucionando con nuestro crecimiento. Aprende los hábitos alimenticios, detecta posibles enfermedades, ayuda al aprendizaje del habla y la comprensión... Los niños apenas se dan cuenta de todo lo que les ayuda, pero es algo increíble. Además, su mayor cualidad, sobre todo para los que somos padres, es que sirve de dispositivo de rastreo en tiempo real. Desde mi DOT, puedo saber dónde están mis hijas en todo momento. Y sí, sé que suena perturbador y que puede ser una violación de su intimidad, pero en los tiempos que corren y gracias a ellos, las desapariciones de personas, sobre todo de niños, es prácticamente cero. La única diferencia entre los infantes y los adultos es que hasta que no cumplimos la mayoría de edad, no se nos permite el uso libre de nuestro DOT. Los pequeños no pueden manipularlo, ni utilizarlo para las tareas que ellos quieran, expresamente. Pero los adultos sí.

El DOT es desbloqueado al cumplir los dieciocho años.

Mediante el DOT, podemos hacer fotografías con nuestra vista, grabar videos, llamar por teléfono, consultar el tiempo, fijar una ruta con el GPS, realizar compras online, cotillear las redes sociales, desarrollar planos para la construcción, retratos robot para la policía y numerosos usos para todo el ámbito laboral.

Pero no es oro todo lo que reluce, pues también estamos controlados en todo momento... El DOT, fue diseñado hace años para conseguir la mejor calidad de comunicación en la historia de la humanidad. Después se dijo que también favorecería las relaciones entre todos los países del planeta. Y, por fin, con él conseguiríamos la paz mundial... O así nos lo pretendían vender...

Al principio era maravilloso, pero poco a poco, la población dejó de instalárselo, debido a la desconfianza general. Por consecuencia, hubo un descenso de implantes. Los altos mandos tomaron cartas en el asunto y recurrieron a los gobiernos mundiales para obligar a la instalación del DOT. Resultó ser que el dispositivo lo registraba todo. Absolutamente T-O-D-O, incluidos los pensamientos de cada persona.

Eso a los gobiernos les interesó enormemente y llegaron, rápidamente, a un acuerdo común para hacer obligatoria su implementación en cada ser humano. Como resultado, consiguieron un control total sobre cada individuo. Nadie se sentía libre, por mucho que nos dijeran que éramos más libres que nunca. Pero poco a poco, todos nos acostumbramos. Pues bajo una opresión camuflada en felicidad y con el desconocimiento de que almacenaban en la nube todos nuestros pensamientos, empezamos a exprimir los DOT de forma tan extrema, que ya no sabíamos vivir sin ellos.

Además, debido a ser un sistema tan perfecto y, por ende, infranqueable e incorruptible, los delitos informáticos típicos de cualquier sistema que utilizara una red de datos, característicos de unos años atrás, empezaron a descender en picado. En el planeta no había peligro de que suplantaran tu identidad o robaran tus datos a través del DOT. Pero fue cuando descendieron los delitos violentos, físicos y reales, que todos empezamos a sospechar que algo ocurría con nuestros DOTs...

Fue cuando descubrimos que, hasta los pensamientos más íntimos, lejanos y más oscuros, eran registrados y catalogados en las bases de datos del gobierno. Si piensas en robar, agredir o matar a alguien; un político, por ejemplo –pensemos a lo grande, pues eran los verdaderos delincuentes–, tu pensamiento quedará registrado, será estudiado por una IA gubernamental creada para combatir el terrorismo y catalogado en menos de un segundo en la base policial correspondiente, y, en menos de lo que te des cuenta, tendrás a los cuerpos de la ley golpeando la puerta de tu casa y haciéndote miles de preguntas; o deteniéndote directamente. Según el humor que porten los agentes.

Pero eso es solo la característica dictatorial del DOT. La cara de una moneda sin trampas. De una moneda con cara y cruz. Y el otro lado es todo el conjunto de resto de características del DOT. Esas genialidades de las que hablo son todo el amplísimo abanico de posibilidades que ofrece el DOT a todas las personas del mundo. Por ello mismo, en mi DOT, tengo millones de recuerdos; no solo fotos y videos, si no recuerdos vívidos y completos de todos los años de mi vida, desde que me lo instalaron. Incluidos los recuerdos anteriores, los cuales, al concentrarnos en ellos al tener nuestro dispositivo ya instalado, se quedan grabados como nuevos recuerdos en el sistema y podemos volver a ellos siempre que queramos.

En mi DOT tengo el nacimiento de mis hijas, el día en que recibí las llaves de mi ático o las de mi coche, mi boda, la de mis hermanos, el primer día de colegio de mi hija mayor... Así como el día en que corrimos al hospital por un ataque epiléptico de mi hija pequeña, cuando tuvimos el accidente con el coche y vimos tirado por la borda todo el dinero invertido... El divorcio de mis padres y los continuos cambios de empleo, hasta conseguir estabilizarme en uno.

En mi DOT tengo millones de experiencias y recuerdos... De la persona que soy hoy... Y de la persona que fui ayer; que fui antaño. Pues ayer mi nombre era otro. Mi vida era otra. Mi mundo... era otro.

He tenido muchos nombres. He vivido muchas vidas. Pero se perfectamente cuál es el nombre con el que nací la primera vez. También, cómo era mi mundo, antes de cambiar. Lo recuerdo absolutamente TODO. Todas mis vidas, todas mis muertes, todas las personas que he tenido y que he perdido, todos los años que he pasado en este mundo ...

Lo tengo todo presente... Incluido el motivo por el cual, cada día cuando me despierto y puedo ser una persona diferente; sin que sea mi intención cambiar.

Mi nombre más antiguo era Charlie. Fui un hombre fuerte y valiente, pero de eso hace ya muchas vidas. Quince vidas, para ser preciso. Acabo de despertar en mi quinceava vida y no me importa el nombre que me impusieron al nacer. Me gusta el nombre: Sam, pero no me define. Además, intuyo que pronto sufrirá un cambio esta vida, así que poco importa eso ahora. Aunque lucharé para que eso no ocurra... Por eso, os voy a contar cuál es la verdadera historia del Mundo en el que te encuentras, en el que te has despertado esta mañana, en el que te despertaste ayer y, posiblemente, en el diferente mundo en el que te despiertes mañana...

He tenido y perdido tantos nombres que ya no sabía cómo llamarme. Hasta que conocí a otras personas como yo; en la misma situación. Son conocidos como remanentes. Y gracias a esas personas, obtuve mi nombre definitivo, por el cual me reconocerían mis semejantes en cualquiera de las vidas que debamos vivir. Mi nombre, ahora y para siempre:

SOY REM.

SOY REMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora