Vihmakir.

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Liliana ordenaba los libros como la bibliotecaria Pince le decía. Por la editorial, por el alfabeto, el año en el que se publicó dicho libro, y por las secciones que existían. Fácil ¿No? Pues no, Liliana, tenía que limpiar el polvo de los libros y dejarlos como nuevos. 

Algo gracioso que le pasaba era que la Señorita Irma, le decía que no podía usar magia con su varita. Pero ella nunca había tenido una varita entre sus manos, salvo que le pidieran que la tomara y se la entregará.

También, se escondía de los alumnos que pasaban gracias a su gran audición y percepción de las personas que se acercaban. Sabía de memoria la manera que transitaba cada profesor.

Por ejemplo. Cuando escuchaba unos pasos a lo lejos, pesados y largos, sabía que se acercaba Hagrid. O tal vez, unos pasos con un taco bajo y de manera constante, era la profesora McGonagall, o unos pasos pequeños y rápidos, significaba que eran del profesor Flitwick.

Su padre, por otro lado, caminaba lento y pesado, como si siempre estuviera sumido en sus pensamientos. Y cuando le preguntaba le decía de una forma suave posible pero cortante.

En cambio, nunca podía adivinar cuando se le acerca Dumbledore, y eso era lo más que le gustaba de él. Caminaba suavemente por los pasillos, como si estuviera en las nubes. Por lo que la asustaba cuando se encontraba detrás de ella.

Aun así, escucho el paso apresurado, y sintió un escalofrío de parte de ella. Miró atrás suyo, vio que su padre, tenía un semblante serio, y un poco enojado.

— Liliana Snape. — sacó el huevo de su bolsillo. — ¿Se puede saber qué es esto?

La niña abrió los ojos en grande. Se suponía que ese huevo, se encontraba entre el un mueble de su ropa y la estufa, para que pasara el frío. Y a su criterio dejó bien escondido el huevo, entre medio de una manta roja.

— Un... huevo — respondió.

— Si, es un huevo, pero no me explica por qué lo tienes en tu cuarto.

— Oh... cierto. Bueno, sobre eso... 

Miro a la Señorita Pince acercarse, por unos segundos pensó iba a salvarla de la furia de su padre.

— Severus. Se acercan unos niños, no creo que sea bueno que discutan aquí, mejor en otra parte. Sabes muy bien que no quiero ni un ruido en mi biblioteca.

Las ilusiones de Liliana se cayeron al suelo. En realidad, la bibliotecaria, la señorita Pince, la iba a dejar con su padre, que tenía un enojo peor que un ogro.

— Ven. — ordenó, alejándose de ambas.

Liliana no tuvo más opción que seguirle corriendo. Aún no era lo suficientemente rápida para seguirle el paso, por lo que siempre la cargaba de un lado a otro. Pero esta vez, Severus no se encontraba en humor para eso.

— Pa... papá — dijo intentando alcanzarlo — ¡Es..! ¡Espera!

Snape no respondió a ni una de sus peticiones de que fuera más lento, abrió un pasadizo secreto y pasó seguido por ella. Caminaron un largo rato, sin decir ni una palabra. Liliana sabía que, si decía algo, sería llevado en su contra por lo que optó por guardar silencio. Su padre entró al estudio con Dumbledore, que hablaba tranquilamente con Minerva.

— Dumbledore. — Snape le miro serio con los ojos chispeantes. — ¿Se puede saber qué es esto?

— ¿Eso? — Dumbledore observó a Severus despreocupado. — Es un huevo.

Segundos después llegó Liliana, quien casi se le caían los pulmones por lo cansada que estaba.

— ¿Lily, estás bien? 

La Guardiana De La Piedra Filosofal (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora