EIDER (Parte 3 de 5)

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Pasaron unos interminables doce minutos sin tener noticias de nada. Nadie decía nada y solo se escuchaba la incesante sirena de alarma en todo el recinto. De repente, se escuchó un nuevo mensaje que decía que la nave había conseguido estabilizarse y que volvería a Tierra en unos minutos. Reactivaron la pantalla y en ella aparecía hablando el director mismo de la NASA, el Señor Víctor Stroke:

—Buenas tardes queridos espectadores, lamentamos tan desatinado contratiempo, pero he de informarles que hemos contactado con el capitán Sampulu y nos ha confirmado que su técnico principal, el Señor Eider Ross, se ha estabilizado, que lo único que le ha pasado ha sido que, debido a la presión atmosférica producida por el despegue, se le ha enardecido una jaqueca que acarreaba unos días atrás producida por el estrés y la emoción de realizar esta maravillosa misión. Por lo tanto, el regreso queda cancelado y la misión continúa su curso. En breves momentos, devolveremos el contacto al MARS—01 y lo mantendremos hasta que consigan llegar a su destino, dentro de, exactamente, nueve horas y siete minutos. Lamentamos las molestias y gracias por estar aquí compartiendo este momento. Que Dios proteja a nuestros astronautas y a los Nuevos Estados Unidos de América. —dijo el director Stroke, con una voz grave y fuerte.

Parece ser que la misión sigue su curso y nos dejan volver a entrar al recinto donde se encontraba la nave antes de despegar. Una vez dentro, se abren las compuertas de un gran hangar y unos soldados nos indican que pasemos dentro, muy amablemente. Había preparada toda una sala de comunicaciones con todas las comodidades de las que se quisiera disponer. Habían preparado todo aquello para hacernos, a las trescientas tres personas que aquí estábamos, la espera más llevadera y cómoda. Yo, para empezar, quiero un café bien fuerte, para tener las pilas recargadas y no perderme ni un segundo de la transmisión de la misión.

Tengo el café en mi mano y voy a buscar un asiento lo más práctico posible; que encuentro en la tercera fila de butacas, justo en el centro. Desde aquí tengo una vista perfecta de la pantalla y estoy junto a un pasillo central, por si tuviera que levantarme. Por ahora, no pienso despegarme de esta butaca todo el tiempo que me sea posible. Ya han encendido la macro pantalla que hay en el hangar. Creo que es más pequeña que la del exterior, pero estoy mucho más cerca de ella y se ve con una definición alucinante; desde aquí, es una maravilla. Ahora solo toca esperar a que empiece la retransmisión de esta aventura espacial.

Mi café se está terminando, he actualizado toda la información que he ido obteniendo desde que llegué esta mañana, acabo de estirar las piernas y utilizar el aseo; puedo estar aquí tres horas más sin problema, estoy al cien por cien. Y más me vale, porque la pantalla acaba de encenderse. Se pueden ver a los tres tripulantes saludando sonrientes. Eider parece tener los ojos algo hinchados, pero claramente se le ve mejor. El capitán Sampulu toma brevemente la palabra, para comentar que habían tenido un pequeño contratiempo debido a una jaqueca que le había atacado a su compañero Eider; le dio a este la palabra, para que lo explicara:

—Buenas tardes a todos. Soy Eider Ross y siento mucho haber asustado a mis compañeros y a todas las personas que estaban siguiendo el evento desde la base de la NASA. No me ha ocurrido nada grave; simplemente ha sido un fuerte dolor de cabeza. Llevaba días arrastrando una jaqueca, las cuales mis compañeros ya conocían. Esta madrugada, ya me encontraba en plenas facultades y por ello no se retrasó ni canceló el despegue. Ha sido una imprudencia por mi parte, no haber asumido que podría ocurrirme algo así al ascender hacia el espacio, pero es que tenía tantas ganas de realizar esta misión que, aunque me hubieran cortado las piernas, habría fingido que no pasaba nada para poder realizarla; aunque me tuviera que poner patas de palo para subir a la MARS—01 —sus buenos compañeros sonreían y le miraban con clara amistad en sus ojos—. Pero, aun si, siento mucho lo ocurrido. Me alegra que no se haya tenido que cancelar la misión y asumiré las consecuencias correspondientes a mi negligencia, una vez regresemos. Pero ahora, vamos a ir a Marte y nada, ni nadie, ni yo mismo, ¡va a detenernos! —gritó al final de su discurso.

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