Capítulo 9

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Amor y Odio.

La llamada del doctor Edwards avisando que estaba de vacaciones, y que le era imposible recoger la medicina de mi hija. No me dejó más remedio que ir yo misma. No confío en nadie en cuanto a temas de salud de Lu, se trata.

Tarde dos horas en llegar a este lugar. Jamás había conducido tanto sola, pero por mi bebé, hago lo que sea.

El lugar es un centro médico privado, al parecer de la propiedad de  Agatha, por eso le es más fácil y menos riesgoso enviar las medicinas.

En cuanto llegue, y nombre a la señora Ainsworth, las personas aquí me trataron con mucha empatía, tal parece que la admiran demasiado. Me dieron un corto tour por el lugar, mientras ordebana todo lo que vine a recoger.

El enfermero del lugar sube a mi auto las cajas con mi nombre. La más pequeña es la de medicina y las otras son varios juguetes y ropa y mas.

Me despido y conduzco a pesar de que ya  anochecía. La carreta es oscura, friolenta y desolada, muy tenebrosa para mí gusta, pero ya quiero estar en casa.

Enciendo la radio para hacerme compañía, cuando de pronto el auto se detiene lentamente. Maldigo, intentando forzarlo para que arranque pero es imposible. Tomó mi teléfono intentando pedir una grúa pero la batería se había agotado.

¡Muy inteligente, Aileen!

Bajo de mi auto e intentó llamar la atención de uno que otro auto que pasa. Ninguno se detiene. Paso así más de diez minutos, hasta que el bugatti divo de Seth aparece. Da un giro brusco quedando a lado del mío.

No entiendo qué hace aquí, pero agradezco al cielo verlo. Todo indica que una tormenta está por aparecer y la piel se me eriza por el viento.

Sale del auto sonriendo y se acerca a mi.

—No te parece arriesgado. Una estrella como tu, sola en esta carretera tan peligrosa.

—No cuando entrene con los mejores asesinos del mundo. —respondo.

Camina hacia mí auto pasando por mi lado  y revisa el interior. Vuelve a asomar la cabeza mirándole.

—Pues te enseñaron de todo, menos a llenar el tanque de gasolina cuando te vas en un viaje tan largo.

Me acerco a él, mirando el marcador en ceros. Que idiota, no suelo salir sola en auto y no se me olvida revisar estas cosas antes de salir.

—Vamos en mi auto mañana enviaré a alguien para que recoja el tuyo

Niego.

—... Mi estrella no seas terca, súbete a mi auto. Una tormenta se acerca.

Hace un puchero mirándome. Hoy se ve extrañamente relajado.

—Bien. Pero ayúdame a subir las cajas que tengo atrás.

Tomo mi bolso y la caja con medicina, subiendo a su auto. El pasa las demás a los asientos traseros, me quita las llaves de mi auto y le pone la alarma, para luego irnos en su lujoso e increíble bugatti.

Mantiene la mirada en el camino y me ofrece su chaqueta, la cual no dudó en recibir. Dejó con cuidado la medicina en la parte trasera del auto y lo observó.

—Tu mamá me llamó. —habla.

—Gracias. Si no hubieses venido estaría atorada en la carretera.

Suelto sincera.

—¿Y todas estas cajas?

Señala las cajas que reposan en los asientos traseros.

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