32

43K 3.1K 1.8K
                                    




▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂

"Every time I close my eyes, it's like a dark paradise
No one compares to you
I'm scared that you won't be waiting on the other side"
▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂

           

  

       He recolectado momentos, instantes a lo largo de mi vida que logran encarnar en la extraña, casi ajena sensación de un déjà vu. A veces furtivos, a esos les otorgo la culpa de lo familiar, lo cotidiano de cruzar la misma calle cada mañana, una conversación, cuando suena el estribillo de una canción.

También sobrellevé la pérdida repentina de alguien querido, estuve al borde de la mía, el par de cicatrices prendidas a mi piel son recuerdo perenne, y sufrí la dolorosa distancia entre mi corazón y sus deseos.

Pero nunca padecí la hecatombe que desencadena un vil hurto, una cruel injusticia, la manifestación de lo sádico y la descomposición humana tan cerca de mí, como una enredadera de espinas creciendo, esparciéndose bajo mi piel, invadiendo confines, recovecos, llenando vacíos, anudándose alrededor de mi corazón.

Jamás me enfrenté al lacerante y maldito dolor de saber que aquello que amas con el alma entera jamás volverá, porque te lo arrebataron por siempre.

La muerte aún siendo una promesa inamovible, es un concepto abstracto, ambiguo, un concepto llamativo en ciertas culturas, una ceremonia de iniciación en unas, el ceso definitivo en otras. A mis ojos, no es más que un grotesco recordatorio de que no importa que tanto adores y te ocupes de tu jardín repleto de flores, un día perecerá, no quedarán más que hojas marchitas y polvo al viento.

Un jardín de sepulturas, lápidas con nombres conocidos gravados.

Cinco de julio, el verano desplazó la primavera días, semanas atrás, pero nada puede tener color ni un poco de calor, cuando se conoce lo que es la vida sin Lulú, después de enamorarte de ella.

Mi corazón palpita a destiempo, muy lento, contundente, explotando de dolencia los nervios en mi cabeza. Siento mis ojos hinchados e irritados, la consecuencia de las horas sin dormir engrosan mis párpados, me pesan kilos, pero permanecer sobre una cama con los ojos cerrados no se siente apropiado cuando el mundo se viene abajo.

—Una sobredosis de medicamentos...—la voz salpicada de prudencia y ofuscación de Ulrich termina el denso silencio.

Presiono mis manos en medio de mis muslos, tratando de concentrarme en el aroma de Eros y no en el intenso olor del ambientador y cloroformo de este hueco de papeles, carpetas y desorden en una esquina apartada dentro del recinto, a unos metros de la helada morgue.

Afuera el sol puede resplandecer y manchar de múltiples colores el paraje de concreto, pero aquí dentro, el frío es inherente de los pasillos, los rincones, los rostros.

—Una brebaje de calmantes y esteroides anabólicos—afirma el perito, sobrio—. Una concentración letal, su corazón no soportó el impacto, el cese de pálpito ocurrió casi de inmediato.

Mi garganta se aprieta, pero las lágrimas no se acumulan, estoy desierta de ellas.

—Lulú no consumía nada de esa porquería, mucho menos en dosis tan altas—increpa Eros, presionando sus manos en mis hombros, transmitiéndome una pizca de su templanza.

—¿Está usted seguro?

—Completamente—replica Helsen, uno de los cuatro hombres de pie a mi espalda, erguidos como torres.

The Right Way #2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora