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"She wore blue velvet
Bluer than velvet were her eyes
Warmer than May, her tender sighs
Love was ours"

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        El estallido de tres disparos en secuencia repercute en mi cabeza. Juraría sentir mi cerebro vibrar por la potencia de las balas al salir del cañón, aún teniendo las manos en la cabeza y los auriculares de protección.

Cuándo creí que esta familia tomaría el camino de la normalidad, se les ocurre celebrar los cumpleaños con una feria de disparos en el bosque, más allá del patio de la casa. Bajo una pendiente, desperdigados en medio de árboles de solo ramas, hay figuras de acero con forma de animales, y guindados en las ramas, consigues el desayuno de un mes en melones y sandías. Los que no han explotado todavía.

Aprieto la cobija a mí alrededor, observando desde metros atrás las espaldas de Hera, Hunter, Lulú, Eros, Helsen y Ulrich. Todos detrás de una mesa de por lo menos, cuatro metros de largo, con divisiones especiales para cada persona. Y más allá, a un costado, otra idéntica, pero repleta de armas de todos los tamaños.

Bastante parecido a un bufete, pero de acero y pólvora.

El miocardio se me detuvo unos milisegundos cuándo llegamos a la casa, y el estruendo de un disparo nos dio la bienvenida. Casi salgo corriendo de vuelta al carro; lo hubiese hecho, de no ser porque los pies se me volvieron parte del suelo.

Ulrich le pasa a Eros el arma que él usaba, se asegura que se la acomode en el hombro, y sin esperar señal de parte de Eros, pulsa la palanca que lanza al cielo un disco de unos cinco centímetros que no dura mucho, puesto que la bala que arroja Eros detrás lo destroza en pedacitos. Ulrich le tira otro, y Eros, no tarda en atravesarlo también.

—Mira, siente mis músculos relajados, esto funciona mejor que un spa—Hunter estira un brazo hacia Hera para que pueda palpárselo, y mirando a Eros, le grita—. Dame una de las largas.

Por los clavos de Cristo...

El rubio baja el arma, enarcando una ceja.

—¿Seguro?

Hunter se coloca una mano en la cadera, copiando el gesto.

—Pásala.

El resto ha detenido su entretención para fijarse por completo en ellos. El rubio coge lo que reconozco como un fusil de cañón corto, negro, bastante intimidante aunque parezca salido de un videojuego de gánsteres. Sondea la mano encima de los cartuchos, encuentra el que buscaba y luego de insertarlo con un sólido movimiento, mueve lo que parece una pequeña palanca al costado, encajando la bala.

—Está es especial para flacuchos como tú, un disparo y el seguro sube. Es para que cuando te tire al piso, no mates a nadie—se burla Eros, dejándosela en el cubículo improvisado—. Te doy mil dólares si logras darle a la diana.

Hunter retuerce los labios yendo tras él.

—Está como a dos kilómetros, puedes hacerlo mejor.

Eros le escanea de arriba abajo en un pestañear, formando una arruga en su nariz roja, consecuencia del viento helado.

—No vales tanto.

Mi amigo abre la boca demasiado ofendido para articular respuesta, Eros le da más importancia a sacudirse el chaleco antibalas que a Hunter. Se comportan como mocosos de primaria.

—Yo te doy cinco mil, Hunter—intervengo, sacando la boca por el pequeño hueco que le he dejado a la cobija.

Atisbo a Eros voltear los ojos. Es que claro, sabe que al final, es su dinero el que está en juego. Saco el mentón por encima del cruce de la tela empuñada en mis manos, sonriendo abiertamente, al igual que Hunter.

The Right Way #2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora