Cap 13

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Dientes Perdidos y el Descubrimiento de un Objetivo

—TOOTHIANA PERMANECIÓ EN LA SELVA. Empezó a odiar sus alas. Antes las consideraba algo milagroso, pero ahora las veía como la causa de la muerte de sus padres. Su tristeza y su soledad no tenían límites. Las criaturas de la selva hacían lo que podían por ayudarla: le llevaban comida y procuraban que los lugares donde dormía en las cimas de los árboles fueran de lo más cómodo. Los niños del pueblo también intentaron ayudarla, pero ahora tenían que ser doblemente cuidadosos con los adultos del pueblo. 


»En cuanto a Toothiana, se fue convenciendo de que no encajaba en ningún sitio, ni entre las criaturas de la selva ni, por supuesto, entre los humanos del pueblo. Estaba sola. Cuando se sentía más triste que nunca, tomaba algún diente de leche de la caja tallada que siempre llevaba en la bolsa de su madre y que ahora pendía de su cuello, y lo sostenía hasta que le revelara sus recuerdos.

»A medida que transcurrían sus años de soledad, Toothiana observó que, al crecer, los niños del pueblo habían perdido gran parte de su inocencia, algunos incluso su bondad. Empezó a recoger sus dientes para devolverles más adelante la memoria de su infancia y para recordarles la bondad, igual que habían hecho sus padres con ella.

»Los niños, para evitar que sus padres lo descubrieran, no tardaron en ocultar sus dientes bajo la almohada para que Toothiana los encontrara. Y ella, contenta con esa especie de juego, empezó a dejar trocitos de tesoros que encontraba en la selva: una pepita de oro por aquí, una lasca de zafiro centelleante por allá...

»Pero ya os imagináis la curiosidad que despierta una niña de cinco años sentada a la mesa para desayunar con un rubí en bruto en las manos, o un niño que llega a la mesa con un bolsillo lleno de esmeraldas. De nuevo, los corazones de los adultos se llenaron de avaricia y no tardaron en obligar a sus hijos a decirles de dónde habían sacado tales tesoros. Pronto prepararon una nueva trampa para Toothiana.

»Una noche oscura y nublada, Toothiana voló al pueblo para hacer la ronda nocturna. Un niño llamado Akela había perdido dos incisivos y Toothiana tenía un tesoro especial reservado para él: dos magníficos diamantes en bruto. Pero cuando entró por la ventana abierta, no se encontró con Akela. En su lugar estaba el Cazador Misterioso, que saltó sobre ella. A través del velo harapiento, vio sus extraños ojos. Muy juntos. Malvados. No del todo humanos. Y fríos de odio.

»La ira de Toothiana nubló su aguda inteligencia. Lo único que podía pensar era ¡Tengo que librarme de esta... cosa! Pero antes de que pudiera actuar, una puerta de acero se cerró entre ella y el Cazador. Miró a su alrededor a la velocidad de un pájaro. La habitación no era el dormitorio de Akela, sino, de hecho, una jaula de acero bien camuflada.

»¡Estaba atrapada! Los aldeanos vitorearon mientras el Cazador se llevaba la jaula a rastras. Su pelotón de ayudantes, que parecían esclavos, tiraron de la prisión con ruedas y se la llevaron del pueblo en dirección a la selva. Los ayudantes iban extrañamente embozados, igual que el Cazador que les daba órdenes, y parecían alborotados por la captura. Los niños lloraban y suplicaban a sus padres que liberaran a Toothiana, pero no hubo manera. El Cazador Misterioso les había prometido riquezas que ni podían soñar cuando vendieran a Toothiana.

»Toothiana se lanzó alocadamente contra la jaula, como si fuera un águila acorralada. Pero no sirvió de nada. El Cazador y sus secuaces viajaron muy rápido durante la noche, adentrándose en la selva. Sabían que las criaturas salvajes intentarían ayudar a Toothiana, por lo que llevaban el arma que todo animal teme: el fuego.

»Habían amarrado antorchas en el tejado de la jaula de Toothiana. El Cazador Misterioso llevaba la más brillante. Los animales mantenían las distancias, pero no dejaban de seguir la espeluznante caravana y de vigilar a Toothiana, esperando cualquier ocasión para atacar.

El Hada Reina De Los DientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora