UN VIAJE DE LO MAS CONFUSO, CON MONOS ALADOS DE LO MAS APESTOSOS
KATHERINE SE AFERRABA A SU DIENTE mientras trataba de apartar la capa pútrida que uno de los monos le había puesto sobre la cabeza. Lo último que había visto había sido un mono con el rostro casi humano arrebatándole la bolsa a Toothiana.
Entonces lo comprendió. ¡Ese debe de ser el Rey Mono de la historia de Toothiana!
El aire se enfrió, así que Katherine supo que la habían llevado fuera. Su mente se hacía preguntas a toda velocidad, por lo que apenas tuvo tiempo de asustarse. ¿El Rey Mono ha venido para vengarse o para llevarme con él?, se preguntaba. Sintió que le daban pinchazos y empujones e incluso la lanzaban de unas fuertes manos a otras, corriendo a una velocidad imposible. Los monos parecían avanzar sobre tierra firme, pero algunas veces sentía más bien que... ¿qué? ¿Estaría volando? Tiró de la capa hasta que la perforó. Nubes. Estrellas. El cielo. ¡Estaban volando! Y extremadamente alto.En ese instante, la capa resbaló a un lado y Katherine distinguió una superficie sólida por debajo: un camino hecho de sombras. Lanzó un grito ahogado. Era como los caminos luminosos de Luz Nocturna, pero entintado y temible. Solo hay un ser que puede hacer un camino de sombras en el cielo, comprendió espantada.
Entonces recordó su sueño, aquel horrible sueño.
Los monos avanzaban entre gritos incesantes. Katherine intentó alcanzar a sus amigos con la mente, pero había algo en aquella autopista oscura que bloqueaba sus pensamientos. Su aliento mezclado con el viento helador le formaban unos carámbanos minúsculos alrededor del rostro y la nariz. Rasgó aún más el agujero y por fin logró respirar sin trabas, pero el aire estaba demasiado frío, así que cerró la capa y volvió a la sensación de asfixia. Los simios apestaban de un modo que la niña no habría imaginado. Resultaban mucho más agradables en los antiguos libros de Ombric. En su mente apareció el deseo furtivo de haber dedicado tiempo a aprender la lengua de los monos. Ombric
KCAPÍTULO DIECIOCHOUn Viaje de lo Más Confuso, con Monos Alados de lo MásApestososATHERINE SE AFERRABA A SU DIENTE mientras trataba de apartar la capa pútrida queuno de los monos le había puesto sobre la cabeza. Lo último que había vistohabía sido un mono con el rostro casi humano arrebatándole la bolsa a Toothiana.Entonces lo comprendió. ¡Ese debe de ser el Rey Mono de la historia de Toothiana!El aire se enfrió, así que Katherine supo que la habían llevado fuera. Su mente sehacía preguntas a toda velocidad, por lo que apenas tuvo tiempo de asustarse. ¿El ReyMono ha venido para vengarse o para llevarme con él?, se preguntaba. Sintió que ledaban pinchazos y empujones e incluso la lanzaban de unas fuertes manos a otras,corriendo a una velocidad imposible. Los monos parecían avanzar sobre tierra firme,pero algunas veces sentía más bien que... ¿qué? ¿Estaría volando? Tiró de la capahasta que la perforó. Nubes. Estrellas. El cielo. ¡Estaban volando! Y extremadamentealto.En ese instante, la capa resbaló a un lado y Katherine distinguió una superficiesólida por debajo: un camino hecho de sombras. Lanzó un grito ahogado. Era comolos caminos luminosos de Luz Nocturna, pero entintado y temible. Solo hay un serque puede hacer un camino de sombras en el cielo, comprendió espantada.Entonces recordó su sueño, aquel horrible sueño.Los monos avanzaban entre gritos incesantes. Katherine intentó alcanzar a susamigos con la mente, pero había algo en aquella autopista oscura que bloqueaba suspensamientos.Su aliento mezclado con el viento helador le formaban unos carámbanosminúsculos alrededor del rostro y la nariz. Rasgó aún más el agujero y por fin logrórespirar sin trabas, pero el aire estaba demasiado frío, así que cerró la capa y volvió ala sensación de asfixia.Los simios apestaban de un modo que la niña no habría imaginado. Resultabanmucho más agradables en los antiguos libros de Ombric. En su mente apareció eldeseo furtivo de haber dedicado tiempo a aprender la lengua de los monos.
