CAPÍTULO 20

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Solía pensar que la gente dañaba a los demás por placer, por querer hacer el mismo daño que ellos sufrieron en su momento... una forma de auto defenderse, creo yo. Lo encontraba estupido y absurdo, ya que veía como las personas lastimaban a los demás de diferentes formas, muchas veces sin querer, sin darse cuenta, con acciones o palabras, otras era adrede, decían o hacían a propósito. Nunca lo entendí hasta que... hasta que me tocó a mi.

Mi madre, ella me daño de tal forma que ya no podía hacer amigos, no confiaba en nadie ya que sentía que todos me traicionarian o me harían daño tarde o temprano, con los años socializar se volvió... como decirlo... innecesario, no podía ni me importaba hablar con alguien, me acostumbré tanto a la Soledad que cada vez que alguien se acercaba yo soltaba un comentario sarcástico o lo mandaba a la mierda directamente.

Eso la molestaba, ya que ella quería que yo fuera un ejemplo a seguir y la chica sociable.

Pero como mierda quería que yo fuera así, si ella misma me hizo desconfiar.

De un comienzo... la persona que me debería de enseñar lo que era la confianza, a decir la verdad y toda esa mierda, era la persona más falsa...

Lo que si aprendí fue a manipular, lo aprendí de la mejor.

Ya que solía ver a menudo como lo hacía con la gente a su alrededor... con mi padre, todos los días.

Quizás no me gustaba hablar o hacer amigos, pero cuando necesitaba soltar labia para conseguir algo... la soltaba y caían muy rápido.

Eso es lo único servible que heredé de ella.

Y en este momento lo agradezco.

—No puedo vender alcohol a una menor de edad.

Lo miro, es un chico de unos veinte y pico... rasgos comunes. Busco alguna cosa que me sirva... cualquier cosa y lo veo... en su mano, joder que sus dedos están tan amarillos que es obvio que fuma marihuana.

Apoyo mis codos en el mesón y acerco un poco mi cara a la suya, se coloca nervioso de inmediato y examina toda mi cara.

Inhaló y el olor a yerba se apodera de mis fosas nasales. Le sonrió de la forma más juguetona que puedo y acerco mi dedo índice a su cuello.

—No creo que a tu jefe le guste que fumes marihuana en horas laborales, además aquí aún no es legal. Apuesto a que llevas más de un gramo encima... a la policía no le importará llevarte detenido.

Veo como comienza a sudar y intenta hablar. Su nerviosismo me da risa, es un completo idiota.

—Claro que si a ti no te importa que yo lleve esto.—levanto ambas botellas.— A mi no me va a costar hacer como que nunca vi ni oli nada.

El traga saliva y me registra la compra. Le pago y sonrió antes de salir del local.

Camino por el estacionamiento y veo como Ana me hace una seña. Me apresuro a llegar y subirme al auto.

—¿Lo tienes?.

Sonrio.—¿Dudaste siquiera de mi?.

Ella niega con la cabeza y pone en marcha el auto. Coloco las botellas en el asiento de atrás y Ana frena.

"...Sal de aquí..."

Cierro los ojos y me agarro del asiento de Ana.

Maldición.

—¿Hey estas bien?. Lo siento es que un tonto gato se cruzo y tuve que frenar.

Me giró y me coloco bien en el asiento, me coloco el cinturón y la miro con cara de póker.

HuérfanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora