Cap 10

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El Diente del Destino

PRECIPITARSE HACIA LA MUERTE es una sensación extraña y perturbadora. La mente se vuelve muy ágil. El tiempo parece transcurrir más despacio. Uno es capaz de discurrir una cantidad enorme de ideas a una velocidad sorprendente. Estos fueron los pensamientos de Katherine durante los tres segundos y medio que tardó en alcanzar el empedrado del Lamadario Lunar:

¡Ay, ay, ay!           ¡Caigo!           ¡¡¡Me caigo!!!      ¡¡¡ME CAIGO!!!       ¡¡¡Esto no es bueno!!!Quizá no me esté cayendo.          Porfavorporfavorporfavorporfavor, dime que no me estoycayendo.        ¡¡¡NO!!!           ¡¡¡ESTOY CAYENDO!!!            ¡¡¡RÁPIDO!!!   RápidoRápidoRápidoRápido...        FRENA...        No PUEDO...         Malo...        Bueno...     piensa...            ¿Cómo paro?   ¡¡¡NO LO SÉ!!!   Bueno, bueno, bueno...        ODIO LA GRAVEDAD...        ¡¡¡GRAVEDAD!!! ¡¡¡ODIO!!!   ¡¡¡ODIO!!!  ¡¡¡ODIO LA GRAVEDAD!!! Tengo pelo en la boca...               Mi pelo...           Puaj...          Escupe...          Bueno...       Pelo fuera de la boca...          ¡¡¡SIGO!!!             ¡¡¡SIGO CAYENDO!!!           ¿Una lágrima?           ¿Por qué Luz Nocturna estaba sosteniendo una lágrima?...              Triste...             Muy triste...           ¡¡¡TRISTE!!! TRISTE PORQUE ME CAIGO...             ¿Dónde está todo el mundo?...               Hay gente que vuela por todas partes...                 ¡¡¡GENTE VOLADORA, AYUDA AHORA!!!                ¡¡¡AHORA MISMO!!!     SOY VUESTRA AMIGA, ME CAIGO...                 CAIGO MUY DEPRIIIIISA...              ¡¡¡HABLO EN SERIO!!! ¿Dónde se han metido mis amigos voladores?...                   Hooola...              Katherine cayendo...          me vendría bien que alguien me echara UNA MANO...                     ¡¡¡AHORA!!! Ahora, AHORA, ¡¡¡AHORAAAAAA!!! ¿Es ese Luz Nocturna?...                    No estoy segura...           OH, NO, ESTOY GIRANDO Y CAYENDO MÁS RÁPIDO, EL SUELO SE ACERCA, MALO, MALO, MALO...               SUELO...                   buenos pensamientos...      gatitos...        chocolate...         ratoncitos...             familia...             amigos...            familia...             mi almohada preferida...        amigos...             mi almohada preferida...          Norte...             Ombric...           LUNA...           Bunny...               Norte...               Luz Nocturna...           ¡LUZ NOCTURNA! ¡LUZ NOCTURNA! ¡LUZ NOCTURNA! ¡¡¡SÁLVAME!!!

Entonces, mientras gritaba y pensaba que su vida había terminado, tocó con la barbilla el empedrado y, de pronto, dejó de caer. Luz Nocturna la había agarrado del pie izquierdo. Estaba flotando.

Así que Katherine ahora estaba bien. O casi. Había tocado el empedrado con la barbilla, pero el resto de su cuerpo estaba en el aire. Durante un instante estuvo sin palabras. Y cuando intentó hablar le resultó difícil. Tenía algo pequeño y duro en la boca, como una piedrita. Lo escupió instintivamente al suelo que había debajo de ella. Lo que salió rebotando no fue una piedra sino... ¡un diente! Su diente. Su último diente de leche. Y antes de que pudiera decir «ay», las campanas de todo el Lamadario Lunar empezaron a repicar. De repente, la tropa entera de lamas y yetis rodearon a Luz Nocturna y la niña. Cantaban y se postraban, se postraban y cantaban.

—De lo más propicio —dijo el Gran Lama. 

—Un diente... —murmuró otro.

—... de una niña... —añadió uno más alto.


—... de una niña de los Guardianes —subrayó otro más redondo.

—Un diente de leche... —dijo el más bajo.


—¡EL DIENTE... —exclamó el Gran Lama con un toque de asombro— DEL DESTINO!

Luego reanudaron las postraciones y los cánticos. Luz Nocturna bajó a Katherinesuavemente al suelo, la ayudó a levantarse y permanecieron juntos y confusos.


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Pero lo más desconcertante para Katherine era la extraña mirada en el rostro de Luz Nocturna. Estaba intentando ocultarla. Pero no sabía cómo. Estaba demasiado desconcertado por lo que ocurría y por haber estado a punto de perder a Katherine.

Ella estaba creciendo. El peor miedo de Luz Nocturna —su único miedo— se estaba haciendo realidad. No entendía el proceso de crecer. Ni siquiera sabía si él mismo podía crecer. Y no quería quedarse atrás si ella crecía. Pero la había salvado, y mientras la niña se ponía un dedo en el espacio vacío donde antes había un diente, supo que todo sería distinto. Solo podía hacer una cosa: hacer una mueca alegre cuando ella le mostrara el hueco de su sonrisa.

El Hada Reina De Los DientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora