CAPÍTULO 6; SARAH (Parte 1 de 3)

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—Bienvenidos telespectadores a un nuevo programa. Soy Robert Clanin, tenemos una preciosa noche hoy en Bristol. Esto es: "Mentes brillantes del mundo", y hoy me siento tremendamente orgulloso de presentar a la doctora Sarah Blackwell –aparece una imagen de ella en la pantalla del plató.— Ella se graduó con nota Cum Laude en todas las asignaturas que acogió en la carrera de Física de Partículas Elementales, la Cosmología y la Astrología; especializada en Física Teórica; todo ello, con la joven edad de veintidós años. Sin duda, una de las mentes más brillantes que hayan existido en nuestra historia. Y hoy, está aquí, para hablarnos sobre el grandioso trabajo que ha realizado en OBSYDIAN, todo por ofrecernos a los humanos, la posibilidad de realizar viajes en el tiempo. Sí, damas y caballeros, hoy, tenemos en "Mentes brillantes del mundo" a la persona que creó la máquina más increíble de todos los tiempos. La mujer que jugó una partida al ajedrez contra los Dioses y les ganó. La Doctora Blackwell pudo con todos ellos y hoy está aquí para contarnos cómo lo hizo. Sin más dilación, demos la bienvenida con un fuerte aplauso a la increíble: ¡Doctora Sarah Blackwell!

Buenas noches, Robert, ¿qué tal?

—Ahora que está usted aquí, mucho mejor. Muy buenas noches, Doctora Blackwell.

—Oh, Robert, llámame Sarah, por favor.

—Muchas gracias, Sarah. Bueno, comencemos.

—Sí, vamos. Aunque estoy un poco nerviosa, la verdad. He estado a punto de quedarme en el laboratorio y no venir...

—No me puedo creer que una eminencia como tú nos fuera a dejar plantados. ¡Qué desfachatez! —bromeó el presentador— Y tranquila, no te pongas nerviosa, aunque yo creía que tenías unos nervios de acero.

—Y los tengo, pero en el laboratorio... Aquí, soy uno de mis ratoncitos —sonríe tímidamente.

—Tranquila Sarah, aquí estás en buenas manos. ¿Vamos allá?

—Sí, vamos —dijo emocionada.

—Bueno Sarah, empecemos por lo fácil. ¿De dónde eres? ¿Dónde te criaste?

—Sí que es fácil, sí. Así me gusta —sonrió más alegremente—. Pues nací en Puerto Rico, hace ahora veintiséis años. Me mudé a los Nuevos Estados Unidos de América cuando tenía catorce años, gracias a una beca concedida por la Universidad de Stanford. Quería estudiar en Oxford, pero por aquel entonces, todavía me era imposible.

—Sí que eras joven, ¿no?

—Depende de cómo lo mires... Tenía planes para terminar mis estudios a los veinte años y lo hice a los veintidós... Lo consideré un fracaso escolar para mí, la verdad —sonrió de nuevo; tenía una preciosa sonrisa dibujada en su rostro de tez morena.

—Tiene que ser duro, considerar eso un fracaso... Yo tardé tres veces más de lo normal en graduarme. Eso sí, no me perdía ni una fiesta en la universidad —reía el público a carcajadas—, así he terminado... —volvieron a reír.

—Bueno, tienes todo esto —Señaló el escenario del espectáculo— para ti. Yo creo que has triunfado muchísimo.

—Oh, muchas gracias, Sarah, de veras. Y, entonces, ¿qué hiciste en Stanford?

—Pues allí empecé a estudiar Física de Partículas elementales y me apunté a todas las asignaturas extraordinarias que pude: Cosmología, Astrología, Química, Biología, etc...

—¿Te daba tiempo para todo?

—¡Siempre hay tiempo para todo y más ahora! Eso es lo que siempre había buscado, por eso me quise especializar en el tiempo y el espacio y poder realizar el primer viaje en el tiempo de la historia.

«¿Esto lo he dicho yo?», reaccionó Akira.

—Pero, según tengo entendido, no fue en los NEUA donde lograste tu objetivo, ¿no es así?

—Estás en lo cierto, no fue allí donde lo logré. Cuando tenía diecinueve años, me llamaron desde la universidad de mis sueños: la Universidad de Oxford. Me llamó el Doctor Thomas Stein.

—Tu compañero actual, ¿no?

—No sólo mi compañero: mi mentor, mi amigo, mi ejemplo a seguir. Me llamó y me dijo que había estado pendiente de todos mis avances, gracias a una profesora que tenía en Stanford; la Doctora O'Donnell.

«¡La recuerdo! Era rubia, bajita y tan delgada que parecía que fuera a salir volando con las brisas veraniegas. Pero... ¿Cómo?»

—Ella avisó de tus progresos a Oxford entonces...

—No, a Oxford no. Era amiga del Doctor Stein; estudiaron juntos de jóvenes, y le avisó a él directamente. Sabía cuál era mi objetivo de estudio y que él necesitaba una mente como la mía para lograr los objetivos que buscaba.

—¿Una mente como la tuya? ¿Prodigiosa? ¿Brillante? No me cansaría jamás de buscar adjetivos para elogiarte.

—Uy, calla Robert —se enrojeció—. Me refería a una mente inagotable. Yo siempre quería aprender más y más, no podía parar de hacerlo. Y cuando llegué al final de la carrera, realicé dos tesis.

—Mucha gente ve un mundo hacer una sola tesis... ¿Pero tú hiciste dos?

—Sí, hice la primera tesis de mi deseo particular: los viajes en el tiempo. Y la segunda, por recomendación de la Doctora O'Donnell, centrada en la capacidad de aprendizaje, teóricamente infinita, de nuestros cerebros.

«Recuerdo esas tesis... ¿Qué me está pasando?».

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