La Guardiana De La Piedra Filosofal (1)

Draco Malfoy.

Liliana soltó un suspiró aburrido en la habitación que le había dado la Señora Malfoy. 

Era una habitación de un rosado tan suave que casi ni se veía, unos muebles blancos donde tenía guardado su ropa que había traído el búho gracias a la profesora McGonagall en cuanto supo que se quedarían un poco más.

Después de todo, su padre quería ver que por lo menos, su amigo se encontrará como siempre. Lo único bueno, era que llegaba un búho para entregar unas cartas de los profesores destinadas para su padre o para ella.

Se levantó del sillón y decidió caminar por los pasillos para olvidar su preocupación por Vihmakir al no poder verlo. Según Hagrid, de principio no dejaba que se acercara, pero con el paso del tiempo, dejaba que lo alimentara y lo peinara, pero no dejaba que su mano reposará sobre él. Un gran avance, y por medio de su carta, Hagrid parecía muy animado.

Dumbledore, por otra parte, la felicito cuando Snape le contó sobre la situación y de cómo su poción que preparó le salvó la vida, aunque a decir verdad él también la ayudó.

En cambio, Minerva McGonagall, le mandó una carta vociferadora, diciéndole que como se le ocurría entrar al despacho de su padre, utilizar sus ingredientes, y usar el fuego sin supervisión de nadie. Aunque después le dijo que estaba orgullosa por su hazaña, así como los demás profesores. 

Liliana caminaba sin mirar como las pinturas se movían y la observaban con un semblante serio y de asco, susurraban cosas que ella no escuchaba, pero no le importaba. Solo quería regresar para estar su lugar de confort, en las paredes del castillo, donde era cálido y agradable, no estaba acostumbrada a un ambiente tan pesado y hostil, aunque Narcisa fuera amable con ella.

— Extraño al abuelo... — susurro. — a Hagrid, — continuó de la misma forma mientras arrastraba sus pies. — A la profesora McGonagall y a todos...

Liliana estaba hasta abrumada, llegó al punto de también extrañaba a Filch siendo que este, siempre la regañaba por hallarla en los pasadizos secretos.

— ¿Mnn? — Miro una puerta que estaba medio abierta, la movió y entró a la habitación. — Hola...

Saludo mientras veía al niño que estaba leyendo un libro, sentado en su sillón de cuero negro, este ni se movió, ni la saludo, siempre que se cruzaban no le dirigía la palabra.

Observo el lugar y parecía una biblioteca, era grande y espaciosa, pero más pequeña que la de Hogwarts. Los libros estaban bien cuidados a pesar de tener un aspecto de ser tocados constantemente y ojeados.

Se acercó y miró por última vez al chico, luego sus ojos se centraron en un libro. Pero era cualquier libro. Lanzó un chillido de asombro y subió por la escalera de madera para tomarlo. Cuando lo tuvo en sus manos lo leyó.

— ¡Creí que nunca más volvería a ver este libro!

Lo acarició con cuidado y observó detenidamente el libro, tenía en los bordes una placa de oro puro y era de color verde, en el centro se encontraba la imagen de un hombre barbudo y mostro una pequeña sonrisa mientras sostenía su cetro.

— ¡Todo sobre la vida y hechizos de Merlín!

Entre medio del silencio, se escuchó una tos que escondía una pequeña risita. Liliana observó al chico y mostró su mirada llena de burla.

— Merlín era un estúpido. Solo era un traidor a la sangre y gente como tú, la admira por que el los consideraba como un igual. Es una vergüenza para la casa Slytherin.

— Eres... un tonto. 

Y bajó de las escaleras, luego se sentó en uno de los sillones que apuntaban al ventanal de la habitación.