CAP 27

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¿Le Pueden Crecer a un Pooka Seis Brazos?

EL VIAJE FUE EXTREMADAMENTE rápido. El primer vagón del tren oval emergió de la tierra en silencio cerca de la cima de Punjam Hy Loo. Norte soltó la cadena del Rey Mono, lo agarró por el cuello y lo arrastró al exterior. La espada del cosaco refulgía. Ombric salió tras él.

Bunny les hizo señales para que guardaran silencio. Y en silencio estaban. De hecho, estaban estupefactos. Porque Bunny estaba hecho una pena: cubierto de capas de barro y piedra pulverizada, parecía una estatua más que un conejo gigante. Su capa había desaparecido, se había rasgado por completo. Pero lo más sorprendente era que el chocolate que había comido le había convertido en una versión guerrera, grande y musculosa de sí mismo. Además, como sorpresa adicional, tenía seis brazos, tres en cada lado.

Norte frunció el ceño.

—Esto es demasiado raro, incluso para mí.

—No te preocupes —replicó Bunny alegremente—. Volveré a ser yo mismo y a tener dos brazos cuando hayamos terminado.

Luego mandó callar a Norte con las tres manos derechas.

Norte pensó que aquel gesto no tenía sentido: ¿cómo iban a oírles con aquel extraño cántico que retumbaba por la densa selva?

Miraron a su alrededor. La oscuridad era casi total. Ni una estrella brillaba a través de lo que parecían nubes de mal agüero, y las ráfagas de viento parecían soplar desde cualquier dirección.

Toothiana y Luz Nocturna descendieron de las ramas más altas de un baniano enorme para unirse a ellos.

Toothiana y Luz Nocturna descendieron de las ramas más altas de un baniano enorme para unirse a ellos

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—Todo recto. En un claro —dijo Toothiana en voz baja—. Katherine.

—¿Algún temor? —preguntó Norte. Toothiana negó con la cabeza.

—Monos. Un ejército de monos.

—Nuestras reliquias no tendrán el mismo efecto en criaturas de carne y hueso.—dijo Ombric preocupado.

—Sombra es muy astuto —declaró Toothiana.


—En efecto —replicó Norte—. Pero podremos con ellos.

—Los monos son una mezcla peligrosa —advirtió ella—. Mitad humanos. Mitad animales. Lo peor de cada uno. Y no obedecen a ninguna ley, ni siquiera la de la selva. Son un ejército temible.

—¡Mi ejército! —chilló el Rey Mono.

—¡Silencio! —siseó Norte. Le empujó hacia sus elfos y ordenó—: Custodiadlo.

Después, echando de lado su abrigo y usando la esfera luminosa de su espada para alumbrar el camino, avanzó por la espesa y húmeda selva hacia los primates cantarines.

El viento se alzó y revoloteó a su alrededor. Toothiana conocía el camino, por lo que avanzó delante de Norte para dirigirlos a través de la maleza. El camino junto a inmensas plantas tropicales y marañas de enredaderas les pareció interminable, hasta que los cánticos pararon repentinamente.

Los Guardianes sabían que estaban acercándose al claro; la selva parecía menos densa y podían distinguir la estructura de edificios delante de ellos. El sable de Norte se hizo más brillante, al igual que el huevo en la punta del bastón de Bunny. Pero Luz Nocturna brillaba de forma tenue. Para llevar a cabo su plan, tenía que ser sigiloso.

Las reliquias proporcionaron luz suficiente para ver el ejército de monos que se reunía sobre cada piedra, montículo y torre que había en la ciudad de Punjam Hy Loo. Toothiana ensanchó sus alas y susurró:

—Estamos a las puertas del Templo del Elefante Volador.

Los Guardianes avanzaron hasta llegar a un muro de monos. Desenvainaron sus armas para atacar, pero, para su sorpresa, las criaturas se apartaron y los dejaron pasar. Estaban equipados con todo tipo de armas: dagas, espadas, lanzas, y todos llevaban toscas armaduras.

Bunny meneó los bigotes.

—Sombra tiene muchos recursos a la hora de elegir a sus hombres. ¿O debería decir a sus monos?

Norte no estaba impresionado. Su espada se encargaría de aquellos monitos sin problemas.

Cuando Toothiana dio la señal, Luz Nocturna salió despedido y desapareció en la oscuridad. Mientras los demás atravesaban la última fila de monos, distinguieron en las tinieblas frente a ellos el brillo de una sola antorcha cuyas llamas se agitaban al viento. Entonces vieron a Katherine. Estaba atada a un poste con enredaderas gruesas frente a las puertas gigantes del Templo del Elefante Volador. Detrás de ella estaba Sombra. De su cuello colgaba la caja de rubí de Toothiana.

—Un paso más —advirtió Sombra, llevando los largos y oscuros dedos a un suspiro de la mejilla de Katherine— y la haré mía

Se detuvieron. El viento arreció. Una telaraña de rayos alumbró el cielo. Sombra sonrió con astucia y después rugió una orden. El ejército de monos comenzó el ataque.

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Hasta  aquí llegó el nuevo CAP....
Espero y lo disfruten tanto como yo.
Me despido, nos leeremos de nuevo.

El Hada Reina De Los DientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora