SARAH (Parte 3 de 3)

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—Sin duda alguna lo fue. Yo entré en shock, no sabía cómo reaccionar, hasta que sonó la puerta de mi dormitorio. Era la Dra. O'Donnell.

—¿Qué te dijo?

—Nada. Tenía una maleta en una mano y dos billetes de avión en la otra. Me sonrió, la abracé y nos fuimos camino del aeropuerto. Llamé a mis padres de camino y no fui a visitarlos hasta las navidades siguientes. Mi vida dio un vuelco que jamás hubiera imaginado y no pensaba desaprovechar la oportunidad.

—Por supuesto que no. Hiciste lo correcto.

—Eso me dije a mi misma durante días. Pero no podía evitar sentirme culpable por alejarme tanto de mi familia.

—¿Qué te dijeron ellos?

—Que no me lo pensara y me fuera sin mirar atrás...

—Claro, es normal. Los padres siempre queremos lo mejor para nuestros hijos. Y, bueno, cuéntanos un poco, ¿cómo fue estar en la universidad de tus sueños, colaborando con una persona que, si no me equivoco, idealizabas casi más que nadie?

—No te equivocas, no. Fue absolutamente maravilloso. Aprendí muchísimo más de lo que jamás habría imaginado del Doctor Stein. Y cuando recibimos la noticia del siglo, ya fue una hecatombe de sentimientos y emociones.

—¿La noticia del siglo? Te refieres a la confirmación por parte de la universidad de que podríais investigar legal y completamente los viajes en el tiempo, ¿no?

—Efectivamente. Nosotros solamente realizábamos proyectos teóricos. Sabíamos que era posible, pero no podíamos demostrarlo. Hasta que nos contactaron desde OBSYDIAN, diciéndonos que necesitaban nuestros servicios imperativamente.

—¿Imperativamente? Eso es decir mucho.

—Sí, así lo dijeron. Por lo visto, habían conseguido una investigación procedente del polo norte, de otros científicos que estudiaban otra materia diferente, pero al verse sumidos en la más completa depresión por ver que sus pesquisas no llevaban a buen puerto, OBSYDIAN se la compró y la retomaron en sus laboratorios, con mucho más ímpetu.

—No es eso lo que tengo yo entendido que pasó...

—¿No? Pues es lo que nos dijeron al Dr. Stein y a mí en cuanto se pusieron en contacto con nosotros...

—Pues, perdóname, querida, pero creo que os engañaron para que no supierais la procedencia real de su investigación.

—¿Tú sabes algo que yo no sepa, Robert?

—Pues sé que no fue una investigación comprada, si no robada. Y que no investigaban originalmente los viajes en el tiempo, sino la misma inmortalidad.

—No puede ser...

—Eso es lo que tengo entendido... Y cuando se dieron cuenta de que sus investigaciones llevaban por un camino que no esperaban, fue cuando buscaron mentes más brillantes que las suyas, para desarrollar el proyecto al máximo.

—No me lo creo... OBSYDIAN jamás haría eso.

—¿Eso crees? —la entrevista había pegado un giro inesperado para la Dra. Blackwell.

—Lo siento mucho, Robert, pero tus fuentes te mienten.

—Entonces, ¿cómo puedo saber que se hicieron cientos y cientos de experimentos en OBSYDIAN para perfeccionar los viajes hacia el futuro?

—Pero... Eso es clasificado... ¡Arg! —Sarah empieza a sentir un fuerte dolo de cabeza.

—Sarah, ¿estás bien?

—Sí, sí... Solo es la jaqueca, que regresa para recordarme que a veces me paso demasiadas horas trabajando.

—¿Estás segura?

—Sí, sí. ¿Por dónde íbamos?

—Te estaba comentando que sabía de la existencia de cientos de exper...

—AARRGGG —Sarah se cae al suelo, mientras grita y se lleva las manos a la cabeza— ¿QUÉ ES ESTO? DUELE MUCHÍSIMO —Sarah empieza a ver imágenes de un cuarto de baño japonés— ¿QUÉ ES ESTO?

—Rápido, ¡un médico! —grita Robert, mientras intenta ayudar a la Dra. Blackwell.

—Yusuke, ayúdame. ¡No sé qué me pasa! —grita Sarah, sin saber qué ocurre.

—¿Quién es Yusuke, Sarah? ¿Es algún compañero? Le llamaremos. Rápido, ¡buscad a algún Yusuke en la Universidad de Oxford!

—No, no, no, no, NOOO. Esto no puede estar pasando... —dice la Dra. Blackwell, que parece que está recuperando el sentido poco a poco.

—Sarah, ¿estás bien?

—Sí, tengo que irme. Debo hablar con el Dr. Stein urgentemente. Hemos cometido un terrible error...

—¿Qué error? ¿Qué ocurre?

—No hicimos bien los cálculos... No... es imposible. Debe ser agotamiento, sólo eso...

—Cálmate Sarah, el médico está en camino.

—AKIRA, ¿ESTÁS BIEN? —escuchaba Sarah, como le preguntaba un hombre llamado Yusuke, desde otra realidad.

—¡Yusuke! ¡Estoy bien, tranquilo! Ya bajo —dijo Sarah, ante la atenta mirada de todos los presentes.

—¿Sarah? —preguntó Robert— Ya están aquí los médicos. Te van a ayudar.

—¿Qué? No necesito ayuda, Robert. Me marcho de aquí.

—No puedo dejar que te vayas así. Por favor, cuiden de ella —dijo a los paramédicos.

—¡Soltadme inmediatamente! ¡Yusuke, ayúdame! ¡Paul, corre, ven a por mí!

—Vamos a suministrarle un sedante, está delirando —dijo un paramédico.

—¡NO! —Sarah sale corriendo y grita— ¡THOMAS, THOMAS! ¡NOS HEMOS EQUIVOCADO! LA TEORÍA REMANENTES, ES REAL. ¡HA OCURRIDO! ¡LOS DOTS TIENEN UN FALLO! ¡AYÚDAME! ¡SOY UNO DE ESOS REMANENTES!

—Los paramédicos la detienen, con la ayuda de Robert y consiguen inmovilizarla para administrarle un fuerte sedante.

—No, no, NO... no... por favor... Yus... Pa... Dr. Ste...

—Ahora estará mejor, no se preocupe —le dice el otro paramédico a Robert—está sedada. Averiguaremos qué le ha pasado.

—De acuerdo, manténganme informado, por favor.

—No se preocupe. Estará bien. Cuidaremos de ella.

—Sarah, no te preocupes —le dice el otro paramédico, que se acerca a su oído y le dice—: Mañana, cuando despiertes, estés en el mundo que estés, recuerda: no estás loca, lo que ves es real, eres como nosotros, eres una remanente y necesitamos tu ayuda. Soy Echo y tienes que buscarme. Te llevaré a REVO y te explicaremos todo...

—Rem...ane...n... —murmura Sarah, antes de dormirse completamente.

—Rem... A partir de ahora te llamarás Rem; pero aún no lo recordarás; estás preparada —murmura Echo cogiendo a Sarah de la mano.

Los paramédicos se llevan a Sarah en una camilla, completamente sedada. Sigue murmurando nombres que nadie más conoce, pero ella parecía tener una leve impresión de lo que le estaba ocurriendo. Había participado en la creación de los viajes en el tiempo y una de las muchas teorías redactadas conllevaba unos efectos colaterales que eran tan improbables que los eliminaron de la pizarra sin siquiera darles mayor importancia. Pero se habían equivocado. Sarah, antes de perder la memoria reciente debido al fuerte shock recibido, había descubierto la verdad sobre su trabajo. Durante el resto de su vida, lo recordaría todo...

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