Una Celebración,una Sinfonía de Insecto y una Sensación Molesta
—HAN PASADO YA OCHO MESES desde la última vez que vimos a Sombra. Creo que antes de que cantemos victoria, deberíamos consultar con el Hombre de la Luna --dijo Ombric—. Y eso significa un viaje al…
—¡Al Lamadario Lunar! —exclamaron Bunny y Norte al unísono.
El Lamadario se alzaba sobre la cima más alta de una de las montañas más altas del Himalaya, y allí Norte conoció por primera vez a los lamas lunares y al Hombre de la Luna.
Norte estaba dispuesto a marcharse en ese momento. Era una ocasión estupenda para volver a ver a los yetis guerreros que protegían la ciudad. Fueron de gran ayuda cuando Norte había estado investigando los secretos de la espada mágica que le había otorgado el Hombre de la Luna. La espada era una reliquia de la Edad de Oro, y en total había cinco de esas reliquias. Bunny también tenía una: una punta con forma de huevo para su bastón. El Hombre de la Luna había dicho que si reunían las cinco, podrían crear una fuerza lo bastante poderosa para derrotar a Sombra para siempre. Pero la paz ya parecía al alcance de la mano. Con algo de suerte, los Guardianes no tendrían que buscar más reliquias. Sin embargo, Norte había estado preguntándose cómo podría conservar sus habilidades como guerrero, o si realmente debería. Con los yetis volvería a tener competidores capaces con los que practicar su habilidad con la espada.
Ombric se dirigió a Bunny. Ni siquiera tenía que pedirle que hiciera un túnel, porque además de fabricar huevos de chocolate, cavar túneles era el pasatiempo favorito del pooka.
—Marchando un túnel —exclamó Bunny—. Estará listo en veintisiete medias yemas… un día en vuestro tiempo humano.
—Asombroso —dijo Ombric asintiendo—. Llevaremos a todo el pueblo… ¡Todos serán bienvenidos! —añadió—. Será una gran aventura ¡Organizaremos una celebración mañana por la tarde para despedirnos!
Katherine dio unas palmadas entusiasmada. Kailash se pondrá muy contenta al ver a los demás gansos blancos gigantes, pensó. Se preguntaba si su ganso echaría de menos la bandada de pájaros que anidaba en la cima de la montaña de los lamas lunares. Pero la inquietud por Luz Nocturna atemperó su entusiasmo.
Lo miró, pero él no le devolvió la mirada. En su lugar, con su increíble velocidad, salió por la ventana y se adentró en el cielo azul claro. Pero Katherine se percató de que no brillaba, y su preocupación aumentó.
* * *
Al día siguiente, Santoff Claussen estaba lleno de preparativos para el viaje y la cena festiva. Los huevobots batían espumosos dulces, y las hormigas, los ciempiés y los escarabajos ordenaban la Gran Raíz mientras los gusanos de luz sacaban al claro las mesas, que se cubrirían con alimentos deliciosos. Y no hay que olvidar las ardillas, que formaban inestables montañas de nueces, y los pájaros, que llenaban sus comederos con semillas. De cada rincón y cada grieta surgían olores que hacían la boca agua.
Aquella tarde llegó al claro decorado un desfile de humanos —encabezados por los niños—, hombres élficos, insectos, aves, el gran oso, el genio, Petrov —el maravilloso caballo de Norte— y el altísimo pooka.
La Luna brillaba tanto que los aldeanos estaban seguros de que podían ver al Hombre de la Luna en persona sonriéndoles desde lo alto.
Las polillas lunares brillaban y todos los búhos de Ombric ululaban suavemente. Los niños no tardaron en saltar a lomos de los renos del pueblo y hacerlos correr bajo el cielo del atardecer mientras Katherine y Kailash volaban a su lado. Las luciérnagas volaban alrededor de sus cabezas, formando aureolas de luz verdosa.
Más abajo, los elfos de Norte comían un plato tras otro de rollos de jamón, pastel de pasta y escalopes de batata. Para rematar la cena, tomaron tarta de saúco y la última creación de chocolate de Bunny: una exquisita mezcla de cacao azteca y ciruela silvestre. Mientras, le pedían a Norte que describiera las comidas que preparaban los yetis (todos ellos cocineros consagrados) en el Lamadario Lunar.
Parece ser que convertirse en piedra y después volver atrás daba mucha hambre.
Incluso los grillos salieron a la luz de la Luna a tocar una especie de sinfonía de insecto que hizo las delicias de todos. Al final, después de jugar a todos los juegos, terminar todos los alimentos y cantar todas las canciones, el pueblo de Santoff Claussen se fue a dormir.
Sin embargo, en lo alto de la cabaña del árbol, Katherine yacía despierta. Luz Nocturna había sido el único que no había asistido a la fiesta aquella noche. Y eso le preocupaba. Al igual que otra cosa: desde la última batalla, Katherine se había percatado de que en momentos tranquilos como ese su mente regresaba a Sombra y su hija, la niña pequeña a quien el Rey de las Pesadillas había cuidado y amado antes de que lo consumiera el mal. En el momento final de la batalla, Katherine le había enseñado a Sombra un guardapelo, un guardapelo que contenía la imagen de su hija. No podía dejar de pensar en la angustiada mirada de Sombra, ni en su propio deseo de ser amada tan profundamente como Sombra había amado a su hija. ¿Acaso ese sentimiento solo aparece entre padres e hijos, entre padre e hija?, se preguntaba Katherine.
Ella había perdido a sus padres cuando no era más que un bebé. Lo cierto es que en Santoff Claussen mucha gente la quería y la cuidaba. Para ella, Ombric y Norte eran como un padre y un hermano. Pero no era lo mismo que una verdadera familia ¿verdad? No podía evitar preguntarse si alguien llegaría a sentir la misma angustia que vio en los ojos de Sombra si llegara a perderla. Y, además, estaba lo de Luz Nocturna. Sentía su melancolía. Él nunca ha tenido padres, pensó, y parece bastante feliz. Pero ahora algo no iba bien. Averiguaría de qué se trataba. Volvería a hacerle feliz. Y quizá entonces ella también sería feliz.
Aquel pensamiento consoló un poco a la niña de ojos grises, y, al igual que el resto del pueblo, enseguida se quedó dormida. Pero un viento extraño sopló en Santoff Claussen. Hizo que las ramas de la cabaña del árbol de Katherine oscilaran suavemente.
Si Katherine se hubiera despertado, se habría sentido insegura, como si la estuviera observando una fuerza casi tan antigua como Sombra, cuyos motivos y actos lo cambiarían todo.
Si Katherine hubiera abierto los ojos, habría visto lo que se avecinaba.
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🌜Esta vez me iré si decir nada...
UuU
Solo que hasta otro cap^•^
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El Hada Reina De Los Dientes
FantasyTRAS LA ÚLTIMA AVENTURA DE los Guardianes PARECÍA QUE LOS NIÑOS de Santoff Claussen se habían librado para siempre de los planes malévolos de Sombra. Pero tal vez esta calma no sea nada más que una estratagema del pérfido Rey de las Pesadillas para...