Q U I N C E

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Stray Kids - Hellevator

"No tengo un mapa que me diga

si este es el camino correcto o no"

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¿Quién me mandó a beber?

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¿Quién me mandó a beber?

Se quejaba de un dolor de cabeza, sentada en la cama.

La noche había caído y la luna llena se podía ver perfectamente por la pequeña ventana de la habitación.

Abrió la nevera y sacó una jarra con agua, se metió una pastilla para calmar su dolor y el agua fue perfecta para hundir aún mejor el medicamento en su interior.

Unas pisadas, murmullos casi sin sentido se alcanzaban a escuchar. Soyeon tragó, se asustó por un segundo, pero luego recordó que no estaba sola.

—Seguro es Chan —dijo para ella misma

Se llevó una sorpresa cuando una mano tapó su boca y otra la agarraba por la cintura.

—Calladita, calladita estás más bonita —susurró en su oído. Se sentía una asquerosa voz y gruesa voz.

Trató de zafarse de los brazos de aquel hombre, pero con cada intento este le apretujaba más las caderas y era tan incómodo que la obligaba a encoger su pecho.

Deseaba gritar, gritar para que la ayudaran, pero la cosa era complicada en ese momento.

—¿Donde están las cosas de valor aquí?

Le dio permiso para hablar, pero ella no respondió su pregunta, gritó hasta el cansancio, enrojecida y llorando el nombre de su guardaespaldas.

—¡Calláte! —la volvió a apretujar su cuerpo, pero esta vez le pegó una pistola en su sien.

Chan estaba ocupado, y no en una cosa necesaria, sino haciendo rebotar una pelota, mientras pensaba en algunas cosas de su vida. Extrañaba a su familia y a sus amigos de Jeju, tal vez debería hacerles pronto una visita.

«Gritos de espanto»

Se levantó apresuradamente de la cama. Definió que aquel ruido debía provenir de la cocina, ya que era el lugar más cercano a donde se encontraba.

Corrió hasta llegar ahí, se encontró a un ladrón amenazando a su jefa con una pistola.

—Si hace algo loco la mato —amenazó.

—Calmado —movió las manos, con los nervios de punta.

—Primero quiero que me den algo de valor, lo que sea —se sentía el desespero en su voz.

Chan notó algo extraño en aquel ladrón con capucha, temblaba como si no estuviera seguro de lo que estaba haciendo. El desespero por algo de valor debía ser señal de que no tenía buena condición económica, de seguro alguna deuda lo estaba acribillando. Por último, la falta de estudio a la casa. Si va a robar por lo menos debía saber qué cosa, y más teniendo semejante banco delante de sus ojos. En conclusión este individuo no estaba preparado para el robo.

La mente de BangChan se aclaró en cuanto terminó su análisis. Calmado y a paso lento se fue acercando al ladrón.

—¡Quieto! —se asustó y Soyeon aprovechó para morderle la mano y escapar. Se escondió tras BangChan.

—Me has mordido mi mano mala, estúpida —insultó y una ira acaparó al rubio.

Ya con el camino libre, a Chan le fue más fácil ir a por quien se quejaba de la mordida.

Le golpeó el rostro con su puño cerrado, dejándolo con el labio roto, la pistola calló en una esquina. Soyeon la tomó y la alzó hacia el delincuente.

—¡Alto! Ni se te ocurra pegarle —ahora era ella la que amenazaba—. No me va a picar la mano por dispararte, basura.

El hombre alzó las manos a modo de derrota. Chan le dio un último golpe en su estómago y luego lo encerró en el baño esperando a que la policía llegara para arrestarlo.

Soyeon se había quedado en la cocina, tiró él la pistola al suela y su figura estaba quieta e inexpresiva. Nunca había vivido un momento así y mucho menos había tocado un arma.

—¿Cómo estas? —Chan se acercó a ella, preocupado.

—No muy bien —mordió su labio inferior, nerviosa

Él la envolvió en sus brazos, le dejó un beso entre sus cabellos grises y la apretó más así mismo. Era tan cálido sentir sus pestañas nuevamente en su pecho y a la vez olerse entre ellos.

Soyeon en cuanto se dio cuenta de la cercanía al rubio se alejó de él, no eran tan cercanos para ese tipo de confianzas, pensaba ella.

—Soy tu jefa —soltó arreglándose su pelo—. Deberías mantener una distancia de mí.

—Lo siento, no volverá a ocurrir —miró al suelo  apenado, solo quería ayudar, pero terminó recibiendo un regaño.

La policía llegó y se llevó al delincuente. Al parecer era un hombre con muchas deudas como mismo había imaginado Chan.

El rubio se sentó en el sofá junto a la peligris, la cual se llevaba otra pastilla a la boca, el dolor en su cabeza estaba mucho más fuerte

— Es raro que Rufina no haya salido en mi rescate —comentó —. Ni siquiera se acercó.

—La he ido a ver, al parecer le dieron algo para que durmiera.

Jeon Margaret apareció, una mano en su cintura y la otra en el marco de la puerta. En su cara se veía que estaba borracha, igual que su hija a tan solo unas horas.

—Señora Jeon —intentó ayudar Chan en cuanto la vió acercarse a la peligris, pues su caminar la obligaba a caerse por los lados como un espantapájaros movido por el aire.

—Chan, puedes irte, tengo que hablar un asunto importante con mi hija —habló quitándose los zapatos, los aventó a un lado. Soyeon se tocó su frente, su madre en esa condición no era una mujer fácil—. Hija, debemos hablar seriamente.

Su tono de voz no era el normal, a pesar del alcohol. Acaricio su hombro y en específico el radiante lunar de nacimiento.

—¿Qué pasa mamá? —La estaba asustando.

—Tu padre y yo, nos vamos a divorciar.




😮¡Qué nochecita! Robo y ahora divorcio . ¿Qué creen de esto?

Cuídense ;)

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