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Amanecía, y la incolora inmensidad del cielo se extendía sobre Jaz y Harry

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Amanecía, y la incolora inmensidad del cielo se extendía sobre Jaz y Harry. Los chicos se quedaron a unos metros de la tienda y Jaz aspiró el aire helado y puro. El simple hecho de estar viva y poder observar cómo el sol ascendía por detrás de la nevada y brillante ladera debería haber sido el mayor tesoro imaginable; sin embargo, al parecer ella era la única que lo disfrutaba, porque la desgracia de haber perdido una varita se reflejaba en el rostro de Harry, que estaba notablemente furioso.

Jaz lo miró con detenimiento. Tenía un par de rasguños en la cara y su mandíbula estaba muy tensa, y sus ojos verdes brillaban como si tuvieran lágrimas. Ella lo abrazó con fuerza por la cintura, apoyando la cabeza en su pecho. Harry, aún aturdido, la rodeó por los hombros.

—¿Qué te ocurrió a ti, mi amor? ¿También estabas inconsciente? —le preguntó en voz baja, acariciándole la espalda.

—Sí, también. Desperté poco antes que tú —contestó Jaz—. Hermione dijo que la serpiente me golpeó muy fuerte con la cola y que también perdí sangre. —Se apartó para levantarse la manga del jersey y le mostró a Harry la venda que le rodeaba el antebrazo derecho.

—Bueno, al menos sí te salvó la vida a ti —dijo Harry mordazmente.

—¡Oye! —exclamó Jaz, indignada—. ¡No seas mal agradecido! —Harry pareció intimidarse un montón—. Ella nos salvó la vida a los tres. Que haya cometido el error de romper tu varita no significa que todo lo haya hecho mal.

El chico pareció avergonzarse, porque se puso un poco rojo e hizo una mueca, esquivando los ojos negros de Jaz.

—Mira, Harry, ella ha hecho un gran trabajo por todo esto —continuó Jaz sin emplear un tono brusco—. Ron resultó ser el idiota más grande del mundo con nosotros, y no hace falta que tú también lo seas. —Se sacó la varita del bolsillo trasero de sus pantalones y la dejó en las manos de Harry—. También tiene núcleo central de pluma de fénix.

Se cruzó de brazos y se quedó mirando los árboles nevados, dándole la espalda. Mientras contemplaba a su enfurruñada novia, Harry sacó del bolsillo los trozos rotos de su varita y los guardó en el monedero de Hagrid que llevaba colgado del cuello.

—¿Lograste guardar la foto del ladrón? —le preguntó Harry. Jaz lo miró con confusión por sobre su hombro—. El chico rubio. La foto que te pasé en la asquerosa casa.

—No, se me cayó —contestó Jaz.

—¿En serio? —gruñó Harry. La chica asintió con la cabeza—. Mierda, quería saber quién era...

—Y yo quería que salieras de ahí con vida —replicó Jaz con aspereza. Harry se quedó como si le hubiese pegado una bofetada—. Y ya sé quién era: Grindelwald...

—¡¿QUÉ?!

—No hace falta que me grites, estoy frente a ti —repuso Jaz volviendo a darle la espalda para mirar los árboles, aguantándose las ganas de transformarse y volar hacia ellos para posarse ahí, sin que nadie la molestara.

Jazlyn Ramsay y los HorrocruxesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora