MORGAN (Parte 2 de 3)

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Me estiro todo lo que puedo, tengo los huesos entumecidos del frío suelo en el que he dormido. Me deshago de la ropa de abrigo dentro de la mochila, tomo la primera pastilla alimenticia del día, bebo un trago de agua, orino en el suelo, –no hay ni un solo arbusto donde guarecerte a hacer estas necesidades– y rompo a correr. Sé la dirección que debo seguir y mi devoción me impide distraerme. Tengo una meta y he de llegar a ella.

Los datos que obtuve de mi empresa pueden hacer estallarla economía mundial y cambiar las cosas drásticamente. Mi maldita avaricia no me había permitido verlo antes, pero corriendo siempre me he despejado. Con la mente aireada, todo se ve de otra forma. Ahora, ni por todo el dinero del mundo, les entregaría los datos. Voy a llevarlo a "La Guarida" sea como sea, y los haremos públicos a todo el mundo.

Mis piernas tardan poco en alcanzar la velocidad de crucero. Mi respiración es suave y controlada. Mi pulso: firme como el de un cirujano. Estoy corriendo a unos sesenta kilómetros por hora, a veces más rápido, pero quiero aguantar lo máximo posible. No me canso, no con facilidad. Mi resistencia es increíble. 

Yo misma he alucinado con ello toda mi vida. Es como si pudiera correr lo mismo que varias personas. Pero no es momento de pensar en ello. Tengo en mi mente un esquema mental del camino que debo seguir, no voy a detenerme por nada. Estoy llegando a la ciudad. Es metálica y oscura, como aquella de la que salí y como todas las demás. Todas las metrópolis son iguales por fuera. Parecen fabricadas en masa... Entro a sus calles, esquivo los primeros peatones y giro en la siguiente esquina. He de llegar a la avenida principal, que cruza toda la urbe de punta apunta. Desde ahí, y haciendo uso de los puentes que cambian el sentido de circulación peatonal durante su trayecto, la atravesaré completamente antes de que anochezca. Después buscaré la cueva que anoté en el mapa para descansar.

Ya estoy en la avenida principal, me he tomado otra pastilla y mis energías vuelven a estar en auge. En este camino asfaltado puedo dar el máximo, así que, acelero todo lo que mis piernas permiten y alcanzo los ochenta y un kilómetros por hora. No he dejado de correr y no he mirado atrás. Pero sé que me persiguen. Intuyo como me tienen en el punto de mira. Siento los vellos de la nuca erizarse cuando mi enemigo se aproxima a mí. No pueden verme totalmente porque evito todas las cámaras y no llevo ningún dispositivo electrónico rastreable, pero cada cierto tiempo me encuentran e intentan alcanzarme. Antes de llegar aquí he esquivado un par de drones. Pero ahora, en la avenida principal, estoy segura de que me localizarán. La ventaja de ir por los puentes de peatones es que no pueden acceder aquí con los drones, gracias al acristalamiento reforzado del conducto por el que discurre el camino. Y nadie puede alcanzarme corriendo. Mi meta está en mi mente y por aquí no van a detenerme.

Llevo ya varias horas corriendo por la avenida. Me queda poco para llegar al final de la ciudad, pero voy a tener que desviarme. Desde hace más de una hora, tres drones me persiguen y no me pierden la pista. No voy a poder llegar a la cueva donde pretendo descansar si no me deshago antes de ellos. Tomaré la próxima salida y ejecutaré el recorrido B, que ya había planeado antes de partir. 

Entraré en el túnel de servicio que conecta la infraestructura de la potabilización de agua de la ciudad, con la de expulsión de residuos. Si los mapas estaban bien actualizados, debe haber una conexión antigua entre ellos a varios metros bajo el nivel del suelo. La desembocadura que voy a tomar está a doce kilómetros exactos de la entrada del túnel de servicio. En breve tengo que tomarme otra pastilla... pero ingeriré tres. No sé si tendré facilidad de movimiento en el interior del túnel o por el contrario deberé desviarme durante más tiempo y no podré alimentarme de camino. Además, he de mantener esta velocidad, fuera de la avenida... ¡Allá voy!

Ya estoy fuera, los drones se han aproximado a mí al instante y me están reproduciendo una grabación que me invita amablemente a que me detenga. Alegan que estoy detenida y, sino me entrego, me lanzarán dardos electrificados para obligarme. Pero, para ello, antes tendréis que alcanzarme...Corro con todas mis fuerzas, esquivo peatones y vehículos y giro en los cruces que debo. Estoy llegando al lugar que busco, no obstante en la lejanía, veo una aglomeración de drones frente a mí... ¿Cómo sabían a dónde iba? No importa, puedo esquivarlos... Agacho la cabeza, regulo mi respiración y comienzo a correr más rápido que nunca. He alcanzado los noventa y tres kilómetros por hora. 

Lo sé, porque a cada señal de tráfico que paso, me avisa que he excedido la velocidad de circulación y van a regalarme una multa. Ánimo, Estado...Igual tienes suerte y algún día las pago... 

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