Después de unas horas, en despacho del director, Albus Dumbledore veía como la niña salía de el ropero con una ropa muggles, de pasar una bata parecida a la de los alumnos, paso a unos pantalones negros y un lindo abrigo rojo.
Si iba a el mundo muggle por su cuenta, tenía que verse como uno y actuar como uno. Liliana observó nerviosa a su abuelo, y este, solo le dedicó una sonrisa tranquilizadora, se inclinó y le entregó una carta y una hoja.
– Aquí está la dirección. – se rió. – Esto me trae muchos recuerdos.– ¿Eran buenos recuerdos, abuelo?
– Si, pero también existen algunos recuerdos muy malos. – Dumbledore mostro la hoja, en sus manos. – Esto te indicará dónde tienes que ir, no importa donde estés. – se levantó.
– ¿No crees que papá va a preocuparse? – preguntó ladeando la cabeza.
– No creo que a Severus le moleste que vayas a otro país sola... – Dumbledore parecio meditarlo un poco, luego sonrió. – Si te pregunta, tu solo di que estabas jugando conmigo a las escondidas ¿De acuerdo?
– Está bien. – asintió un tanto extrañada ante su comentario. – Pero ¿A quién debo entregarle la carta?
– Se la tienes que entregar a un viejo amigo mío, se llama Nicolás Flamel. – Le extendió la mano. – Ahora vamos, tenemos que ir donde el traslador.
– Si... – acepto su mano.
Dumbledore y Liliana comenzaron a caminar por los pasadizos secretos, la niña caminaba un tanto incómoda ante la ropa que usaba, pero Dumbledore, le dijo que no se preocupara por eso.
Como era evidente, ningún profesor o alumno merodeaba por los pasillos, por lo que caminaron por ahí hasta llegar al bosque prohibido.
– ¿Tu daga? – preguntó Dumbledore de repente sin quitar su mirada al bosque.
– Aquí. – sujeto con su otra mano, dicho objeto entre su ropa. – ¿Por qué? ¿La necesitaré?
– Puede que la necesites, como puede que no la necesites. Es mejor traerla siempre contigo. Nunca la sueltes Lily.
– También, no saques tu varita y no hables con extraños o aceptes algo de ellos. – murmuró suspirando pesadamente. – Ya lo sé, me lo han dicho siempre.
– Creo que está bien recordarlo. – se aclaró la garganta y se detuvo al frente de un árbol desolado, sin ni una hoja entre sus ramas negras como el carbón. – Ahora necesitas saber estas palabras. – se acercó y dijo. – Debes memorizar estas palabras, Quod Philosophus Inmortalitatis.
En cuanto dijo esas palabras el tronco del árbol se movió hasta transformarse sus ramas hasta rodear un pequeño agujero, pero profundo que no se podía ver nada desde donde se encontraban.
Liliana apretó su mano por unos segundos de Dumbledore, este le dio una sonrisa suave y amigable. Le entregó una pequeña nota donde decían las palabras para activar el traslador una vez más.
– No te preocupes. – le acarició la cabeza. – Estarás bien.
– ¡Si! – asintió un poco más segura mientras sentía su estómago revolverse.
Liliana guardó la carta que debía entregar en su bolso, también la nota para poder regresar apretó en sus manos un pequeño sobre donde le indicaría dónde ir. Observó a Dumbledore y le sonrió, corrió donde él y le abrazó.
– ¡Regresaré más tarde abuelo! – se alejó y antes de que Dumbledore pudiera decir algo se fue en el traslador.
Dumbledore, se sentó en una roca para esperar que la niña regresara. Sacó un libro rojo con detalles verdes de su bolsillo y una sonrisa triste apareció en su rostro.
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La Guardiana De La Piedra Filosofal (1)
FanfictionDespues de la muerte de sus padres y de la caida del Señor Tenebroso, fueron separados y ningunos de los dos se recuerda. Harry Potter queda sin su sombra por más de diez años y al llegar a Hogwarts se vuelven a encontrar; pero aún así, no se recon...