Ombric sabía hablarla, sin duda, pero como no había monos en Santoff Claussen, Katherine había considerado mucho más importante aprender idiomas que sí podía usar, como el de las ardillas o el de las mariposas lunares. Probablemente podría aprenderlo rápidamente. ¿O acaso no había aprendido la lengua de los gansos blancos gigantes?
¡Oh, Kailash!, pensó Katherine con un gemido. Estará tan preocupada. Y Luz Nocturna. Entonces se angustió: ¿y si hubiera resultado herido? Una ola de miedo por sus amigos la recorrió, obligándola a centrar su atención en el dilema que tenía entre manos. Lanzó patadas y empujones contra la capa, pero fue inútil. Los monos se limitaron a apretar con más fuerza a su alrededor hasta que le fue casi imposible mover los brazos.
La temperatura estaba cambiando de nuevo, poco a poco al principio, más rápido después. El aire gélido se estaba calentando. La capa resultaba asfixiante. El estómago de Katherine se revolvió cuando los monos dieron un salto gigante y brincaron de arriba abajo en lo que parecían ramas de árboles. La capa resbaló de su cabeza. Esta vez los monos no hicieron esfuerzo alguno en cubrir su rostro mientras se lanzaban de un árbol a otro, arrastrando a Katherine. Algunas veces parecía que las ramas no podrían soportar su peso, y entonces se desplomaban hacia abajo, abajo, abajo, a toda velocidad, y las hojas golpeaban el rostro y el cuello a Katherine.
Pudo observar cómo los monos le lanzaban de unas manos a otras, hasta que alguno de ellos lograba colgarse de una rama fuerte y el ascenso volvía a empezar. Aparte de los monos chillones —¿es que no se iban a callar nunca?—, Katherine no vio más criaturas de la selva, ni siquiera aves. Era como si los monos fueran los únicos seres de aquella tierra. ¿Dónde están los demás animales?, se preguntó. ¿Dónde están los elefantes y los tigres? ¿Y las serpientes y los lagartos?
Y entonces, sin aviso previo, los monos soltaron a Katherine y la dejaron caer. No fue una gran caída. Menos de un metro. Cuando comprendió que no estaba herida, empezó a mirar cautelosamente a su alrededor. No podía ver demasiado a través del follaje de la selva, pero logró distinguir lo que antaño debió de haber sido una ciudad magnífica. La selva había hecho lo posible por conquistarla, pero Katherine descubrió pruebas de la antigua gloria de la ciudad en los enseres dorados y plateados de los derruidos muros.
¿En qué parte del mundo estoy? Miró en todas direcciones y no vio un alma, solo un ejército de monos. Pero ahora mantenían las distancias. Reinaba un silencio siniestro. Katherine decidió que lo único que podía hacer era investigar. Se dirigió a los edificios más cercanos y se detuvo en el primero para observar un mosaico cubierto de tierra. El diseño, a pesar de estar medio enterrado bajo una capa de barro y moho, parecía bellísimo, así que, con el canto de la mano, limpió el barro hasta que pudo ver el perfil de un elefante... un elefante con alas.
—¡El elefante volador! —dijo jadeando.
¡Estoy en Punjam Hy Loo!
Casi parecía un sueño. ¡El señor Qwerty les había contado todo sobre aquellaciudad y las Hermanas de Vuelo!
Miró en todas direcciones. ¿Estarán todavía las hermanas en alguna parte? ¿Qué ha producido la caída de esta ciudad? ¿Habrá todavía elefantes protegiendo la montaña?
Buscó más pistas sin darse cuenta de que las sombras a su alrededor estaban haciéndose mayores. Más oscuras. No vio que cientos de monos estaban encaramándose en silencio a los abandonados muros que la rodeaban. En cuanto una inmensa sombra se aproximó a ella, Katherine no alzó la vista y tragó saliva. Fue justo lo que se temía.
—Sombra —dijo, intentando parecer tranquila.
El Rey de las Pesadillas la saludó con una sonrisa macabra.
—Bienvenida, querida Hija de las Tinieblas —susurró con una voz de todo menos acogedora.
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CHAN CHAN CHAN CHAAAAAANNNNN!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
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El Hada Reina De Los Dientes
FantasyTRAS LA ÚLTIMA AVENTURA DE los Guardianes PARECÍA QUE LOS NIÑOS de Santoff Claussen se habían librado para siempre de los planes malévolos de Sombra. Pero tal vez esta calma no sea nada más que una estratagema del pérfido Rey de las Pesadillas para...