LUKE (Parte 2 de 3)

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—Eso nadie lo sabe. Depende de cómo manipulen el pasado, podemos existir o no. Podemos vivir cien años o solo diez... Siento decirte, amigo...

—Amiga —le corté.

—¿?

—En mi vida real, creo que soy una mujer... Tengo un vago recuerdo de ello...

—Muy bien, amiga. Siento decirte que la cantidad de vidas que te quedan por vivir es indescifrable. En el presente, obtenemos todos nuestros recuerdos durante una jaqueca brutal que no nos afecta más allá que eso, al asumir nuestros cuerpos que ya tenemos la experiencia vivida de ese proceso durante cientos de años de vida. Por eso, nadie se dio cuenta de lo que nos sucedió a tantísimas personas a la vez. Pero esos pocos minutos de dolor intenso, pueden ser hasta miles de años en estos recuerdos virtuales.

—Genial... —dije con efusividad nula.

—Pero tranquila... ¿Cómo te llamas realmente?

—Echo —le contesté.

—¿Te lo pusiste tú misma?

—Decidí cambiarme el nombre, ya que sentía que todo mi entorno era como un eco de mi mente. Creía que me volvía loco... loca... pero al acoger el nombre Echo, todo empezó a serenarse a mi alrededor y empecé a comprender lo que me ocurría y a buscar más gente en mi situación.

—He sido el primero, supongo...

—Correcto.

—Has tenido mucha suerte. —Era un poco fanfarrón, pero era el tipo de persona de la que parece que puedes fiarte conforme le estrechas la mano por primera vez.

—Y... ahora, ¿qué hacemos? —le pregunté.

—Tú todavía no puedes saltar entre tus vidas...

—¿Saltar? —le interrumpí.

—Sí, con la experiencia aprenderás a vivir cuantas veces quieras y manipular tus existencias casi a tu antojo. Por eso estoy hoy aquí, tenía que buscar algo que dejé oculto en esta casa, de hace tantas vidas.

—¿Puedes hacer algo así?

—Puedo y tú, podrás.

—¿En serio? —le pregunté con un entusiasmo voraz en mi ser.

—En serio... Ahora tengo que irme —me dijo—, ya tengo lo que venía a buscar y debo volver al presente para poder continuar con el plan que te he contado. Tú quédate aquí, sigue buscando remanentes. Iré a buscarte en el presente, estoy seguro de que ya nos conocemos. —Así era.

—De acuerdo... pero, tengo miedo... No sé cuándo despertaré en el mundo real.

—Un consejo: no tengas miedo de hacer absolutamente nada aquí. Estas vidas están programadas para cumplir un objetivo. Puedes decidir a quién conocer y a quien no y cambiar algunos pequeños acontecimientos, pero no puedes cambiar cuánto vas a vivir o cómo vas a morir. Puede que, en este cuerpo, mueras mañana o dentro de diez años. Eso no podemos saberlo durante la primera vez que experimentamos una nueva vida.

—¿Todo está programado?

—Así es. Recuerdas al completo tus vidas anteriores, ¿verdad?

—Sí.

—¿Y recuerdas las veces que moriste?

—Claro.

—¿Qué pasó a continuación?

—No pasó nada durante unos segundos... y después me encontraba en otro lugar, realizando cualquier cosa, cuando un fuerte dolor de cabeza me golpeaba con los recuerdos. Al principio era todo muy caótico, pero después llegaban los "clasificados".

—Incluidas las muertes, ¿verdad?

—Sí, incluidas las muertes.

—¿Y los recuerdos previos al momento de despertar?

—Tampoco los tenía al instante, me venían con la ola de recuerdos anteriores.

—Pues por eso mismo no debes tener ningún miedo. Si intentas tirarte por un puente, pero no es el momento de tu muerte, no morirás. Y por mucho que intentes salvarte de una muerte atroz, no podrás hacerlo si te ha llegado el momento, cada muerte que superes, estarás más cerca de despertar en el mundo real con todos tus recuerdos. Quizá nos encontremos realizando un asalto a OBSYDIAN y me recordarás toda esta conversación.

—Sí... —no estaba muy convencida, pero continué asumiendo que decía la verdad.

—Echo —me llamó— Me marcho. Nos veremos pronto, ya lo verás. —Tenía razón.

—De acuerdo, nos vemos —me despedí.

En ese momento, Alfa se levantó y volvió junto a su mujer ficticia y yo recogí los bártulos de curación mientras la cabeza me daba mil vueltas de toda la información que debía procesar. Decidí dar mi mejor esfuerzo, doblar los turnos necesarios en el hospital e ir todos los rescates que pudiera, para encontrar a todos los remanentes posibles. Y logré encontrar cuatro más durante el siguiente año de esa vida. No volví a ver a Alfa en ese tiempo, pero sí iba retomando vivencias de mi verdadera existencia y empezaba a ver imágenes de cómo era él en realidad y de cómo era yo. Todo empezaba a tener más sentido que nunca. Ojalá hubiera encontrado antes a Alfa; ahora tenía claro que tenía que ayudar a los remanentes que encontrara en esta vida y en todas las que me restaran.

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