XVIII

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Los padres de Damiano también estaban trabajando, y al parecer su hermano estaba de viaje con unos amigos. El verano, esa estación en la que todo el mundo viajaba y yo me tenía que quedar encerrada en una cárcel del barrio pijo de Roma. 

Pero aquello se había acabado. Si bien a Paola Bernacci solo le quedaba una hija antes del día anterior, ya no le quedaba ninguno. Ni ella tenía hijos ni Sandro ni yo teníamos madre.

El salón de la casa de Damiano era, como pasaba en casi todas las casas europeas, un salón comedor. Al lado de la puerta que daba al pasillo había un sofá esquinero de color crema. En él, yo estaba sentada frente a Damiano, que estaba poniéndome una pomada en la mejilla izquierda mientras Chiara, caminando de un lado a otro, intentaba contactar con mi hermano utilizando mi teléfono.

- Joder con tu madre -comentó Damiano mientras me ponía la pomada-. Te ha pegado como si fuera Hulk.

- No es grande ni verde, pero la rabia la tiene -comenté con resignación.

Chiara, frustrada, colgó el teléfono por tercera vez y se acercó a nosotros.

- Nada, que no lo coge -resopló la pelirroja.

- Prueba a llamar a Gabriella -le pedí-. La tengo añadida como doña perfecta.

- ¿Doña perfecta? Pensaba que le tenías cariño -comentó ella.

- Es una broma que tengo con ella. ¿Quieres llamar ya?

Chiara resopló y buscó el contacto de Gabriella en mi teléfono.

- ¿Qué vas a hacer ahora? -preguntó Damiano, cerrando el bote de la pomada y dejándolo en la mesa de café.

- Me quedaré en casa de mi hermano hasta después de la boda, supongo -dije-. Cuando regrese a España no creo que vaya a volver a Roma... de hecho, puede que no pise suelo italiano en una temporada.

- ¿Y qué hay de Chiara? ¿Qué hay de Thomas, Ethan y yo? ¿Y de Vic?

- No lo sé, Damiano. Estamos en julio y la boda es en septiembre. No quiero pensar en despedidas hasta que no tenga que despedirme, ¿vale?

- Vale...

Chiara se volvió a frustrar al tener que colgar otra vez.

- Nada, me rindo -se exasperó-. ¿Llamo a tu padre para que al menos lo sepa?

- No, es una llamada internacional, solo me puede llamar él a mí. Además, no podría hablar contigo. No sabe italiano.

- Pues estamos apañados -resopló mi amiga, devolviéndome el teléfono y sentándose en el sofá junto a Damiano, que la rodeó con el brazo.

Con toda la situación, no me había acordado de que habían tenido una cita el día anterior. Aunque, por lo que veía, les había ido bien y por eso Chiara se había colado en casa de mi madre, para contármelo.

- Ya llamarán cuando vean la cantidad de llamadas que les has dejado -la tranquilizó él.

- Sí, y Sandro vendrá a recogerme -añadí yo.

Me entraron escalofríos solo de pensar que se lo tendría que explicar todo a mi hermano. Ya podía ver la rabia que le daría, cómo se le hincharía la vena de la frente, cómo se indignaría y se pondría a despotricar sobre Paola Bernacci.

- Ha roto mi guitarra... -musité después de unos minutos-. ¿Cómo se supone que voy a tocar sin guitarra?

- Thomas te prestará una de las suyas -me aseguró Damiano.

- Contaba con ello, pero yo me refiero a después de la boda -resoplé-. Mi padre es mecánico, no puede permitirse una guitarra eléctrica nueva...

Girls Bite Back (Victoria de Angelis)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora