Con el Abuelo.

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Muchos pensarían que estar al cuidado de Dumbledore sería el lugar más seguro. Pero no lo es como todos creen.

Una niña de cabello rojo y ojos verde avellana corría por todas partes en el estudio del director de la escuela y Hechicería; escapando de las manos del director del colegio, entre risas y carcajadas. 

Dumbledore era un hombre muy comprensivo y calmado. Y está faceta nueva que tenía le costaba mucho verla de parte de los profesores, pues parecía que era otro niño más, al que cuidar.

— Ya, Lily... — Dumbledore intento recuperar el aliento y se sentó en un escalón. — Dame un... un respiro...

Una risa traviesa se escuchó. — Abuelo, ¿Estas cansado?

Liliana teniendo cuatro años de edad, sabia y comprendía muchas palabras al igual que su significado, también uno que otro hechizo de magia como la gramática que estaban en los libros de la biblioteca o los que se encontraban a su alrededor, gracias a su curiosidad insaciable por conocer el mundo, conocía todo sobre el mundo de los magos.

Pero aun teniendo un extenso vocabulario, no podía decir "Dumbledore" de forma correcta, por lo que la pequeña siempre le decía "Abuelo". Haciendo referencia a su apariencia y que a Dumbledore le llenara de ternura al escucharla de esa forma, recordándole que habla con una niña y no con una estudiante de su escuela o un colega de trabajo.

Y se preguntan ¿Por qué tiene un extenso vocabulario? Pues muy fácil. Snape le había enseñado a escribir para cuando tenía que hacer una que otra misión lejos de Hogwarts y para no se sintiera tan sola.

La profesora McGonagall le había enseñado a leer para que pudiera entender las cartas que le enviaba Severus. Y Madame Irma Pince, la bibliotecaria de Hogwarts, le dejaba leer cualquier libro que quisiera mientras no sea de la Sección Prohibida y lo mantuviera en buen estado.

Cuando terminaba, hablaba con Dumbledore de lo que había aprendido, teniendo conversaciones muy interesantes con el mago, haciendo que este empezará a sospechar, que, a pesar de su corta edad, era muy posible que fuera un genio.

— Por supuesto que estoy cansado. — le aseguró el anciano, un poco más relajado. — Tengo más de cien años, no esperes que tenga la misma energía que tú.

La niña se le acercó y se sentó a su lado. Mirándolo detenidamente. — Pero Abuelo, te vez joven. — se sinceró — No pareces tener cien años.

— Oh, eso es porque desde que era niño, me comía todas las verduras que me daban. Así que quieres llegar a mi edad, debes comértelas todas Lily. — Dumbledore se rio al ver su cara arrugada.

Sabía que Lily no le gustaba comer verduras y se negaba comerlas hasta que le decían que no le darían ni una rana de chocolate por una semana, aunque no dejara nada en el plato, o se portara lo más bien, sin hacer algunas de sus travesuras. Cortesía e idea de Severus Snape. _Aún que, a escondidas, Dumbledore le daba un dulce, sin que se dieran cuenta. _

— Pero saben horribles. Y-y son pegajosas... — murmuró — ¿Cómo te las comes todas?

— No pienso en nada, solo las muerdo. — murmuró.

— ¿Y-y no te molesta que te raspe la garganta?

— No. — negó. — pero... ¿Te digo un secreto?

— Bueno. — susurró. — No le diré ni a Fang.

— Me parece justo. — se acercó. — A mí tampoco me gustan las verduras. — le susurro de la misma manera. — Las escondo con la comida que me gusta y así engaño a mi mente. 

La Guardiana De La Piedra Filosofal (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora